Para Kontxa Luna y el resto de la familia de José Mari Sagardui el de hoy es un día especial; Gatza cumple 26 años preso. «Piensas en cuántos más le quedan y cómo lo estará cumpliendo. Pero, este día también tiene muchas gratificaciones; ves cómo trabaja la gente del pueblo, que no se olvida de que sigue en la cárcel y ese reconocimiento ayuda mucho», subraya en la entrevista concedida a GARA. Pese a todo, se siente tranquila: «El está bien, muy ilusionado; es un luchador a tope. Siempre digo que si hemos llegado hasta aquí, aguantaremos lo que nos echen», remarca. Al tiempo que agradece cada una de las movilizaciones, como las de hoy en Zornotza, denuncia con firmeza el empeoramiento de las condiciones de vida de los presos políticos: «José Mari y sus compañeros siguen exactamente igual; en los mismos chabolos donde pasan 20 horas al día, el mismo trato... Nada ha cambiado».
José Mari Sagardui cumplirá hoy 26 años
preso. ¿Qué significa para usted esta fecha?
Muchas cosas. Aunque todos los días del año son iguales, te emocionas cuando va llegando la fecha y, quieras o no, se te pone un poco de congoja. Piensas en cuántos años más le quedan y en cómo estará cumpliendo un año más. Pero este día también tiene muchas gratificaciones; ves cómo trabaja la gente del pueblo para que haya una protesta en condiciones y se vea que lleva 26 años en la cárcel y que desde hace 15 debería estar en casa. La gente se lo curra a todos los niveles. Me siento muy arropada; el pueblo no se olvida de que sigue en la cárcel y ese reconocimiento ayuda mucho. José Mari está en la mente de muchos. No hay una persona que haya estado tanto tiempo en prisión. Pero bueno, estoy tranquila. Siempre digo que si hemos llegado hasta aquí, aguantaremos lo que nos echen, y como José Mari está bien, tranquilo, animado y con las ideas muy claras...
Para hoy, han organizado una nueva marcha
por la libertad de «Gatza». ¿Cómo vive cada una de estas movilizaciones?
Son la confirmación de que no estamos solos. Una gran parte del pueblo está luchando y apoyando a José Mari y al resto de presos. Están haciendo todo lo que pueden y más para que salga. Me arropan a mí y, al mismo tiempo, a Euskal Herria. A mi me ayudan un montón en los viajes cuando voy con la niña, siempre tengo compañía. Ya no es sólo la pegada de carteles cuando se cumple el 25 o 26 aniversario, a mí me ayudan todos los días del año.
Se conocieron en el verano de 1996 cuando
fue a visitarlo a Puerto. Por aquel entonces, formaba parte de un comité de
solidaridad. ¿Qué recuerdo tiene de aquel primer contacto? ¿Qué fue lo que más
le sorprendió?
Lo primero que sentí fue miedo; miedo a la cárcel, a encontrarme en una situación comprometida por decir una palabra más alta que otra. Lo desconocido provoca miedo y, claro, yo conocía la versión de la otra parte, el machaque puro y duro; esto está mal, lo otro también. Todo era mal, mal, mal... Siempre tenía la sensación de que me movía en la ilegalidad, y la ilegalidad de ellos, en un principio, da miedo. Eso cambió cuando vine a Euskal Herria, me di cuenta de que no debía sentir miedo por decir lo que pienso y estar con la persona que quiero. Me sorprendió lo valiente que es la gente aquí, dispuesta a tirar para adelante con lo que sea. Yo les veía correr como conejos y, al día siguiente, volvían a estar en el mismo sitio. No era algo esporádico sino una lucha de días, semanas, años, en resumen, una lucha continua. Aquí vi lo que es vivir para ayudar a los demás, en todos los aspectos. Me di cuenta de que este pueblo sobrevivirá porque todo el mundo se echa un capote. Simplemente, con saber mi situación me echaban un cable y eso no lo había vivido antes.
¿Qué le han aportado estos diez años en los
que ha dejado su localidad natal, San Fernando, para vivir en Zornotza, está
aprendiendo euskara e, incluso, ha tenido una hija, Goiztiri?
Confianza en mí misma. Pensaba que como persona estaba totalmente desarrollada y estos diez años me han enseñado que estaba equivocada. José Mari me ha ayudado muchísimo a tener confianza en mí misma y me ha demostrado que si otros pueden yo también. Conseguiré más o menos, pero ponerme en marcha seguro. He crecido mucho, tengo opinión propia y no dejo que nadie interfiera en mi manera de pensar, que puedo modificarla pero con datos.
La directora de Instituciones
Penitenciarias, Mercedes Gallizo, ha defendido en repetidas ocasiones la
dispersión. ¿Qué sensación le provocan posicionamientos como ése?
