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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-06-05
Nerea Antia Vinós - Parlamentaria del PNV
Una tierra sin patria, un pueblo con causa

Hace apenas unos días que las representantes del Intergrupo Paz y Libertad en el Sahara del Parlamento Vasco regresamos a casa, tras una breve estancia en los territorios ilegítimamente ocupados por Marruecos tras el vergonzoso abandono español desde hace más de treinta años. Las circunstancias que han rodeado esta breve aunque intensa visita han incrementado notablemente la emoción que hemos sentido primero allí, al poder conocer de forma directa la lucha incansable de los activistas de derechos humanos saharauis, y después aquí, por toda la gente estupenda que acabábamos de conocer y que hemos tenido que dejar atrás.

Antes que nada, considero necesario mencionar la presencia en el Sahara ocupado de una delegación oficial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU que, durante 3 días, ha permanecido en la capital para conocer in situ la situación que han vivido durante el último año. Por otra, la confluencia de dos aniversarios muy significativos: el 20 de mayo de 1973 surgió el Frente Polisario de manos de un grupo de estudiantes, y el 21 de mayo de este año se cumple el primer aniversario del inicio de la Intifada o levantamiento pacífico que ha emprendido el pueblo saharaui contra el invasor de su tierra. Y, finalmente, me gustaría recordar la presentación en todo el mundo, el 23 de mayo, del Informe Anual de Amnistía Internacional, que deja constancia de la represión y el uso excesivo de la fuerza que lleva a cabo el Gobierno marroquí contra la indefensa población saharaui que reclama el derecho de autodeterminación.

Porque la denuncia de la represión fue la constante a lo largo de las más de doce horas que pasamos en una casa, de forma clandestina, entrevistándonos con una veintena de personas que nos relataron sus vivencias en la cárcel, que nos mostraron las cicatrices, heridas y hematomas en el cuerpo y en el alma, que nos hicieron partícipes de sus actividades a favor de los derechos humanos, y que dieron testimonio de la lucha pacífica en defensa de su pueblo. Es realmente difícil transmitir en unas pocas líneas todo lo que pudimos ver y escuchar, y las emociones que sentimos al abrazar a tantas personas cuyos nombres ya conocíamos a través de los informes de diversas organizaciones.

Un amable taxista nos llevó desde una calle cercana al hotel, hasta la casa de un conocido activista pro derechos humanos que nos acogió durante todo el sábado, nos invitó a comer y a cenar y nos hizo de intérprete cuando nuestros interlocutores no hablaban castellano o francés, además de darnos él mismo testimonio directo, como defensor y como víctima de violaciones de derechos humanos, mientras transmitía entusiasmo y esperanza por todos los poros de la piel. Por la noche, antes de acercarnos al hotel, nos dio un paseo en su coche para que pudiéramos comprobar con nuestros propios ojos la presencia de militares destacados en los patios de los colegios. Aunque no voy a mencionar su nombre por precaución, vaya para él nuestro agradecimiento y cariño.

A lo largo del día, nos encontramos con representantes del Colectivo de Defensores de los Derechos Hu- manos, de la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones de los Derechos Humanos, del Comité de Familiares de Desaparecidos y Muertos en las Cárceles Marroquíes, del Comité Saharaui de Protección de los Presos de la Cárcel Negra, de la Sección de El Aaiún de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, del Foro para la Verdad y la Justicia y de la Asociación Saharaui de Víctimas de Viola- ciones Graves de Derechos Humanos cometidas por el Estado marroquí. Grupos que trabajan en la vulnerabilidad más absoluta, en muchos casos sin la autorización de las autoridades marroquíes, hostigados e, incluso, perseguidos. Cada cierto tiempo, los móviles de nuestros interlocutores sonaban para dar cuenta de nuevas detenciones, palizas o acosos.

Nos contaron que no hay una sola familia en el Sahara ocupado que no cuente entre sus miembros con algún preso, muerto, desaparecido o herido. Que en la Cárcel Negra hay más de 120 niños de entre 10 y 12 años presos conviviendo con adultos en unas condiciones terribles. Que en esta cárcel se han llegado a vender centímetros para dormir. Que los malos tratos por parte de los agentes marroquíes son constantes en todas las ciudades del territorio. Que no hay libertad de expresión, que los cibercafés están controlados y que los hospitales tienen orden de no curar ni dar certificados médicos a los heridos en las manifestaciones. Que ahora la Policía marroquí opta por retener, apalear y abandonar en el campo a los manifestantes, en vez de detenerlos. Según nos dijeron, el jueves 18 de mayo, dos días antes de nuestra llegada a El Aaiún, fueron allanadas 14 casas, hubo unos 100 heridos y más de 30 personas detenidas. No olvido, claro está, a todos los refugiados que se ven obligados a vivir en el desierto argelino, o en el exilio de otros países lejanos. Este es el día a día para un pueblo cuyo único delito es haber sido abandonados a su suerte, intentar recuperar su tierra, decidir libremente su futuro y exigir que se cumpla la legalidad internacional.

Lo cierto es que, en estos 31 años transcurridos desde la ilegítima invasión de su territorio por parte de Marruecos, el pueblo saharaui ha confiado en la comunidad internacional, pero ésta no quiere o no parece ser capaz de dar una solución definitiva a un conflicto que nunca debió existir. España, la «potencia colonizadora» que un día abandonó a aquellos que antes había obligado a convertirse en sus ciudadanos, no asume su responsabilidad y, por claros intereses, prefiere obviar el problema político de fondo, centrándose en la cuestión de la ayuda humanitaria. La ONU, por su parte, también se ha mostrado totalmente ineficaz. Como antes he indicado, recientemente ha enviado una delegación de la Comisión de Derechos Humanos; habrá que esperar la publicación de su informe, aunque durante nuestra estancia pudimos oír ciertas críticas hacia la visita cursada por dicha delegación; sin olvidar el «minucioso» trabajo llevado a cabo por las autoridades marroquíes para ofrecer a los representantes de Naciones Unidas una imagen distorsionada de la realidad, al tiempo que incrementaban la represión contra la población saharaui para evitar protestas.

El control al que está sometida la población es evidente en las calles de El Aaiún. Las dos representantes del Intergrupo Paz y Libertad en el Sahara del Parlamento Vasco tuvimos suerte al poder llevar a cabo nuestro trabajo sin presiones ni vigilancia, gracias a nuestro amigo taxista, a nuestro anfitrión y a todas las personas que se arriesgaron para hablar con nosotras. Así hemos podido traer y dar a conocer el testimonio del formidable trabajo que llevan a cabo los activistas de derechos humanos saharauis de la zona ocupada, en unas circunstancias sumamente difíciles, con una fuerza, dignidad y vitalidad que son un ejemplo. Entereza, dignidad y vitalidad que comparten con sus compatriotas refugiados que se ven forzados a sobrevivir en Tinduf y en la zona liberada. Un fuerte abrazo y nuestro compromiso solidario para un pueblo con causa, para una tierra sin patria.-


 
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