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Gara > Idatzia > Iritzia > Ezbaika 2006-06-27
Txomin Ziluaga Arrate - Profesor y miembro del Colectivo Santi Brouard
España: «delirium tremens»

Las Españas fueron y la España contemporánea ­en su acepción y concepción imperial y fascista realmente existente­ es un gran delirium tremens. Es la perturbación mental propia de los grandes imperios-estado-nación que dicen haber sido elegidos por la providencia-Dios para cumplir una alta misión en el destino universal, aunque para ello hayan empleado y hagan uso sistemático de la violencia más atroz que incluye ­como es sabido­ las armas de destrucción masiva, capaces ya de aniquilar el propio planeta Tierra. Es el delirio del gran poderío económico de la globalización y de su interrelación estado-mercado (banca, multinacionales, multimillonarios, paraísos fiscales), del control de los medios de comunicación y del poder judicial, entre otros. Según se desprende de las declaraciones públicas que hacen personas, supuestamente instruidas, como Javier Solana, Joseba Arregi, Rajoy, Marlaska, Zaplana o el chirichi de turno ligado a los pederastas de la Legión de Cristo (“El País”, 29/V/06) y vinculado a la dirección del PP, se encuentran gravemente afectados por ese síndrome.

En la edición de “El Correo” del pasado 7 de junio podía leerse: «En el marco del comité especial de Naciones Unidas para la descolonización, el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, anunció ayer que el Peñón piensa ejercer su derecho a la autodeterminación por la vía de una próxima consulta popular. Caruana aseguró que Londres también reconoce y acepta que el citado referéndum constituye un ejercicio de nuestro derecho a la Autodeterminación». El Gobierno español tiene aceptado y suscrito ante dicho comité de la ONU el compromiso formal de respetar las decisiones políticas que cuenten con la aprobación de las gibraltareñas y gibraltareños.

A medida que crece el valor del derecho a decidir ­y, lo que es más importante, la voluntad mayoritaria de la ciudadanía para ejercerlo en Europa: Chequia, Eslovaquia, Groenlandia, Letonia, Croacia, Islandia, Lituania, Irlanda, Eslovenia, Montenegro, Gibraltar, Euskal HerriaŠ aumenta el delirium de los defensores del imperio. La versión enciclopédica del Larousse nos advierte de esta enajenación como algo relativamente sistematizado que, asentado sobre una base irreal, produce una alteración del estado general. También reciben el nombre de ideas delirantes todas aquellas que una mente equivocada se ha formado por un mecanismo patológico, y son resistentes a la argumentación lógica. Los delirios precisan de tres características: irrealidad, inicio patológico y firmeza. Sería interesante conocer, por ejemplo, la opinión que los arriba mencionados, o la mismísima Duquesa de Alba, tienen sobre Gibraltar, el Comité de la ONU o las decisiones de la Unión Europea. Su silencio frente a la legalización internacional de aceptar la libre decisión de la población actual gibraltareña, en todo caso, resulta revelador.

El General Franco, los fascistas y la extrema derecha española, en sus delirios de grandeza imperial, han afirmado siempre ­sobre una base irreal­ que Gibraltar es España y el Peñón español, porque el rey Felipe V en 1713, firmó malamente el Tratado de Utrecht y que Ceuta y Melilla son españolas también. Es la España del águila negra, del Día de la Raza, de la piel de toro y miles de bobadas más.

Siguiendo malintencionadas interpretaciones de Maquiavelo, los portadores del síndrome del delirium tremens imperial defienden que el sujeto de la política es el gran estado-nación-imperio y no la persona, ni el pueblo como comunidad o como proyecto común de convivencia. Lógicamente, la inmensa mayoría de la ciudadanía de a pie opinamos lo contrario; es decir, pensamos que el sujeto principal de la política es y debe ser, en primer lugar, la persona, y en su consecuencia de vida ha de poder desarrollarse en armonía a sus sentimientos e intereses. En segundo lugar, el pueblo como comunidad establemente constituida en un territorio, postergando al tercer lugar a las naciones y estados solidarios. Jamás los estados imperialistas. Los portadores del virus imperial, históricamente se han empeñado a fondo en la tarea de trasmitir a su respectiva población civil sus propios mitos patológicos y fantásticos, aparentando una gran firmeza, amenazando con sus poderes, y tratando de inculcar ideológicamente el orgullo nacional y el poder imperial o estatal, a través de la religión, el deporte competitivo, el consumo convulsivo, el oportunismo, la falsificación de la historia y de sus protagonistas, la caricaturización y/o prostitución del folklore tratando de imponer una inexistente identidad.

Ciertamente, los defensores de esa España son responsables directos de todos los males que actualmente padece la humanidad. De todos ellos. También de su pasado criminal colonial, con miles de millones de personas asesinadas, torturadas y maltratadas en Europa, América, Asia y Africa. Así ha sido la extrema derecha española y así intenta seguir esa minoría del síndrome.

Como ciudadanía vasca, europea y mundial no tenemos ningún problema en reconocer que las personas que se consideren, o libremente se reclamen, españolas puedan decidir libremente su propio presente y futuro, de proyecto común y de convivencia entre ellos y con los demás pueblos de la Unión Europea. En consecuencia, sería justo, exigir o solicitar a la ciudadanía que se considera española que respete, e incluso apoye, el derecho democrático a decidir su propio futuro a la población de Gibraltar, al igual que a la de otros pueblos europeos o del resto del mundo como, por ejemplo, la de Euskal Herria.

Solidariamente, también desearíamos que no se dejen influenciar ni manipular por las oligarquías, por los portadores del delirium tremens imperial, ya se reclamen españoles, vascos o de cualquier otra ralea. Las ciudadanías de todo el mundo tenemos mucho y bueno en común, de pasado, presente y futuro, mucho que compartir y construir. Seamos solidarios en nuestra mutua ayuda a decidir libremente como personas y como pueblos. De acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas y las precedentes de la Unión Europea, las aspiraciones democráticas de muchas personas, comunidades y pueblos europeos se concretan también en la defensa teórica y práctica del derecho de autodeterminación. -


 
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