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Gara > Idatzia > Kultura 2006-07-17
FESTIVAL DE JAZZ DE GASTEIZ
El coloso cabalga de nuevo

Sonny Rollins nunca tuvo un estilo definido. Los quería tener todos. Pretendía ser una enciclopedia musical andante, una especie de juke-box humana, capaz de resumir en su manera de tocar el tenor toda la historia de la música afroamericana. En buena medida, lo consiguió. Pero no sin pagar los dolorosos peajes necesarios: una adicción a las drogas que superó, unas dudas constantes que le hicieron abandonar y retomar multitud de veces su carrera, y, por último, mientras todos sus compañeros de generación morían prematuramente, la supervivencia en solitario.

Todo eso se apreció la noche del pasado sábado en el pabellón de Mendizorrotza cuando este venerable anciano de bamboleantes andares y voz cascada salió a escena. Pero pronto lo olvidamos cuando volvimos a escuchar su sonido majestuoso, su estilo pleno de vigor físico, de espléndida rotundidad, ¡a los 76 años!. Bordando el hard-bop, estilo del que fue considerado el representante más duro, la balada y el calypso, arrebató a un público que no salía de su asombro.

Hace ahora exactamente cincuenta años y tres semanas de la publicación del primer gran disco de esta leyenda del jazz: ‘‘Saxophone colossus’’. Ya entonces, se le saludaba desde el mismo título como un coloso, un saxofonista de facultades portentosas llamado a cambiar el devenir del jazz. Y lo hizo. A su manera atormentada e introspectiva, durante las últimas cinco décadas. Cuando hace unos años oíamos su anteúltimo disco, el dedicado al 11 de Septiembre, le notábamos sin inspiración, escaso de ideas, dejando la responsabilidad a su excelente banda, y creímos que lo que podría acontecer en Gasteiz sería lo mismo. Pero nos equivocamos, porque sus directos son otra cosa. Cada una de sus actuaciones representa en estos momentos, la puesta en escena de toda su carrera tormentosa y desesperadamente cabal; como un acto de entrega total, un viaje sin fin, una afortunada mezcla que mantiene intactas las diferencias ­pues todas ellas vuelven siempre al mismo punto­ entre el ímpetu y el lirismo, la tradición y el desgarramiento, la serenidad y el arrebato.

Memorable final para un festival irregular, lleno de altibajos, con secciones muy discutibles, como esa noche electró- nica, fiasco continuo, o esa jornada Verve, de siempre inciertos resultados artísticos. Pero el festival de jazz de Gasteiz es diferente, ¡qué duda cabe¡ Hasta el año que viene. -

Javier ASPIAZU


 
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