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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-07-08
Martin GARITANO
A Pamplona hemos de ir...
La vida sigue igual (xvi)

Alas doce en punto, Miren, Xuxú, Mila, Sergio y Huesitos tomaban posiciones en la barra del K.O. Las últimas noticias habían despertado temprano a todo el pueblo y nadie quería perderse un solo detalle de la tragedia. Porque, fueran conocidas o desconocidas las víctimas, dos asesinatos en el plazo de sólo unos días, era una verdadera tragedia en un pueblo como Uriondo.

­Pues yo ya no sé qué pensar, porque esta historia empieza a complicarse demasiado. Para mí que es asunto de drogas o algo por el estilo.

­Pues puede ser lo que dice Miren, pero no se entiende muy bien que los dos crímenes fueran en el mismo lugar. Además, dicen que este último no era árabe como el anterior.

Sergio, presente en el lugar de los hechos durante la madrugada pasada, confirmó esto último.

­Yo no pude ver gran cosa porque los agentes no me dejaron acercarme, pero tío Simón comentó que el muchacho parecía de por aquí, aunque no le reconoció.

­Dejémonos de historias y vamos a lo nuestro. Cuando llegue Simón ya nos comentará lo que hay. Hala, Eusebio, saca unos potes, que el ambiente está revuelto.

Huesitos apuró el vino en dos sorbos. Después de tantos años no había conseguido vencer el repelús del primer txikito.

­¡Olé Huesitos! Te has ventilado el pote en un pispás. Eres el Indurain del txikiteo.

­No te creas. El primero me sigue sentando como una patada en el estómago. Cada día hacen peor vino.

­Eso es porque el vinatero trae el camión por la autopista hasta Eibar. Antes, cuando venía por la carretera general, el vino era mejor.

­A ver, explica eso Xuxú. Yo no he entendido nada.

PELOTARIS FRECUENTABAN EL MIRENTXU

Miren sonrió. Había escuchado tantas veces la explicación...

­Pues eso, que antes, cuando venía por la general, en las curvas las botellas se movían y el brebaje se mezclaba mejor y quedaba más rico el vino. Ahora, por la autopista, los polvillos se sedimentan y no hay dios que se beba esto. ¡Hala Eusebio, dales unos meneos a las botellas de Viña Arcada!

­Venga, apurar el pote y no deis tanto la tabarra. Si encima querréis que por cuarenta céntimos que cobro el vino, lo agite en una coctelera. Si pidierais un Bloody Mary...

­¿Un qué?...

­Un zumo de tomate con vodka, o sea una porquería, pero aquí el Eusebio, que ha sido tabernero toda la puta vida, se quiere hacer el barman.

El dueño del K.O. se puso serio. El sentido del humor no era su fuerte.

­Pues si hubierais visto la cafetería que regentaba yo en Barcelona en el 70... Aquellos eran otros tiempos. Había dinero y todos los pelotaris frecuentaban el Mirentxu, en Las Ramblas. Allí sí que se movía la cosa. Que si vermú preparado, que si cóctelesŠ Aquí me aburro de servir vinagrilla y cafés.

­Bueno, no te pongas a llorar, que vives como un maharaja...

Huesitos no estaba de humor para discusiones sin fundamento. Hizo la trompetilla habitual y dio salida a la ronda:

­Tuuu tuuu. Aquí te quedas, pringadillo...

La comitiva atravesaba la plaza cuando Simón se unió al grupo. Después de la declaración que tuvo que realizar ante la Policía, había acudido a visitar a la familia de Landatxo. Allí estaban alarmados por lo ocurrido y, como suele ocurrir en estos casos, agradecieron la visita del cura.

­Hombre Simón, vaya follón, ¿verdad?

­¿Follón? Es mucho peor que un follón, es una tragedia que, además, nos toca de cerca.

­Ha dicho Sergio que el muerto no era moro...

­No digas moro Huesitos. Di árabe. Pero tienes razón, el chico no era árabe. Era un chico rubio, bien vestido... Yo no lo he reconocido, pero parecía de aquí.

­Y, ¿qué hacía dentro de la ermita? Aquello suele estar cerrado, ¿no?

­Pues sí, la puerta estaba cerrada. Los ertzainas tuvieron que forzar la cerradura para entrar y sólo hay dos llaves. La mía y la que guarda Miguel, el de Landatxo, que se encarga del mantenimiento y todo esoŠ

­Pues vaya misterio...

Huesitos volvió a poner orden en la ronda:

­Venga, cambiad de tema, que ya me estoy poniendo nervioso con tanto degollado y tanta leche. Al final nos va a entrar a todos el canguelo...

­No hagas bromas porque el asunto es serio. Lo que está claro es que anda suelto un tipo con un cuchillo y que se mueve por aquí...

­Tranquila, Mila. Parece que el del jamonero no ataca a la gente como nosotros. Sólo a los que se acercan de noche a Santa Ana.

de su propia cosecha

En el Gureak el tema de conversación de los parroquianos habituales era, de forma inevitable, el mismo. Con la agravante de que Kokoloko, el camarero, adornaba la versión con datos de su propia cosecha.

­Dicen que el muerto tenía una mano atada con alambres al pomo de la puerta y que, en el último momento, había intentado escribir algo en el suelo con su propia sangre...

­Memeces, sentenció Simón. Todo eso son memeces. Haced el favor de no frivolizar con algo tan serio.

­Y de los chicos que estaban allí, ¿qué me cuentas?

­¡Qué voy a contar! Cuando yo he llegado, allí no había más que ertzainas.

Juanjosito, que había visto regresar a Mikel, Xabier y Sergio desde su privilegiado quiosco, apuró su consumición en el otro extremo de la barra y se despidió de todos:

­Bueno, chaveas. Uno que vuelve al trabajo.

Al pasar junto a Simón, los dos hombres se cruzaron la mirada. La del quiosquero era de complicidad y la del cura de agradecimiento por la discreción.

Huesitos estaba más callado que de costumbre. Mila le azuzó:

­No sé qué te pasa hoy, chico pero estás más callado... Ni siquiera te has enfadado cuando Sergio ha pedido que le echen gaseosa al blanco.

­Es que estoy a punto de arrojar la toalla. Con vosotros no hay nada que hacer. Además... estaba pensando.

­¿Pensando en el txikiteo? Tú estas cambiado Luis Mari. Si me lo cuentan, no me lo creo.

Huesitos cortó rápido las primeras carcajadas...

­Estaba pensando que si anda suelto por el pueblo un asesino en serie y, además, hoy es ocho de julio y sábado, lo mejor que podíamos hacer es irnos todos a Iruñea. Salimos hoy a la tarde, pasamos la noche por allí y después del encierro, unos churros en Cuatro Vientos y vuelta.

­No es mal plan ­apostilló Simón­. Yo no os puedo acompañar, pero la verdad es que iría a gusto.

­Gotzon vuelve sobre las tres, así que sobre las cinco podemos ir. ¿Quién se anima?

Huesitos, Xuxú, Sergio, Mila y Miren levantaron la mano al unísono. La cosa estaba clara.

­Pues no se hable más. A las cinco en punto en el K.O.

­Y todos de riguroso blanco, ¿eh? -

(CONTINUARA)


 
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