Billetes vendidos en la reventa por cinco veces más de su precio base para el partido entre Alemania y Ecuador el pasado martes en Berlín. Otros billetes carísimos disponibles en varias páginas de internet. Es, sin duda, un mercado negro en el que los apasionados al fútbol arriesgan su dinero.Las bandas de inscripción colocadas por la FIFA sobre la entrada con el nombre del comprador para impedir la reventa ilegal a precios prohibitivos no impiden a ciertos poseedores realizar bellas plusvalías, como fue el caso del Alemania-Ecuador en la capital alemana.
Nada más salir de la estación de metro Olympiastadion, percibimos a gente que agita entradas para el partido cuando las taquillas llevaban tiempo cerradas. Un joven alemán pide 150 euros por un billete de un valor de 60 euros que lleva el nombre de un tercero. Teóricamente, el control de identidad no permite acceder al estadio, porque el nombre del espectador debe corresponder al imprimido sobre el billete.
«No puedo garantizar nada, pero lo del nombre no plantea ningún problema porque es imposible controlar a todo el mundo», afirma el joven revendedor, que asegura haber repetido la experiencia en Stuttgart con anterioridad.
Sin exagerar, una buena decena de personas trata de revender entradas a lo largo de Rossitter Weg, un pequeño camino que úne la estación de metro con el legendario estadio olímpico que acogió los Juegos Olímpicos de 1936.
Otro alemán pide 150 euros por una entrada adquirida por 60 euros en la página web de la FIFA. «No es legal, ya lo sé, pero necesito un poco de dinero», dice. «Este precio es una ganga y todo va bien, ya he vendido tres y no ha habido ningún problema», asegura el hombre. Encontrará comprador.
Un poco más lejos, un joven estadounidense insiste en el hecho de que los billetes que procura revender a 200 euros, el doble de su valor en origen, llevan el nombre de la sociedad JB Sport y permiten entrar en el estadio sin correr peligro de ser controlado. Provienen del contingente de entradas adquiridas por empresas para ofrecérselas a sus socios.
Otros cuatro ecuatorianos, que también poseen billetes sellados a nombre de la misma sociedad, repiten precio de 200 euros. «Es lo que se pagó en el Ecuador», afirman negando cualquier tipo de negocio ilegal.
Pero la palma se la lleva una mujer que vendió una entrada para el partido Portugal-México por 2.000 euros a un aficionado alemán ayer mismo a las puertas del estadio de Gelsenkirchen.
La mujer se situó en las inmediaciones de la entrada principal del recinto con un cartel a mano alzada en el que se indicaba «Ticket for match: 2.000 E» y aunque algunos aficionados trataron de comprar la localidad a un precio inferior, finalmente la vendió por la cantidad que solicitaba a un aficionado que ni siquiera trató de regatear.
La entrada se vendió una hora y media antes de comenzar el partido en un momento en el que diferentes aficionados portaban otros carteles, en inglés, castellano o portugués en el que solicitaban localidades.
Además, Fabián Vasilakos, empresario mexicano de San Luis Potosí, pagó 1.000 euros por una entrada de la tribuna roja, denominada «Hospitality Desk», con la que tiene derecho a determinados privilegios dentro del moderno estadio.
En los exteriores, también se notó la presencia de numerosos aficionados mexicanos que viajaron desde su país confiados de que tenían una entrada asegurada por su agencia de viajes, pero que a su llegada a Alemania se encontraron sin su preciado billete.
Flexibilidad
En los accesos al aparcamiento del estadio berlinés, que acogió el martes a 72.000 espectadores, otro individuo pide 250 euros para billetes comercializados a 60 euros la pieza por la FIFA. A pocos minutos del saque de centro, le queda una única entrada del fajo con el que había llegado.
No lejos de allí, en el stand de información de la policía, un portavoz advierte contra tales compras: «si alguien es controlado con un billete que no lleva su nombre, no será autorizado a entrar en el estadio». Lo que no es siempre el caso, según el propio comité de organización.
El martes, su vicepresidente, Wolfgang Niersbach, afirmó que algunas personas sí podían ser autorizadas a entrar a pesar de no poseer entradas a su nombre, observando que mil seguidores se encontraban con el problema cada partido.
Los organizadores parecen haber suavizado así las estrictas reglas de cambio de nombre, que solo podían efectuarse, teóricamente, según siete criterios muy precisos, como una enfermedad o una defunción. -
BERLIN