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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-07-08
Félix Placer Ugarte - Profesor de la Facultad de Teología de Vitoria
Benedicto XVI en el País Valencià

La visita del Papa a Valencia tiene lugar en medio de la conmoción y estremecimiento por la reciente tragedia que ha sumido en un profundo dolor a tantas familias de Torrent y Valencia. Precisamente el motivo pastoral de este viaje se debe a la celebración del V Encuentro Mundial de las Familias y no faltarán sentidas muestras de solidaridad de Benedicto XVI a todas esas familias que lloran la pérdida de sus seres queridos y a todo el pueblo valenciano.

En estas circunstancias, el recibimiento y escenarios espectaculares preparados por la Administración y Gobierno valencianos, por intereses en muchos casos de promoción turística y mercantil de la ciudad del Turia, ajenos al sentido de este encuentro, quedan ensombrecidos y en mayor evidencia, si cabe, ante la crítica de muchos de grupos por los desmesurados gastos invertidos en la visita papal.

Pero sobre todo, con la presencia del Papa y el consiguiente movimiento de masas y despliegue de medios de comunicación se quiere subrayar y sancionar un determinado modelo de familia. Sus discursos y mensajes estarán volcados en su afirmación doctrinal frente a la crisis debida a la pluralidad de otros modelos y situaciones familiares.

En medio de los contenidos y mensajes más explícitos de esta primera visita de Benedicto XVI al Estado español no hay que olvidar que su condición de «Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano» ­donde es monarca absoluto­ confiere una vez más al viaje papal un particular carácter político de especial significado en estos momentos y ante determinadas manifestaciones y expresiones episcopales en favor del llamado bien moral de la unidad de España. Por eso, entre las múltiples connotaciones e intereses implícitos a esta visita, subyacen las siempre complejas relaciones entre Vaticano, Estado español y sus diversos Pueblos.

Desde esta perspectiva, aunque la visita del Papa poco va a afectar a la vida cotidiana vasca, su significativa presencia política en el Estado no deja de replantear temas históricos aún no resueltos y que adquieren una particular relevancia en medio del fervor multitudinario y de la imágenes mediáticas que nos invadirán este fin de semana. Por tanto sin dejar de lado los contenidos del mensaje de este «V Encuentro Mundial de Familias», refrendado con la presencia del Papa y criticado por numerosos grupos cristianos, es importante recordar y subrayar desde la memoria histórica de nuestro Pueblo y de otros Pueblos la política intervencionista del Vaticano durante el contexto de la larga historia de la cristiandad.

Todavía mantiene y refuerza en sectores eclesiásticos españoles la añoranza conservadora de la cristiandad, así como una posición política (que conlleva determinados privilegios para la Iglesia), basada en un concepto de unidad española que bajo supuestos criterios morales y pastorales, continúa apoyando la política unionista del Estado español olvidando y suprimiendo derechos de Pueblos y Naciones.

En concreto, Euskal Herria como Pueblo, ha sufrido la conculcación y margina-ción, por parte de determinados sectores vaticanos y jerárquicos españoles, de su identidad cultural, derechos y libertades, junto a los de otros Pueblos del Estado es-pañol, contribuyendo al largo y doloroso conflicto todavía no resuelto, y que hoy esperamos está en vías de resolución. Como muestra eclesiástica de esta situación está la anacrónica división de las diócesis de Euskal Herria entre Burgos y Pamplona. Su normalización pastoral en una única provincia eclesiástica vasca, reclamada en repetidas ocasiones, ha sido denegada continuamente desde el Vaticano plegándose a la oposición de los sucesivos gobiernos anteriores.

Las relaciones entre el Vaticano y los Estados en relación con los pueblos y na-ciones debe basarse, como lo afirmó el concilio Vaticano II y lo han subrayado los últimos Papas en la defensa de todos los derechos humanos y, en concreto, de los Pueblos a su identidad, a su cultura, lengua y libre decisión. Promover un nuevo orden internacional, basado en estos principios, es una necesaria e imprescindible ga-rantía de paz hoy.

Por consiguiente, en los conflictos que hoy existen y son causa de tanto dolor para numerosas personas, grupos y Pueblos, la Iglesia en su conjunto y el Vaticano, en concreto, así como otras instituciones eclesiales, en especial las que relacionan a diócesis y obispos de la Conferencia Episcopal Española, deben favorecer los procesos de diálogo y negociación, para lograr la reconciliación y perdón, con el acompañamiento samaritano de todas las víctimas, de los presos, de los más pobres y marginados.

Como testimonio evangélico de esta actitud pastoral y recordando los posicionamientos parciales y alianzas por parte de la Iglesia en favor de la sublevación militar y régimen anterior ¿no sería este viaje de Benedicto XVI al País Valencià ­donde también la guerra civil y sus consecuencias dejaron un reguero de dolor y sufrimiento en los sectores republicanos­ un momento oportuno para pedir perdón, justicia y reconciliación?

Apoyar y favorecer el respeto, desarrollo y relación fraternal de las iglesias lo-cales en cada uno de los Pueblos del Estado español, ser mediadores, sin entorpecer los auténticos procesos de paz, es una tarea pendiente que debe ser impulsada desde el Vaticano y también por la Conferencia Episcopal Española desde el respeto moral a la autonomía y decisiones libres de cada Pueblo.

Para cumplir esta misión con libertad y pobreza evangélicas es necesaria una profunda reconsideración del Papado y de su ejercicio, especialmente en lo referido a sus títulos monárquicos y soberanos, y a su calidad política de jefe de Estado y también de los privilegios políticos y sociales que todavía la Iglesia española ostenta o quiere hacer valer y de los que esta mismo estilo de visita del Papa es un exponente más.

Desde Euskal Herria, juntamente con el País Valencià, con todos los Pueblos del Estado español y del mundo quiero expresar el deseo compartido de que la visita de Benedicto XVI contribuya a la paz desde la profunda solidaridad fraterna que haga de la humanidad una gran familia en la pluralidad cultural, identidad soberana y derechos colectivos de los Pueblos.

Por ello me adhiero a la reflexión del Grup de Rectors del Dissabte quienes le piden: « ... ajude’ns perqué nasca la pau, desitjada tan profundament per aquest país i per totes les víctimes (de qualsevol de les violacions patides), i perqué l'Església sápia actuar sempre, entre les persones i els pobles, com a artifex de reconciliació i de perdó». -


 
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