Por supuesto, lo que menos desean es la paz. Por ello, no dudan en poner todo tipo de obstáculos y frenos a cualquier proceso que se ponga en marcha para encaminar hacia la solución el largo conflicto entre tamiles y cingaleses. A la hora de buscar a los responsables de este tipo de actuaciones, en primer lugar hay que preguntarse a quién beneficia una situación de guerra y, al mismo tiempo, quién tendría algo que perder en caso de que el proceso de paz se materialice.

Las lecturas que se realizan estos días no dudan en señalar al LTTE como el responsable de estos atentados, a pesar del desmentido categórico y la condena por parte de los representantes tamiles. Esas fuentes no hacen ninguna mención a la pregunta antes señalada. Es cierto que ningún proceso de paz está exento de complicaciones y de situaciones muy delicadas, pero cuando las dos partes están decididas a llevar adelante el mismo, siempre quedan al margen los actores dispuestos a utilizar sus energías para sabotear todos los avances.

En Sri Lanka la situación actual es muy preocupante. El fracaso en las conversaciones entre el Gobierno cingalés y la guerrilla tamil ha sido aprovechado por los enemigos del proceso para articular reacciones violentas de la población, bien a través de informaciones manipuladas, bien con acciones como la que acaba de suceder, con víctimas civiles que puedan servir de excusa para responder militarmente contra la población tamil.

Esas pueden ser las razones que expliquen la deteriorada situación de un proceso que comenzó con entusiasmo y que ahora algunos se esfuerzan en que acabe convirtiéndose en una fracaso y se vuelva a una guerra abierta.

Los tamiles exigen, con buen criterio, que el Gobierno controle a las fuerzas que están poniendo en peligro el proceso. Y es que los actores que tienen algo que perder son aquellos que han hecho de la guerra su modus vivendi. Entre estos, además de militares y policías que temen perder su empleo, están políticos que prefieren aprovecharse del sufrimiento de la población en beneficio propio. Finalmente, una de las claves que más se olvida en los medios es la utilización de los renegados como marionetas para prolongar el conflicto. Las acciones provocadoras que denuncia el LTTE, en ocasiones son cometidas por el renegado coronel Karuna, pero con asistencia y complicidad de las fuerzas cingalesas.

El coste humano y económico que ha castigado a ambas comunidades es un precio muy alto que ya han pagado los pueblos. De ahí que el camino iniciado en el proceso de paz deba afianzarse y blindarse ante este tipo de ataques. Las reivindicaciones tamiles deben tener un cauce de expresión política aceptado y, si la mayoría tamil decide, en el ejercicio de su derecho de autodeterminación, la configuración de un Estado propio o cualquier otra solución, el resto de actores, locales o internacionales, deben respetar esa voluntad. Esos mismo actores deben poner en acción todos sus medios para evitar que todo acabe en una «situación de guerra no declarada» donde todo lo avanzado hasta ahora quede convertido en cenizas y se vuelva al estado de cosas que buscan desesperadamente esas fuerzas contrarias al proceso. -