Sábado en Bilbao. 21:00 horas y último día del festival. Un recinto con unos 20.000 espectadores. Horas más tarde, y con el sol saliendo por el horizonte, terminaba con gran éxito la primera edición del Bilbao Live. Un festival que ha conseguido completar, a contrarreloj, un cartel variado y que, finalmente, ha congregado a más de 40.000 personas. Balance, por tanto, positivo porque, además, en julio, Bilbao está casi vacío. Reunir en un monte de la ciudad, en pleno mes de julio y con la competencia de festivales que existe hoy, a miles y miles de jóvenes tiene su mérito.
Los comentarios y las valoraciones escuchadas en el recinto dan fe del buen ambiente reinante entre el público. El servicio de transporte ha funcionado bien: cada 7 minutos subía y bajaba un autobús, sin agobios, sin empujones y gratis. El aparcamiento, en la antigua Feria de Muestras, estaba situado justo junto al punto de partida de los autobuses; un parking, por otro lado, que ha estado vigilado toda la noche.
Un entorno excelente: lo idílico del monte, la hierba y las excepcionales vistas hicieron del recinto un sitio muy apetecible.
Los precios de las consumiciones, razonables. A día de hoy pagar por una cerveza 2 euros en un festival de estas características es razonable y el que diga lo contrario, que se dé una vuelta por otros festivales de estas características.
El coste de la entrada, nada desorbitado. Un bono de 100 euros ha permitido ver a más de 40 artistas y la entrada para un día ha costado 58 euros. Pongamos un par de ejemplos: un único concierto de Placebo en Barcelona puede costar 35 euros; uno de Gun’s and Roses en Viena (Austria), 80 euros, y el de Depeche Mode en Donostia el sábado que viene, 42 euros. ¿Suponen 100 euros una entrada cara para un festival en el que puedes ver a más de 40 artistas con derecho a acampada durante 3 días? Yo diría que no, y si no, no hay más que darse otra vuelta por los dos festivales más importantes del Estado Benicassim y el Sonar de Barcelona para ver el precio de sus entradas y sus consumiciones.
Se echa en falta el euskara
El Bilbao Live ha sido un gran macrofestival, una oferta de ocio musical a gran escala. El primer punto a mejor para la próxima edición, la presencia del euskara.
En cuanto a las actuaciones del sábado, abrieron los getxotarras Zodiacs, un nuevo grupo que se nutre de las influencias más poperas de la new wave de los 80 y el punk-rock. Les siguieron El Columpio Asesino. Los de Iruñea mostraron riesgo compositivo y proyección. Para algunos, la nostalgia por los 90 llegó con El Inquilino Comunista, uno de los estandartes de lo que se vino en llamar indie-rock. Canciones cantadas en inglés y claramente influenciadas por grupos como Pavement, Pixies o Sonic Youth. El buen gusto y la madurez musical fueron dos elementos para valorar el concierto de los Pretenders. Sin artificios, el grupo de Chrissie Hynde demostró con solvencia y seguridad que son un grupo de rock de verdad.
Mientras muchos aprovechaban para cenar bocadillos, pizzas y ¡hasta Kebabs!, pasadas las diez de la noche salieron a escena Andrés Calamaro y Ariel Rot para repasar los hits de Los Rodríguez y composiciones propias. Calamaro, en el centro con el piano, y Ariel, a su lado con la guitarra, ofrecieron un concierto equilibrado y nostálgico para muchos.
Les siguieron, en el segundo escenario, los granadinos Los Planetas, baluarte del indie-rock en castellano.
Cargada de trascendentalismo fue la actuación de los ingleses Placebo. De riguroso negro, descargaron nuevas can- ciones y clásicos, antes de dar paso al electro-rock de los Rinocerose, que nunca fallan a la hora de poner a bailar al público a base de guitarras eléctricas y ritmos electrónicos.
Por delante una noche amenizada por dj’s en las carpas: desde techno alemán a música house y hasta rock.En una de las carpas se pudo bailar a ritmo de los Madness, Stones o James Brown. La salida del sol despidió un festival que pide a gritos nuevas ediciones. -