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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-06-27
Josefo, detenido

simón se abrió paso entre los clientes que le separaban de Huesitos.

­Luis Mari, ¿sabes algo de Xuxú?

­Pues que está en casa. Han debido encontrar un cadáver en Santa Ana y me imagino que estará más muerto que vivo.

­Algo de eso me ha contado Ane, la hija del sacristán. Perdonad pero voy a buscarle. Si hay un muerto, tendré que ir a darle la extremaunción. Perdonad otra vez. Luego os veréŠ

Huesitos torció el morro. Simón era un buen amigo, pero su condición de cura era difícil de digerir. Menos aún para él, que había sido joven devoto y hasta seminarista en los primeros tres años de carrera.

­Pero si el muerto es moro, ¿para qué coño tiene que ir el cura a enredar?

­Y tú ¿qué sabes si es moro o no es moro? Y si es moro, ¿cómo sabes que no es católico?

­¡Esta es otra! Pues porque si es moro, será mahometano y no hay por qué enredar con las cosas del Papa. Yo creo que es una ofensa.

­Bueno, pues estate tranquilo. Si se ve que es moro, Simón le dejará en paz. .

­No te creas. Estos intentan convertirte hasta después de muertoŠ

En su casa, Xuxú intentaba reponerse del susto. La Ertzaintza le había citado para el mediodía en la Inspección Municipal y había decidido almorzar fuerte y tomar unos potes antes de afrontar el nuevo trance.

­Será mejor que vengas a comer a casa antes de ir a declarar, ¡no crees?

­Ni pensar. Me sentaría mal. Prefiero tomar un caldo o algo así y después de unos blancos acercarme al ayuntamiento. La imagen de ese chico degollado me viene a la cabeza una y otra vez.

­Tendrás que darle la vueltaŠ

­Se dice fácil, Miren, se dice fácil.

Uriondo, alterado

Uriondo, un pueblo tranquilo hasta el aburrimiento, parecía alterado. Los periodistas, los coches de la Policía autonómica y decenas de curiosos que no eran habituales en esos días y a esas horas, pululaban por las calles del casco antiguo de la localidad.

­Sí es cojonudo. Sale mas gente que cuando las elecciones. Ya he visto a dos o tres que pensaba que habían muerto.

­Hombre, Huesitos, es normal, ¿no? O crees que todos los días matan a alguien en el puebloŠ

Gotzon también estaba sorprendido. Se acababa de enterar de lo ocurrido y le disgustaba que fuera Xuxú, precisamente, el implicado en el caso.

­Ya sabes que a Xuxú no le conviene mezclarse con policías, crímenes ni jueces. Bastante mal lo pasó cuando aquel hijo de puta le quiso empurar por ‘colaboración con banda nosequé’.

­En eso llevas razón. El juez aquel estuvo a punto de encarcelarlo. Y todo por abrir la puerta de casa a quien necesitaba cobijo.

­Eso, aquí, no ha sido delito nunca, pero ahora vivimos bajo las leyes de otros, así que ajo y agua.

­¿Ajo y agua?

­Sí. A joderse y a aguantarse. ¿No lo habías oído nunca?

­Pues la verdad es que no.

­Otro que ha estudiado entre frailesŠ

Xuxú apareció cuando la ronda acababa de entrar en el Kaiku. Nadie dijo nada al verle.

­Oye, que el muerto es otro. A mí me podéis hablar.

­Vaya palo, ¿verdad? Lo has encontrado tú.

­Estaba mirando a dónde lanzar la caña y lo he visto. A principio no sabía qué era, pero en cuanto hemos bajadoŠ

­Aquí han dicho que era moro.

­Bueno, no sé. Per tenía aspecto de argelino o así. No llevaba documentación encima y no parecía haber muerto hacía demasiado tiempo. Yo creo que lo mataron allí mismo aunque, claro, con la marea, no había rastros de sangre.

