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Gara > Idatzia > Iritzia > De reojo 2006-06-05
Raimundo FITERO
Caracol

Si nos comparamos con los animales, entramos en un bestiario demoledor de mitos. Por lo tanto, sin ser bestialistas, ni siquiera defensores de la vida animal por en cima de la supervivencia, nos alegramos de las utilidades que tienen los caracoles. Su función ecológica la desconozco. Pero en el ecosistema tendrá su razón de ser. Después cuando la lluvia desaparece, se convierte en un objeto del deseo de multitud de jubilados, jóvenes enraizados, gentes de todas las edades y condiciones bien educadas en la casa de ese animal.

Una vez cazado, viene una suerte de leyenda, ¿cómo mantenerlos vivo para que se vayan purgando? Salvado en raciones controladas es una solución. Hay quienes los engañan, les quitan la parte trasera, el culo, para entendernos y los vuelven a rellenar. Lo cierto es que en algunas casa de la ribera Navarra existe una fresquera en la que siempre hay una cantidad suficiente de caracoles en estado de hambruna y limpieza intestinal prestos a convertirse en acompañamiento de patatas o conejo o como plato único emborrachados en chorizo y tacos de jamón. En otras partes el caracol se hace a la plancha, en un ritual algo más duro de presenciar pero en el que se convierte en un plato bastante apetecible.

Se quiere decir que pese a que existen humanos que sienten absoluta aversión a los caracoles como elemento gastronómico, que los llegan a comparar con los limacos, la verdad es que existe tradición culinaria. Pues bien, quizás ahora hayan encontrado una función mucho más rentable para sus criadores de granja: la baba de caracol como elemento cosmético. Lo juro, llevo toda la mañana viendo y escuchando un anuncio televisivo que habla del antes y del después de las caras y se nota a las claras que tras la baba se van las arrugas. Ya está comercializado el invento, pero podemos encontrar otros valores más directos. Al igual que los pepinos, por las noches nos pondremos caracoles haciendo carreras de arruga a través de nuestros surcos faciales. En los cuentos de niños tenemos ya otra salida narrativa para el caracol, aunque no tenga rima. Vamos a buscar metáforas. -


 
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