Ya hemos madrugado para sentirnos parte de una masa informe que corre en busca del minuto de gloria televisiva. Algunos lo serán dentro de unos días cuando les den el alta médica en el hospital, pero la mayoría se acurrucan viendo en las repeticiones y señalan eufóricos cuando se vislumbra su camiseta allá al fondo, detrás de los morlacos y sus acompañantes mansos o adornados. Gora. Viva la fiesta y viva la democracia. Por cierto, vi una repetición del encierro a la hora de haber sucedido y me pareció material viejo. Es como si ya lo hubiese visto, es como si me pusieran uno de hace dos o tres años, da lo mismo, son imágenes de repertorio que parecen no cambiar. Yo diría por momentos que es una película de japoneses. Me paro, desarrollaré esa simulación de idea que no sirve para casi nada. Me pica la política.

Atención, que se acerca el dieciocho de julio y algunos están con ganas de celebrarlo de la manera que les enseñaron en su casa, gritando «¡Viva España, Viva Franco!» El revisionismo que está ejerciendo la extrema derecha de gomina es aberrante y escandaloso. El aznarismo papista está corrompiendo absolutamente todo, y están llamando a gritos, una y otra vez, en todos los foros a que algún «poder superior arregle esta catástrofe que está desintegrando España». Esto dicho y repetido tantas veces ayuda a que los sables y los charoles se desempolven y se lustren. Los golpistas de toda la vida están desenmascarándose y ahora resulta que el excelentísimo señor don Baltasar Garzón, por decir ahora lo que antes no decía, pero que es la lógica democrática, está condenado a la hoguera por el losantismo más legionario, verdadero ideólogo de Ynestrillas, Alcázar, Díez y Rajoy.

Hay que tener desmemoria histórica y ser un converso franquista al decir que aquello no fue un fascismo, sino un autoritarismo de derechas. No fue dictadura fascista, terrorista y asesina. Y ellos, los aznaristas, no han condenado el golpe en Europa. ¿Qué tal leerse la ley de partidos y aplicársela al PP? Lo que están diciendo por la entrevista entre López y Otegi, es pura incitación a la violencia política. Yo digo sin remilgos, Gora. Y otra vez. Gora. -