Parece ser que un huevo es mucho más que la yema, la clara y su envolvente. Se ha convertido en la muestra evidente de una protesta y malestar cuando es lanzado contra algún político, como las caceroladas. Un huevo, toda una estructura perfecta llena de poder, es el símbolo más aireado estos días por los ofendidos que claman venganza y piden justicia ante la ofensa de verse diana de las iras de estos abusones lanza-huevos.

Hay quien utiliza todos los medios a su alcance para aparecer como víctima una vez más, cuando sus armas ofensivas fueron más feroces y constantes que esta acción que de momento sólo ha durado dos o tres momentos de la inmensa vida de insultos por parte de los derechosos, los mismos que han solicitado intervenciones armadas, actuaciones del Ejército, justicia represora, prisión para los que buscan la paz.

Reconozco que no me hace gracia imaginarme pringado, pero también que tienen su gracia las caras desencajadas de los que esquivan, leer los editoriales de los medios más usados y abusados por estos objetivos humanos y esas voces de las ondas clamando no sé qué desde sus torreones guerreros, señalando a quién se ha de golpear y perseguir. Hoy más que nunca reclamo un altar y toda una religión basada en el culto a este objeto de forma curiosa y muy estudiada, lo adoraré por ser quien ha logrado hacer más daño que las multitudinarias manifestaciones por el desmadre del Prestige, la llamada a la guerra de Irak, esa Ley de Partidos y sus actuaciones golpeadoras y saqueadoras posteriores, por esos usos y abusos del poder que quedarán para los anales de la historia de la «grande y libre» patria de Manolo el del Bombo.

Los llamamientos a la cordura apenas se han oído; sí, sin embargo, la ira de los aduladores de las gaviotas, del gran dinosaurio del franquismo Fraga, de ese disco rayado Acebes y su cantinela de todo es ETA, de ese Rajoy que incluso huye de sus posibilidades de desmarcarse de las hordas de la División Azul, del gran Jiménez Losantos que desde las ondas bendecidas por la Iglesia no ha dejado títere con cabeza, de esos periodistas que han insultado miles de veces a sus «enemigos» con lo mas zafio; o sea, unos huevos han logrado hacer más daño que las defensivas respuestas hasta el momento.

Prometo mirar con más simpatía a un huevo cocido, pero ojo con la demagogia y los demagogos, que comienzan apareciendo víctimas y terminan por marcar las pautas represoras tocando el acordeón en televisión o llamando a las cruzadas en defensa de unas tierras unidas de por vida por dos reyes nada más ni nada menos que católicos, apostólicos y romanos. ¡Qué miedo! Y en eso he de reconocer que el huevo puede convertirse en algo muy peligroso en el futuro. Lo ilegalizarán, lo veréis. -