Un amplio sector de la sociedad vasca ha sido siempre plenamente consciente de la veracidad de las denuncias de Amnistía Internacional o del Relator especial de la ONU sobre la persistencia de prácticas de torturas y malos tratos en el Estado español. Pero la denuncia pública de las torturas padecidas que hizo el director de “Euskaldunon Egunkaria”, Martxelo Otamendi, tras su detención y cierre del periódico en febrero de 2003, sirvió para que la realidad que se escondía en las comisarías y cuartelillos llegara a más ámbitos y saliera a la luz pública como pocas veces antes había ocurrido. Lo que muchos pensaron entonces fue «si esto le han hecho al director de un periódico, a una persona conocida, qué no les harán a otros». Desde entonces, la conciencia social de que la tortura persiste es superior y públicamente más expresa que antes de esas detenciones.

La detención e incomunicación esta semana del director editorial del Grupo Noticias, Pablo Muñoz, ha suscitado ­como no podía ni debía ser de otra forma­ un enorme revuelo. Se ha podido comprobar cómo personalidades, partidos y otras formaciones que habitualmente permanecían calladas ante las prácticas habituales de la Audiencia Nacional y los distintos cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado español, las denunciaban con contundencia y cargados de razonamientos jurídicos y democráticos. Así, el monumental despropósito que está siendo esta operación iniciada por Fernando Grande-Marlaska y continuada por Baltasar Garzón, se ha vuelto como un bumerán contra la Audiencia Nacional y sus rectores, y cabe esperar que la conciencia democrática de crítica a las detenciones indiscriminadas, a la incomunicación de los apresados y a la filtración de datos policiales se mantenga en el tiempo en los ámbitos donde no era habitual.

Pero tampoco cabe olvidar que esta última operación ­con implicación directa de la Fiscalía­ se produce en un contexto muy concreto en EuskalHerria, cuando está abierta la oportunidad de caminar hacia la paz y la normalización política. Y en este nuevo tiempo y con este tipo de actuaciones del Estado, cada vez son menos en Euskal Herria los que entienden el proceder del Gobierno español y de su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. Está siendo precisamente durante el alto el fuego de ETA cuando se están produciendo ataques insólitos que recuerdan a los peores tiempos de los gobiernos de José María Aznar. El Ejecutivo de Zapatero debe cambiar de rumbo, porque por esta vía está minando de dificultades el camino hacia la paz y generalizando el escepticismo. -