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Gara > Idatzia > Iritzia > zirikazan 2006-06-05
Josebe Egia
Bodas de plata insolidarias

Hoy hace 25 años que se produjo la primera alerta sobre la existencia de cinco casos de una neumonía «rara». Era el sida. Hoy sabemos que es una epidemia que ha causado 25 millones de muertes y afecta a casi 40 millones de personas. Además, el virus, tras arrasar Africa, ha empezado a multiplicarse en Asia y Europa Oriental.

Inicialmente se pensó que la epidemia afectaba sólo a homosexuales varones, a quienes se estigmatizó a tope. Luego se descubrió que también afectaba a la población drogadicta endovenosa; parecía como el castigo de dios a los hombres «descarriados». Pero la epidemia ha seguido avanzando, y la infección comenzó a aparecer entre las mujeres. Actualmente se sabe que la transmisión del sida en el mundo se debe en un 80% a relaciones heterosexuales.

Se puede afirmar que el sida se ha convertido en una de las principales causas de muerte de las mujeres en edad reproductiva en América, Europa Oriental y África. El análisis epidemiológico muestra que se está produciendo un incremento porcentualmente más pronunciado de esta enfermedad en las mujeres que en los hombres. De un total estimado de 36 millones de personas viviendo con el virus, casi alrededor de la mitad corresponden a mujeres.

Al principio las investigaciones se centraron en las compañeras sexuales de drogadictos endovenosos y/o usuarias de dichas drogas. También se relacionó con relaciones heterosexuales «promiscuas», culpabilizando a las trabajadoras del sexo como la principal causa de difusión. La estigmatización proseguía.

Sin embargo, resulta que la gran mayoría de infectadas por vía heterosexual son mujeres casadas o con pareja estable y prácticamente monógamas. De hecho, los estudios realizados en América Latina reflejan que entre el 60 y 70% de mujeres infectadas viven en pareja y no han tenido relaciones sexuales con otros hombres que no sean sus compañeros permanentes. En los países desarrollados el sexo no seguro es la causa principal de infección en las mujeres, y muchas de ellas afirman que tienen serias dificultades para negociar prácticas de sexo más seguro con sus parejas.

La diseminación y el impacto del sida afecta desproporcionadamente a las mujeres porque son más vulnerables económica, social y culturalmente. Por si fuera poco, influyen, además, factores biológicos: la transmisión hombre-mujer es más efectiva que mujer-hombre. Está demostrado que, tras un diagnóstico desfavorable, las mujeres sucumben a la enfermedad de forma más rápida que los hombres, ya sea porque su diagnóstico es tardío o porque reciben menos tratamiento.

A pesar de esta realidad, la especificidad del sida en las mujeres no parece ser prioridad dentro de las políticas de salud dirigidas a la atención y prevención de la epidemia. Muchos de los programas que tanto los gobiernos como las instituciones y organizaciones han desarrollado no han sido orientados hacia las mujeres. El haber considerado a determinados hombres como grupos de riesgo durante la primera década de la epidemia ha hecho que a las mujeres no se les considere como población en riesgo que urge atender.

El acceso al tratamiento del sida es básico para hacer realidad el derecho a la salud. Conforme a la legislación internacional de derechos humanos, los Estados tienen la obligación de adoptar medidas legislativas, presupuestarias y administrativas positivas que impulsen el derecho humano a la salud.

Pero no van por ahí las cosas. De hecho, esta pasada semana la Asamblea de la ONU dedicada al sida se ha encontrado con problemas para la financiación futura de los programas de lucha contra el virus. EEUU y Japón, junto a otros estados ricos, consideran que debe ser cada país el que fije los fondos que quiere comprometer para frenar el avance de la epidemia, en lugar de que se establezca un objetivo de financiación para 2010. Onusida considera que para ese año harán falta casi 18.000 millones de euros, frente a los 7.000 que se dispusieron el año pasado. La Unión Europea, aunque con divisiones, estaría dispuesta a aceptar un objetivo financiero «siempre que no sea vinculante». Total, que los estados ricos quieren concentrar la nueva declaración en los derechos de las personas enfermas de sida y personas vulnerables, en lugar de establecer objetivos precisos, como buscan los países pobres.

Así está la solidaridad internacional de los ricos con los pobres. Mucha verborrea, mucha «preocupación», pero pocos euros. Nada nuevo. -

jegia@gara.net


 
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