Los muros están de nuevo en la prensa. Vuelven a ser controvertidos. Muros en la frontera entre Estados Unidos y México, muros que circundan los asentamientos israelíes en Cisjordania. Estos son muros que gente en posición de autoridad promueve construir. Pero justo hace 20 años Ronald Reagan se paró en la Puerta de Brandenburgo en Berlín y dijo la famosa frase: «¡Señor Gorbachev, derribe este muro!» ¿Por qué construimos muros? Básicamente por dos razones: para dejar gente fuera o para mantener gente dentro. Lo común es que los muros se construyan en la orilla de la jurisdicción propia (la jurisdicción de una autoridad gubernamental, la jurisdicción de la propiedad privada). Hay dos preguntas que deben hacerse respecto a los muros. ¿Son morales? ¿Son efectivos? Existe un amplio y profundo desacuerdo en cuanto a la respuesta ante estas dos preguntas.
Comencemos con los muros diseñados para dejar a la gente fuera. ¿Por qué queremos dejarla fuera? La respuesta simple es: porque tenemos algo que pensamos que otras personas quieren y no queremos compartirla con ellas. Dado que las fronteras son meras líneas en el suelo, son inherentemente porosas. Una solución es construir un muro que haga difícil cruzar la línea, para entrar en el país o en la propiedad, y así protegerla de lo que consideramos una ilegal e ilegítima intrusión a/entrada en/incautación de/ lo que consideramos nuestro.
En el caso del muro que Estados Unidos ha estado construyendo a lo largo de su frontera con México, se pretende que el muro dificulte que los mexicanos y otros latinoamericanos entren en Estados Unidos sin el permiso específico (una visa). Y, por supuesto, en la mayoría de los casos, ellos intentan entrar para buscar trabajo o tal vez reunirse con su familia. La justificación para el muro es que, si no hubiera un sistema de visas, la inmigración a un país rico sería torrencial y amenazaría los niveles de vida del país al que la gente migra. Un sistema de visas limita el número (y también, por supuesto, es una selección de los tipos) de personas que pudieran entrar, y entonces los muros están ahí para impedir la entrada de los forasteros que no pasaron por el filtro de las visas.
A nivel individual, el equivalente es la creación de las llamadas comunidades enrejadas, en las cuales los dueños de propiedades en alguna localidad crean muros para dejar fuera a los extraños que no fueron invitados, y contratan fuerzas policiales privadas que dan cumplimiento a esta restricción. Les llamamos comunidades enrejadas en los países ricos. Pero actualmente, en muchas comunidades urbanas en los países del Sur, las personas que viven en las casas más ricas erigen muros particulares que impiden la entrada a los intrusos, muros que con frecuencia se refuerzan con alambre de púas, fieros perros y, algunas veces, policía privada. Es común la justificación de que las fuerzas policiacas gubernamentales son inadecuadas para el trabajo de proteger de ataques la propiedad privada y las personas.
Ahora demos un vistazo al otro motivo, mantener a la gente dentro. Cuando en 1961 la República Democrática Alemana erigió el Muro de Berlín, la razón fue política. Había ocurrido un éxodo constante de personas a la República Federal Alemana a través del sistema del Metro de Berlín. Esto avergonzaba políticamente a las autoridades de la República Democrática Alemana. Así que construyeron un muro, uno que se mantuvo en pie hasta 1989. Cuando Reagan llamó a que se derribara el muro, estaba expresando el derecho de las personas a emigrar, a abandonar el lugar donde estaban, por cualquier razón que fuera.
Ese muro particular se vino abajo. Cuando cayó, las personas tras los muros (figurativamente todos aquellos que vivieron bajo los regímenes comunistas de Europa centro-oriental y la Unión Soviética) se toparon con el hecho de que habían adquirido el derecho de emigrar, pero no el derecho de inmigrar. Para inmigrar, seguían requiriendo de visas. Y hasta la fecha no es tan fácil obtenerlas. Algunas personas emigran legalmente, pero ahora inmigran ilegalmente.
En el caso de los muros israelíes, la explicación ofrecida es que se construyen para reducir la capacidad de los palestinos de emprender acciones violentas en estas zonas. Pero esos muros no se construyen en la orilla de una jurisdicción. Se construyen para crear una jurisdicción. Es una manera de crear fronteras de facto.
Retornemos a nuestras dos preguntas. ¿Son morales los muros? ¿Son efectivos? La moralidad de los muros construidos para dejar a la gente fuera nos conduce a la moralidad de los derechos de propiedad. Y la moralidad de los derechos de propiedad es una cuestión de cómo fue adquirida esa propiedad. Los dueños de la propiedad alegan que fue resultado de su arduo trabajo, y los otros argumentan que fue resultado del robo, la agresión y otras apropiaciones ilegítimas (si no es que ilegales). No hay una respuesta genérica a esta cuestión y, en la práctica, la respuesta a los casos particulares es el resultado de negociaciones y arreglos políticos.
Libre comercio
Por supuesto, uno pensaría que las personas comprometidas con las interminables virtudes del libre comercio debieran sentir que el movimiento individual debería estar gobernado por el mercado y no por los monopolios (la restricción de derechos de acceso mediante un sistema de visas, por ejemplo). Pero en la práctica, pocos proponentes del sistema de libre comercio dicen alguna vez esto. Alegan que los bienes y el capital deben moverse con libertad, pero tienden a no hacer extensivo este principio de mercado al movimiento de las personas. Y uno podría pensar que las personas comprometidas con la equidad social deberían estar en favor de compartirla con todos. Pero en la práctica, muchos proponentes de la equidad social, especialmente en los países ricos, desean limitar la equidad social a aquellos que ya se encuentran en un país particular, y no abrirla a todo el mundo. La consigna parece ser: protejamos nuestros derechos, propiedad y empleos, no los derechos, la propiedad y los empleos del mundo entero.
En cuanto a la efectividad, en el corto plazo los muros son eficaces en dejar fuera a muchas personas (no a todas), y en mantener a muchas dentro (no a todas). En el mediano plazo, los muros son políticamente abrasivos y magnifican la injusticia, y como tal tienden a forzar negociaciones posteriores. La única cosa segura que puede decirse de los muros es que ciertamente no son amigables ni caritativos, y no son una señal de libertad. -
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