No entiendo porque tienen que están dispersados. Ellos ya han sido juzgados y existen unas leyes que dicen que deben cumplir la condena lo más cerca posible de sus casas. Creo que son una manera de vengarse.
Hace una semana, los padres del preso Iñaki
Etxeberria se quedaron sin visita tras haber ido hasta Algeciras. Al preso
Isidro Garalde le ha dado un infarto. Hace un mes, tres primos de la presa
Regina Maiztegi sufrieron un grave accidente al regresar de Alcalá Meco. ¿Cómo
vive estos hechos?
Producen angustia y ves claramente que la dispersión intenta aniquilar a los familiares, pero seguiremos yendo a verlos. A los padres de ese chico no los conozco personalmente pero ello no quita para que sepa lo que sintieron. Ya no se trata de lo pesado que pueda resultar el viaje, sino la angustia de no saber qué está haciendo el de dentro. Tu fin es verle la cara y comprobar que está bien.
¿Qué les diría a todos aquellos que
defienden la dispersión o no hacen nada para ponerle fin?
Les preguntaría sencillamente ¿por qué, por qué mantienen este sufrimiento?
El alargamiento de las condenas es otra de
las medidas adoptadas contra el Colectivo de Presos Políticos Vascos. ¿Qué
impacto ha tenido en los familiares y en los propios presos? ¿Por qué lo han
hecho?
José Mari sólo tenía año y medio de redenciones y, en teoría, salía en agosto de 2009. Al suprimirlas, como al resto de presos, tiene fecha de salida para abril de 2011. Después de 26 años, ya no sabes ni cómo tomártelo. No me puedo poner en el cuerpo de una persona a la que, de la noche a la mañana, le han impuesto diez u once años más. Conozco el caso de un preso que iba a salir este verano y de pronto once años más. ¡Soy incapaz de comprender lo que habrá sentido su compañera! Imagino que angustia, impotencia y rabia. Creo que lo hacen para desanimarnos y acabar con nosotros. ¿Creen, de verdad, que por alargar las condenas un poco más o menos, por armar semejante feria o estar continuamente sacándose cosas de la manga van a lograr algo? Llevan años viendo cómo luchamos por nuestros hijos, padres, compañeros, amigos...
¿Tiene esperanzas de que salga antes de
2011?
Esta pregunta me la han hecho un montón de veces. Desde 2000 llevo escuchando la coletilla de «antes de Navidad está aquí». Han pasado las de 2000, 2001, 2002... No obstante, estoy tranquila, si no es en las navidades de 2006 será en las de 2007, 2008 o cuando sea. Vivo el día a día y en torno a mis vises. Ya estoy preparando las visitas de agosto. Lo único que me preocupa es que esté bien y lo está.
Antes de comenzar la entrevista, ha
destacado el empeoramiento de las condiciones.
Sí, es cierto. José Mari y todos sus compañeros siguen en aislamiento, con la llegada del verano, además, les quitan el derecho a comprar fruta, que es cuando más la necesitan. Dicen que es un alimento perecedero. No sé qué fruta se estropeará porque, a la semana, sólo pueden comprar tres kilos. Mantienen esta norma y, por tanto, ya no tienen fruta. La de Jaén era la única cárcel que no tenía lista de amigos, pero al mes de la tregua, le aplicaron el cupo de diez. Continúan exactamente igual; en los mismos chabolos, el trato no ha variado, pasan 20 horas metidos en sus celdas... Eso no ha cambiado en nada, están como hace seis meses.
¿Qué significa vivir en régimen de
aislamiento?
Aislamiento se traduce en meter a una persona en un chabolo de dos metros donde la mantienen durante 20 horas al día. Un día salen a la mañana y al siguiente por la tarde. En uno de esos cambios pueden, incluso, pasar más 30 horas encerrados. No tienen derecho a verse con ningún compañero; tienen que comunicarse a través de un ventanuco, una placa de metal con pequeños agujeros. Tampoco tienen derecho a salas comunes, a ir al polideportivo o al comedor ni a usar ordenadores, por ejemplo. Salen a un patio estrecho y largo, con unas paredes tan altas que el sol no da en todo el patio, sino en algunos trocitos. Me imagino que si quieren tomar el sol lo harán por turnos porque todos no entran en la misma esquinita. Aislamiento es privar a una persona de todos sus derechos y darle algunos derechos dos o tres horas al día.
Si alguien le dijera que pidiera un deseo,
cuál sería.
Desearía que todos los presos políticos y deportados consiguieran sus propios deseos. Que vengan a casa cuando tengan que venir y con el sentimiento de que han logrado algo por lo que tanto han luchado. -