Desde hace unas semanas diversos comentarios e informaciones en medios económicos y financieros especializados anuncian una seria crisis del dólar norteamericano como patrón monetario internacional. Lo curioso es que tales informaciones apenas han tenido alguna repercusión en los grandes medios, a pesar de la lógica que respalda esas argumentaciones.El dólar se impuso como divisa única a fines de la II Guerra Mundial, cuando los EEUU poseían el 80% del oro existente y contaban con una poderosa e intacta economía, frente al resto de las potencias que habían sufrido grandes daños en sus infraestructuras económicas y precisaban de enormes créditos para su reconstrucción. La base sobre la que se construyó esta arquitectura financiera global era que la Reserva Federal del Tesoro garantizaba el valor y la equivalencia del citado dólar en oro contante y sonante.
Desde 1945, EEUU es no sólo la gran potencia imperialista sino también la hegemónica, lo cual implica mantener y extender la supremacía militar, política e ideológica a todo el mundo, y esto conlleva necesariamente realizar ingentes y permanentes inversiones no rentables en sí mismas.
La guerra de Corea, la carrera armamentista y, sobre todo, la larga y costosa guerra de Vietnam que obligó a imprimir miles de millones de dólares sin respaldo para poder pagarla, llevaron a los norteamericanos a cambiar las reglas del juego unilateralmente. En 1971 el entonces presidente Nixon anunciaba públicamente que el dólar dejaba de estar avalado por oro y pasaba a sostenerse sobre la «riqueza» de la nación. Para entonces el dólar como patrón internacional se había convertido en una verdadera tela de araña, y todo el mundo, capitalista y subdesarrollado, estaba atado a esta moneda, con lo cual el billete verde empezó a cotizarse en base a la «confianza», aunque ésta es difícil de medir en cualquier aspecto de la vida y más en economía.
El final de la llamada guerra fría, la aparición del euro como moneda sólida e internacional, la evidencia de que EEUU pretende gobernar el mundo sin tener en cuenta ni siquiera a sus socios son, entre otros, nuevos elementos a tener en cuenta a la hora de analizar el porqué el dólar no tiene actualmente la solidez que míticamente se le había atribuido como columna del sistema capitalista mundial.
La «desconfianza» que amenaza al dólar es no sólo razonable sino que está avalada por múltiples señales que anuncian algo serio que parece que no quieren que sepamos a tiempo.
Los presupuestos del Gobierno norteamericano arrastran hace años déficit realmente inmensos que se han ido acumulando hasta convertir a este país en el más endeudado del mundo con mucha diferencia, paralelamente su economía ha perdido vitalidad y cada vez exporta menos bienes de consumo mientras su sociedad es la más importadora del planeta; en síntesis, viven muy por encima de sus posibilidades, pero a esta tendencia general hay que sumarle sobre todo las actuales guerras de Irak y Afganistán (en un contexto intemporal de «guerra al terrorismo» que es en sí misma cara y de resultados inciertos, al plantearse como militar y de seguridad).
Analistas económicos serios, bien informados y que forman parte del propio sistema afirman que la guerra de Irak ha costado ya entre dos y tres veces más de lo que se reconoce públicamente (mientras amenazan con una agresión a Irán de incalculables consecuencias), con lo cual EEUU tendría que apropiarse del 100% de la producción petrolera de Irak por 50 años sólo para cubrir los gastos hasta hoy, y el mundo financiero afirma con lógica que tal costo se está pagando por la simple vía de imprimir billetes sin medida, al fin y al cabo para eso el Gobierno norteamericano es el dueño de la maquinita de hacer billetes verdes.
Las señales de una crisis monetaria anunciada se multiplican: China y Japón, que son los que poseen la mayor cantidad de dólares del mundo (800.000 y 400.000 millones respectivamente) anuncian el cambio de alrededor del 20% de estas enormes cantidades a euros para evitar riesgos. El Banco Asiático de Desarrollo (creado por 64 estados de Asia, Pacífico y Oceanía), advierte a sus clientes sobre un posible colapso del dólar y una devaluación del mismo de hasta el 40% de su valor actual. En lugares tan dispares como Irán y Suecia se anuncian la apertura de bolsas petroleras con cotización en euros, mientras los países exportadores de petróleo del Golfo Pérsico amigos de los norteamericanos cambian una parte importante de sus reservas a euros al parecer por los mismos motivos. O sea que el río suena. Y quizás lo más significativo es que desde marzo de este año está suspendida la publicación del índice bancario que calcula el monto aproximado de billetes de dólares emitidos y en circulación, y esta información se ha convertido en un secreto bien guardado.
Algunos desde la izquierda anuncian un desplome inminente, pero realmente resulta improbable una caída en barrena dado el complejo papel que juega la moneda norteamericana en las finanzas globalizadas, como reservas actuales en muchos y poderosos países del mundo, como los citados China y Japón.
Lo cierto es que el dólar ha perdido ya, en apenas dos meses, el 10% de su valor de cambio en medio de un sospechoso pacto de silencio de los grandes medios, que parecen querer evitar el pánico (o sea la pérdida de confianza) de las grandes mayorías que somos quienes sostenemos con nuestros ahorros y consumo el sistema comercial y financiero internacional.
La caída del dólar abre incógnitas de largo recorrido sobre las consecuencias en el panorama político, económico y social internacional, y sus repercusiones en cada una de nuestras sociedades, pero sin duda las tendrá y muy serias.
Aunque pienso que esencialmente, esta tendencia del dólar es sobre todo el síntoma más evidente de que la gran potencia norteamericana está llegando a un paso del colapso, en su locura por intentar dominar y gobernar de manera absoluta nuestro mundo mediante un sistema neoliberal insostenible e insoportable. -