Balentxi murió el viernes en las aguas de la bahía de La Concha. Y lo hizo en pleno esfuerzo, activo, como fue su paso por esta vida. Dejó su ropa en la bicicleta candada en el Náutico y se fue a nadar, como le gustaba. “Mens sana in corpore sano”, solía decirme cuando hacía sus ejercicios en el monte Urgull.

Le conocí siendo él consiliario de las JOC en Gipuzkoa y promotor del Movimiento Juvenil. Todos los escritos de aquella época, que guardaba en antiguas maletas debajo de su cama, los cedió al archivo de los Franciscanos de Lazkao.

Balentxi estudió Teología en Lovaina, pasó por Italia y Francia, donde conoció a muchos exiliados, y aprendió diversos idiomas. También fue euskaldunberri y lo reivindicaba con orgullo. Hace unos años tuvo un juicio por defender su uso ante un empleado de tren.

Cuentan de él un sinfín de anécdotas, que alguien debería recopilar. No sé si la de la peluca para salir de la cárcel de Zamora es verdadera o no, pero sus correrías y vicisitudes para llevar los panfletos clandestinos en su moto o en la bolsa de su madre son ciertas. Como que le gustaba comer: «todo rico».

No era figurón. No le iban las fotos y se «comía» los trabajos más engorrosos. Iba de ventanilla en ventanilla hasta conseguir su objetivo. Acompañaba a los más necesitados, pasaba las noches junto a los enfermos. Creó la DEE. Visitaba a los presos en las cárceles. Organizaba la encartelada. Vendía el “Herria 2000 Eliza” en mano. Sus misas en el Adarra... Todo fue «muy interesante». -

Sabino ORMAZABALELOLA