Iñaki Barcena - Miembro de Ekologistak Martxan
El TAV y los déficits democráticos
Fue durante la cumbre europea de Cardiff (1988) cuando
entre las redes transeuropeas apareció por primera vez el eje Dax-Gasteiz de
alta velocidad y todavía hoy las diferencias entre el Gobierno vasco y la
oposición al TAV giran de forma inusitada en torno ha si ha habido suficiente
información y debate social y si el público tiene conocimiento sobre el
proyecto. Como cantaba Gardel, ¡que 20 años no es nada!
Información y debate Parece ridículo decir que tras casi 20 años no haya habido debate social, ni suficiente información, si no es porque está en juego «el mayor proyecto económico que este país ha tenido jamás». Quizás ésa sea la cuestión. Ni antes con Alvaro Amann, y menos ahora con Nuria López de Gereñu, ha habido oportunidades de discutir el fondo y la forma del proyecto y comunicarlo al público. ¿A quién le interesa eso?
A los opositores al TAV se les dice ahora desde Gasteiz que no es momento de discutir, sino de actuar, y hasta hace poco se les ninguneaba, se les negaba cualquier representatividad y se les invitaba a formar un partido político para acudir al Parlamento vasco. Aunque pueda provocar risa, la cosa es muy seria. En los últimos quince años sólo en muy contadas ocasiones hemos tenido la oportunidad de escuchar las favorables voces institucionales en debate directo con las de los opositores. Es como si los asesores del Gobierno vasco se lo hubieran prohibido.Quizás no había nada que discutir, ya que la clave estaba en Bruselas y, sobre todo, en manos del Gobierno de Madrid, y el acuerdo político sobre su financiación no ha llegado hasta abril de 2006. PSOE y PP, PSE-EE y PNV siempre han estado a favor del TAV, pero hasta hace un mes la llave de la «Y vasca» estaba en Madrid. Y ahora que han venido las competencias hay que empezar cuanto antes las obras aunque no esté claro ni siquiera todo su recorrido. ¿Dónde estará la estación en Bilbao? ¿Llegará hasta el puerto del Abra? Haciendo justicia habría que decir que la mayor parte de la información sobre este proyecto la ha proporcionado la oposición al mismo, y es que ha sido muy complicado obtener información. Si alguien pregunta algo tan simple como cuántas estaciones va a tener, la respuesta no es fácil. Ni el propio Gobierno vasco la tiene, o si, pero prefiere subir de tres (Bilbo, Donostia, Gasteiz) a cinco (Ezkio-Itsaso, Euba) tratando de evitar críticas.
Democracia y negocios No se puede hablar de un proyecto maduro, ya que más allá de la propaganda y la publicidad hecha, aún hoy contenidos significativos no son accesibles. Tampoco el Gobierno vasco sabe como serán pero lo importante ya ha llegado, el protocolo con el Gobierno español. A quienes dicen que el proyecto no tiene vuelta atrás y que todo está decidido, hay que recordarles que todo es posible en la política. Otros grandes planes como Lemoiz o, más recientemente, el trasvase del Ebro se cancelaron después de aprobados, justo por cambios de gobierno, y es que el tempus político y el de las grandes infraestructuras no es el mismo.
Los opositores suman un 25% a los 4.600 millones de euros presupuestados y hablan de 6.000 millones. No hay duda de que es el proyecto más caro que ha existido jamás en Euskal Herria. Y de ahí nace la lógica crítica de ecologistas, sindicatos, grupos políticos y sociales cuando plantean: ¿Por qué no utilizar ese dinero para mejorar el transporte público? ¿Por qué invertir tanto dinero en un proyecto entre tres capitales cuando entre ellas se mueve mucho menos del 1% de la gente? Así llegamos al tema democrático. Dice la consejera actual que representan la voluntad del 83% de la gente en este tema y eso no es cierto. En sus propias encuestas se observa que el 50% del público no conoce suficientemente el proyecto. Y los que saben algo lo han recibido de la oposición al TAV. En todo sistema democrático es lícita la propaganda y publicidad, pero la sostenibilidad, el desarrollo, los puestos de trabajo, la menor contaminación y trafico de camiones, o la reducción de gases de efecto invernaderoŠ han de ser contrastadas en un debate racional y público en las instituciones y en los medios de comunicación. Y eso clama por su ausencia. Cuando Roberto Bermejo y su equipo investigador de la UPV realizaron el análisis económico de la «Y vasca», sólo recibieron calumnias y desprecios por parte del Gobierno vasco, y muchos no lo hemos olvidado. Son muchos años de menosprecio a la oposición a este proyecto y ninguna interlocución posible, y eso ni es justo ni es democrático. En los más de cinco años que lleva reuniéndose el Consejo Asesor de Medio Ambiente nunca se ha debatido sobre el TAV, aunque parece que hay voluntad de hacerlo en breve.
Tradicionalistas y neoliberales No obstante, parece que el TAV se va colocando en el centro del debate político-social, y eso exige declaraciones por parte de los cargos políticos. Hace un mes escaso el diputado general de Guipúzcoa, González de Txabarri, escribía diciendo que al igual que en el siglo XIX los tradicionalistas se opusieron al tren, hoy ciertos sectores son reacios frente a las tesis neoliberales de quienes defienden la «Y vasca». Lo de neoliberal no lo decía él, eso es de mi propia cosecha.
La historia enseña, sin duda, pero el anteriormente miembro de la izquierda comunista y abertzale (LAIA) y ahora diputado de Guipúzcoa yerra. Es en Gipuzkoa donde existe el mayor número de personas, ayuntamientos y entidades opuestas al TAV y donde el conflicto socio-ambiental puede potencialmente ser más grave. Y es precisamente lo que un cargo político debe evitar. Se debería buscar el bienestar de la mayoría en vez de defender un proyecto elitista. Y defender un tren social, por ejemplo el del Urola. No hay que referirse a la historia antigua para saber quiénes y con qué criterio quitaron esta línea. Y no sola- mente el ferrocarril, sino incluso los puentes sobre el Urola para no poder dar marcha atrás. ¿Quién está contra el tren?En el contencioso sobre la «Y vasca» hay muchos déficits democráticos que no se pueden solventar sólo con la mayoría parlamentaria. La oposición a esta obra es muy numerosa en Euskal Herria y todavía hay tiempo para evitar los daños ambientales y sociales. Y para ello se deben utilizar métodos democráticos, avivando el debate y la deliberación antes de tomar decisiones. Como todo el mundo sabe, el camino democrático es darle la palabra al pueblo. -
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