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Gara > Idatzia > Iritzia > Txokotik 2006-07-08
Floren Aoiz
Plaza del Castillo

Hace exactamente 70 años, Iruñea era un hervidero. Como ahora, se me dirá: eran (y son) Sanfermines. Cierto, pero en aquel horrible año, a algunos les hervía la sangre, y no tardaron de derramar la de los que no pensaban como ellos. No planeaban correr el encierro sino encerrar. No se saciaron con el sacrificio de los toros cada tarde: iban a asesinar a más de 3.000 personas en los meses próximos.

Mola supervisaba la preparación de la cacería, aunque serían otros los que iban a colgar la pieza en el salón. Los jefes carlistas apuraban los acuerdos con los militares, Garcilaso movía sus piezas desde el “Diario de Navarra”, preparando la gran masacre. Pronto Navarra se llenaría de voluntarios que creerían estar ganando la enésima guerra carlista pero realmente habían sido enrolados para combatir a los republicanos y destruirse a sí mismos después. Muchos obreros de izquierdas bailaron aquellos días sus últimas porrusaldas y cantaron sus últimas jotas. Tras el fin de la fiesta serían arrojados al precipicio del horror.

El escritor falangista García Serrano relató su visión de aquellas fiestas en una novela que tituló, precisamente, “Plaza del Castillo”. Otro partidario del golpe fascista, Iribarren, escribió que la Plaza del Castillo parecía, el 19 de julio y llena de gentes armadas, la expresión viva de las palabras de Shakespeare: Navarra, admiración del mundo.

Iruñea es también en 2006 un hervidero, pero muy diferente al de 1936. Antes era la guerra la que se avecinaba, ahora es la paz la que llama a nuestras puertas. Entonces se acercaba el franquismo, ahora caminamos hacia la democracia que nos han negado durante demasiado tiempo. Si hace siete décadas la derecha fascistona se frotaba las manos porque barruntaba el fin de la República que tanto odiaba; ahora se echa las manos a la cabeza y teme perder el poder que logró sembrando la muerte y la desolación.

Iruñea y Nafarroa han cambiado mucho en estos setenta años. La derecha, con su gran baluarte “Diario de Navarra”, sigue vigilando, moviendo sus hilos, como entonces, pero ahora no le va a resultar tan fácil manipular a la sociedad. García Serrano e Iribarren y sus ensoñaciones fascistas, son pasado.

Nunca ha olido tan mal Iruñea como en aquel julio de 1936. Ahora no es así, ahora Iruñea, como todo Euskal Herria, huele a esperanza. -


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