Emilio Majuelo Gil - Historiador
Las sombras del pasado...
Se habla de la puesta en marcha de un proceso político en cuya meta final se coloca la capacidad del conjunto de los vascos para determinar libremente su modelo institucional de funcionamiento. Es cierto que la clase política se ha hecho eco de las consecuencias que a medio plazo pueden derivarse del final de la política defendida con medios armados. Unos, con esperanza, han aplaudido ese nuevo horizonte visto como antesala de un nuevo escenario capaz de albergar a todas las corrientes políticas en activo. Otros esperan reubicarse en ese futuro nuevo marco que profundizando en el actual pueda ayudarles a seguir llevando la iniciativa en el ámbito institucional más importante de Euskal Herria y a mantener la capacidad de interlocución con los poderes centrales del Estado. Por último, hay quien se sitúa en el rechazo tajante a cualquier modificación del modelo de territorialización del Estado porque su guerra por recobrar el Gobierno de España se libra bajo la bandera del inmovilismo, y de ganar aquélla tendrían también en su mano la victoria en la batalla para reducir las pretensiones del Parlamento catalán y, por supuesto, del vascongado.Tiene este proceso en el que hemos sido embarcados algo de escaparate en el que se muestran diversos objetos de los que se trata mucho en los medios de comunicación, pero de los que se sabe bastante poco. La actual Ley de Partidos, la política penitenciaria, la ultimación hablada de la violencia política, la obsolescencia del modelo autonómico, son algunos de esos objetos sobre los que se habla, escribe y debate sin que a ciencia cierta pueda vislumbrarse cuál vaya a ser el resultado concreto final que aclare el porvenir de esos problemas. Es, en suma, el pasado reciente con sus sombras vertiendo su oscura silueta sobre el hoy poco definido. Encarar el presente exige, sin embargo, algo más de luz y sobre todo de proyección de futuro. Es muy posible que los temas mencionados vayan teniendo una concreción conforme pase el tiempo bajo esta perspectiva actual de no política con violencia, aunque con toda seguridad el resultante final no estará avalado de forma homogénea por los agentes políticos en liza. Existe, con todo, cierta evidencia acerca del tipo de respuesta que darán la mayoría de ellos. Del tándem PP-UPN ya se dijo que su oferta se resume en la reconquista de España actuando sistemáticamente de ariete contra el Gobierno actual a través del recurso, viejo pero efectivo, de aglutinar votos en su torno mediante el recurso al miedo, a las imágenes tremendistas y apocalípticas, y a la tergiversación semántica del lenguaje. El PSOE estará muy cerca de sus actuales posiciones reconociendo que, si bien hay un conglomerado independentista en el seno de los vascos, nunca admitirá modificaciones de envergadura en el texto de la Constitución de 1978, ya que de forma sorpresiva, esencialista e historicista, para el PSOE Baskonia es parte consustancial de España. El PNV se reubicará de manera que siga siendo el vertebrador de la política en Vascongadas, escorándose, según vengan dadas las circunstancias, hacia el sentido de las propuestas del PSOE o hacia las del mundo abertzale, y puede adelantarse que no encabezará un bloque independentista, soberanista o rupturista con la Carta Magna española. Si las opciones descritas dan poco juego a la improvisación y a la sorpresa, queda por saber cómo puede reaccionar el mundo aber- tzale, del que en estos momentos se desprende un tono de ingenuidad y de falta de realismo. Hay, en su base al menos, una sensación de espera a la realización de la «idea», una esperanza de que «eso que nadie sabe pero que se cree ha sido negociado» se consumará. A diario se comprueba cómo se alimenta la expectación cuando se leen enunciados como «el proceso en graves dificultades», «el nerviosismo de los navarristas», «importante paso en el proceso» o similares, que nos remiten, sin embargo, a iniciativas que suceden fuera de nuestro alcance, de las que de modo ingenuo se puede esperar su realización-satisfacción o su interrupción-frustración. Algo de esto acaeció hace pocos años tras el acuerdo Lizarra-Garazi con el consiguiente mazazo colectivo que está por ver que pueda quedar superado en la nueva situación. La otra cara de la práctica política del mundo abertzale es la falta de realismo ante la situación actual. El tantas veces alabado «resistencialismo» pesa ahora como una losa, es ese fantasma del pasado que atenaza la mente de los vivos. Ahora, por el contrario, si se finiquitó el tipo de política mediante la violencia, no habría sino que abordar el futuro escenario con otras propuestas e intervenciones, sólo que el asunto, crudo asunto, es determinar cuáles son esas iniciativas y cómo llevarlas a cabo. Retomemos en cualquier caso aquel análisis que tantas veces se utilizó en estos últimos años por la izquierda abertzale acerca de la debilidad del Estado español, démosle la vuelta por completo y, visto lo acontecido hasta hoy mismo, partamos por el contrario de la fortaleza de los aparatos e instituciones estatales; combinemos ese análisis con el muy difundido planteamiento que subraya el momento crítico en el que vive Euskal Herria y concluyamos defendiendo la urgencia de poner un dique a aquella fortaleza estatal y a esta debilidad institucional vasca. Habría, en consecuencia, que levantar una alternativa política que a medio plazo cohesione el heterogéneo mundo abertzale y que sea atractiva para amplios sectores sociales que no pertenecen a aquel; una alternativa que sea fruto de un discurso acomodado a los nuevos tiempos, del que algunos ejes debieran ser la defensa del republicanismo, el nacionalismo y el independentismo. Dando por correcta la excepcionalidad del momento actual, las tareas de conformar nuevas mayorías parlamentarias, apoyar o participar en futuros gobiernos, gestar coaliciones electorales suficientes y articular un movimiento político nuevo, resultan enormidades para la dirigencia de la izquierda abertzale. Es casi impensable que a corto plazo desaparezca la fragmentación política, la multiplicación de ofertas electorales, merme la incapacidad para llegar a otros sectores sociales o la impotencia, obligada por la actual legislación española, para rees- tructurar a fondo las estructuras partidarias. Es, una vez más, la prolongación en el tiempo de las sombras del pasado tan sólidas y penetrantes como sinuosas e imperceptibles, hasta el punto que envuelven a quien de forma voluntarista sueña con una novedosa situación política, mientras le impide darse cuenta de que se han convertido en las sombras del presente. -
|