­Algún ajuste de cuentasŠ

­Pues cuentas de las gordas tendrían que ser, porque el tajo era de ponerte los pelos de punta. Un poco más y le separa la cabeza del tronco.

­Bueno, no te estires en detalles, que es la hora del aperitivo y a mí estas cosas me impresionan mucho.

Xuxú tomó un blanco y decidió acercarse a la comisaría improvisada de la Ertzaintza. Podía haber ido más tarde, pero la inquietud era mayor que el sosiego y eligió el camino más corto.

­Voy a declarar y acabo con esta historia en un momento. Así no quiero seguir.

­Pues si terminas pronto, aquí estaremos.

De bruces con simon

Camino del ayuntamiento se dio de bruces con Simón. El sacerdote volvía de Santa Ana. El cuerpo sin vida del joven estaba aún allí, a la espera de que el juez se dignara en acercarse para ordenar su levantamiento.

­No hay derecho. Hace cinco horas que ha aparecido el muerto y este tipo no se ha dignado en ordenar que lo traten con dignidad y los trasladen a un tanatorio. Desde luegoŠ

­Y ¿qué esperabas? Si es un pobre moritoŠ

­Bueno, morito, seguramente. Lo de pobre no está tan claro porque los ertzainas han encontrado una bolsa con medio millón de euros escondida entre las rocas. Una bolsa atada a una pieza de plomo.

­¿Dónde? ¿Allí mismo?

­A muy poca distancia, en las rocas que se alejan del camino a Santa Ana.

­¿Medio millón? Mecagüen la puta. Si llego a encontrar yo la bolsa, ¡para rato iba a dar parte a nadie!

­No seas animal, Xuxú. El pobre chico está muerto y el dinero no le va a servir para resucitar. Ya ves que no es tan importante.

El testigo, atormentado por la experiencia vivida y un tanto confuso por la posibilidad de haber enriquecido de repente, tocó la puerta de la inspección.

­Yo soy uno de los testigos. Me han dicho que pasara por aquí a declarar lo que hemos visto.

­Usted no es uno de los testigos. Es el único testigo.

­¿Y Josefo? Estaba conmigo y ha visto lo mismo que yo.

­José Barrenetxe, si es al que se refiereŠ

­Sí, sí. José Barrenetxe, que aquí todo el mundo le llama Josefo.

­Pues no es testigo porque ha sido imputado como autor o colaborador en el asesinato de ese joven.

A Xuxú la cabeza empezó a darle vueltas. Le parecía que iba a marearse.

­¿Me lo puede repetir? ¿Josefo acusado? Pero si ha ido conmigo a la vez y aquel joven debía llevar horas muerto en aquel lugarŠ

-En su casa hemos encontrado ropa del muchacho, su documentación y otros doscientos mil euros, de numeración correlativa a los de la bolsa que apareció anclada en las rocas. Pero eso no es asunto suyo. Usted sólo tiene que contarnos lo que ha visto.

Xuku declara

La declaración de Xuxú fue sucinta. Explicó su encuentro, la víspera, con Josefo en la sociedad, la cita para pescar y la breve película de los hechos. Nada más. Intento, además, insistir en la inocencia de su amigo.

­Pero él no ha podido hacer nada de eso. Si hubiera querido matar a ese chico o quitarle el dinero, no habría quedado conmigo. ¿No se dan cuenta de que es un absurdo?

­En este trabajo estamos acostumbrados a ver cosas absurdas. Usted no se preocupe de eso. Declare lo que vio y punto.

En la calle el rumor de la detención de Josefo había terminado por escandalizar a la tranquila sociedad uriondotarra.

­Ya declaro yo que los moros sólo nos traería desgracias ­sentenció Huesitos­

­No digas chorradas. A es chico le han matado. No ha traído problemas.

­Pregúntaselo a Josefo.

­Ya se lo preguntará el juez.

­Mira por dónde me paso yo a los jueces.Mira, mira.

El gesto, de gusto dudoso, indicaba el grado de cabreo de Huesitos.

(CONTINUARA)


 
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