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Gara > Idatzia > Kultura 2006-07-16
Izkander FERNANDEZ
Nuevas armas para la misma rosa
·Bilbao live festival

Pasaba más de una hora y veinte minutos de las 22.00 y las cosas comenzaban a complicarse para Guns N’ Roses, el cabeza de cartel de la segunda jornada, la del viernes, del Bilbao Live Festival. La prensa derechona y rancia había calentado el ambiente y el público manipulable comenzaba a corear «hijo de puta» como si de un partido de fútbol se tratase.

La prensa conservadora, siempre correcta en sus formas, se había encargado de crear un clima hostil hacia Axl Rose, el último blanco fácil del rock. Dos páginas le dedicó un diario a Guns N’ Roses.

Y a lo largo de tanta letra de molde junta, la avispada encargada de una nueva obra maestra del periodismo contemporáneo, no hizo ninguna referencia al rock n’ roll, la carrera de la banda, su gira actual o sus planes de futuro. Todo se escudaba en los supuestos excesos de Rose: champán y decoración oriental en su habitación de hotel. Eso era todo. Dos páginas para esparcir mierda y engrandecer la mentira. Pero de música, cero.

El mejor rock de estadio

Pese al público borrego en su contra y la hora y veinte minutos de retraso, Axl no necesitó mucho para desmontar su persecución. Con una puesta en escena digna de los mejores días del rock de estadio (pirotecnia, fuegos artificiales, fuego, pasarelas, confeti...) y un repertorio que a día de hoy sólo pueden igualar Rolling Stones, AC/DC y Metallica, los Guns N’ Roses del 2006 salieron victoriosos de su actuación en el Bilbao Live Festival. Y eso que no todo fueron claros durante las dos horas y diez minutos que duró el espectáculo.

Los primeros cuarenta minutos fueron frenéticos. Rompió la tensa espera “Welcome to the jungle”. La locura estaba desatada. “It’s so easy”, “Mr. Brownstone”, un amago con el “Mama kin” de Aerosmith y “Live and let die” conformaron la arrancada. Llegó el primer solo de la noche, justificado ya que sirve para presentar el nuevo guitarra principal de la banda, Robin Finck.

Su ejercicio fue original ya que, exento de virtuosos punteos, se centró en la distorsión para crear un bonito prólogo para uno de los temas más celebrados de la noche: “Sweet child o’mine”. Le siguió “Knockin’ on heavens door”, donde Rose no dudó en intercambiar impresiones y el micrófono con un público que coreó el estribillo con el alma. Tras seis canciones llegó la primera nueva composición de la noche, “Better”.

El tema, compuesto por Finck, recuerda a las melodías de los “Use your ilusion”, con lo que no desentonó en el set. Y sin aliento, “You could be mine”, el single que les abrió las puertas del mundo, cerró tres cuartos de hora de ensueño.

¿Media hora perdida?

Tras el gran comienzo, el concierto entró en tierra de nadie, en una procesión, por momentos insufrible, en la que se sucedieron solos, nuevas composiciones y algún que otro clásico. Comenzó Dizzy Reed, teclista que acompaña a Axl desde comienzos de los 90 y quien, a menudo, es confundido por la prensa cristiana con Izzy Stradlin, cofundador de la banda y amigo íntimo de Rose. Su solo de piano fue prescindible. La banda enganchó con Reed para interpretar “The blues”, otro nuevo tema típicamente Axl. Le siguieron un buen solo del segundo guitarrista, Richard Fortus, “Outta get me” y “November rain”. Un nuevo solo, esta vez a cargo de «Bumblefoot», rememoró “Don’t cry”, otro de los hit singles clásicos que fue fuertemente coreado por el público. Para terminar con el bloque central llegó “My Michelle”, uno de los trallazos que componían “Appetite for destruction”, una de las piedras angulares de la historia del rock.

Izzy estuvo en Bilbo

Axl presentó a Izzy Stradlin y las lágrimas se dispararon. Stradlin dejó la banda a mediados de los 90 porque la situación era insostenible y sus problemas con las drogas amenazaban con mandarlo al otro barrio. Sin embargo, es el único miembro original que mantiene una buena relación con Rose, amistad que viene desde el instituto.

El concierto volvió a volar alto. Para calentar utilizaron un blues titulado “You have to move”. “Think about you”, “Patience” y “Nightrain” sirvieron de despedida. En los bises Axl se atrevió con “IRS” y “Madagascar”, nuevos temas que fueron bien recibidos antes del fin de fiesta con “Paradise city”.

Axl Rose brilló especialmente. Su voz está mejor que en muchos periodos de los 90 e incluso es capaz de alcanzar registros que hasta ahora no había ni rozado. Su estado de forma es buena, corre por el escenario como un poseso y con los conciertos va recuperando sus movimientos clásicos, además de su deliciosamente irritante afición por cambiarse de ropa en innumerables ocasiones.

Especial mención merece la excelente comunicación que parece mantener con los miembros de su banda en el escenario, con quienes bromea en numerosas ocasiones. Por otra parte, Axl se dirigió al público de Bilbo en cuatro ocasiones, mostrándose especialmente agradecido en la despedida. Y eso, en boca de Axl Rose, es algo especial, ya que son muy pocas las ocasiones en las que habla con el público.

Dificil para el resto

Difícil lo tenía el resto de bandas en la noche de Axl Rose. Abrieron Hash, con su sonido caliente entre el blues y el hard rock. Heavy Trash pasaron desapercibidos, Blue Oyster Cult sonaron inesperadamente compactos ahora que su época dorada queda treinta años atrás y Fun Lovin’ Criminals navegaron entre la decadencia y la lucidez de algunos de sus temas clásicos. Deftones resultaron efectivos en su papel de cabeza visible del nuevo metal y Mando Diao echó mala leche a su concierto pese a tener que actuar directamente después de Guns N’ Roses. -


 
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