En los últimos días, los gobiernos de Estados Unidos e Israel han reiterado que la razón de Estado que marca la pauta de sus actuaciones es el belicismo, entendido éste como la fórmula elegida para imponer sus decisiones al resto del mundo, en el caso del gigante americano, o al pueblo palestino, en el del Estado judío. Y lo han hecho con el descaro de quien se considera más fuerte y sabe que tiene más razones armamentísticas que aquellos a quienes ha designado como sus enemigos. De otra forma sería imposible entender, por ejemplo, las declaraciones realizadas ayer por el primer ministro israelí, Ehud Olmert, quien, al expresar su «profundo rechazo» por la muerte de siete civiles palestinos «inocentes», miembros de una misma familia, justificó la masacre afirmando que el Ejército israelí es «el más moral del mundo».
El mismo concepto ético utiliza la Casa Blanca para intentar justificar ante el mundo la existencia del centro de exterminio de Guantánamo, en el que desde 2001 mantiene secuestradas a cientos de personas, capturadas en decenas de países, vulnerando las mínimas garantías recogidas no ya en el Derecho Internacional, sino incluso en el Convenio de Ginebra relativo al trato debido a los prisioneros de guerra. Mientras un portavoz de Georges W. Bush afirmaba que el presidente estadounidense quería trasladar su «grave preocupación» por el supuesto suicidio de tres prisioneros, una alta funcionaria del Departamento de Estado calificaba los hechos como «una buena operación de relaciones públicas para llamar la atención».
A pesar de que las organizaciones de Derechos Humanos y los informes de Naciones Unidas insisten en que en Guantánamo se utiliza sistemáticamente la tortura y dan credibilidad a los escalofriantes relatos de los pocos detenidos que han podido recuperar la libertad, Estados Unidos no tiene empacho en acusar a las tres últimas víctimas de haber cometido «un acto de guerra» al suicidarse.
Estados Unidos y su aliado Israel se ven obligados a expresar su «preocupación» cada vez que uno de esos crímenes de guerra alcanza una notoria repercusión internacional sólo porque así tranquilizan las conciencias de sus socios occidentales, que volverán a mirar hacia otro lado hasta que estalle el próximo capítulo de esta historia bélica que, al menos hoy, parece interminable. -