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Gara > Idatzia > Mundua 2006-07-17
Txente REKONDO
Ataques desestabilizadores En india
En pleno debate sobre la aparición de nuevos actores en la escena internacional, apoyando las tesis del surgimiento de nuevas potencias como China, Rusia o India, el atentado en Mumbai ha vuelto a reflejar las enormes dificultades internas que todavía atraviesan estos nuevos protagonistas para asentar su candidatura a un nuevo orden mundial de carácter multipolar.

Hace unos días la explosión de varias bombas en trenes de la ciudad india de Mumbai dejó más de dos centenares de víctimas mortales. A partir de ese momento se han abierto las hipótesis sobre la autoría de esa matanza, y los diferentes protagonistas regionales no acaban de ponerse de acuerdo sobre la misma.

La capital financiera de India, Mumbai, lleva sufriendo estos últimos días una serie de acontecimientos que encadenados entre sí no parecen anticipar nada bueno para el futuro a medio o corto plazo en la zona. En primer lugar, unas lluvias torrenciales inundaron buena parte de la ciudad y dejaron en una situación muy difícil a miles de personas, que normalmente ya tiene que afrontar un complejo día a día para sobrevivir. A ello le siguieron una serie de manifestaciones violentas, lideradas por los ultranacionalistas y reaccionarios activistas del partido Shiv Sena, quien en el pasado ha dirigido ataques de violencia comunal contra los musulmanes. Y, finalmente, se han producido los atentados contra la población civil en los trenes abarrotados de Mumbai.

Las escenas del terror enseguida evocaron acontecimientos similares, como los que en 1993 sacudieron la ciudad provocando también más de 250 muertos y miles de heridos en otra ataque coordinado, que afectó al distrito financiero de la ciudad. Sin embargo en esta ocasión se ha producido un cambio cualitativo muy importante, no se ha buscado un ataque directo contra el sistema económico y financiero, sino que se ha perseguido provocar el mayor número posible de víctimas civiles.

Las hipotesis

En el centro del día después se han situado las diferentes lecturas sobre la autoría de los ataques. Los servicios de inteligencia y de seguridad de India apuntan, en muchas ocasiones sin pruebas, contra sus vecinos de Pakistán, mientras que éstos señalan que los autores de este tipo de atentados suelen ser ciudadanos indios.

Para muchos analistas indios, los últimos ataques «son una continuación de la guerra sucia contra India que llevan a cabo desde hace más de dos décadas toda una serie de grupos apoyados y creados por Pakistán». De ahí que siguiendo esa línea argumental, los dedos acusadores indios se centren fundamentalmente en tres hipótesis.

La primera acusa a Lashkar-e-Taiba (El Ejército de los puros), una organización que opera principalmente en Jammu&Kashmir, pero que ha sido acusada en anteriores ocasiones de atentados en India. Si bien desde las fuentes indias se apunta hacia este grupo, no descartan la implicación de alguna otra organización de la nebulosa que existe entre las organizaciones islamistas en Jammu & Kashmir.

En segundo lugar, las acusaciones sitúan la posibilidad de que se trate de una acción llevada a cabo por un grupo islamista indio, el Movimiento de Estudiantes Islámicos de India (SIMI), al que también acusan de estar en la órbita de influencia de Pakistán. Acusados de colaborar con otras organizaciones «extranjeras» y buscar la «desestabilización del país», el Gobierno indio legalizó el movimiento, aunque a día de hoy no ha sido capaz de presentar pruebas para sus argumentos. Los intentos por acallar esta expresión islamista han sido un rotundo fracaso, pues la red que ha logrado crear desde la clandestinidad el SIMI le ha permitido extender y asentar su presencia en diferentes estados indios y adquirir un mayor protagonismo dentro de la comunidad musulmana de India, sobre todo a través de sus servicios sociales y religiosos.

Finalmente, en este abanico de acusaciones se presenta la llamada «compañía D» el nombre que recibe el grupo mafioso dirigido por Dawood Ibrahim. Acusado de tráfico de armas y drogas, en blanqueo de dinero, ahora también es señalado como medio de reclutamiento para las organizaciones islamistas de Jammu & Kashmir o el propio SIMI. Sobre este grupo también recaen las sospechas de su participación en los atentados de 1993.

Para los servicios indios no hay duda de que se ha tratado de una acción de alguno de estos grupos o de una colaboración entre algunos de ellos. De ahí que no tengan ningún problema en señalarlos como marionetas de Pakistán, cuyo servicio de inteligencia, el temible ISI, sería «el mayor grupo terrorista de Asia del sur».

Este tipo de política acusatoria, muchas veces sin pruebas, refleja los intentos por parte del poder en India de ocultar las importantes diferencias estructurales que afectan a la estabilidad del país, y que ponen en riesgo el proyecto de futuro diseñado por India.

Los intentos por implicar a organizaciones cachemires en todos los atentados que ocurren en India obedece al intento desesperado del Gobierno por ocultar las importantes desequilibrios sociales, económicos y políticos que a todo el país. La izquierda institucional ha ganado terreno y condiciona la política del Gobierno central, gracias al acuerdo de apoyo firmado entre ambos. Por su parte el movimiento maoísta, desde su reagrupamiento en torno al Partido Comunista de India, ha incrementando su presencia en diferentes estados indios, y el Gobierno central y sus aliados internacionales temen que logre finalmente estructurar un «pasillo» desde Nepal hasta el sur de India.

A ello se le suman los constantes ataques de los movimientos de Jammu & Kashmir, que luchan por lograr un estado independiente, y los mismo ocurre con las áreas del noreste de India, donde un importante número de organizaciones armadas y políticas llevan adelante una lucha para lograr su independencia del Estado indio.

La crisis económica que cada vez afecta a más sectores de la población, la importante brecha que se abre entre una minoría de privilegiados y las grandes masas de desfavorecidos indios (entre las más afectadas estaría la minoría musulmana), el ascenso provocador de un hinduismo militante excluyente y violento o la incapacidad del Gobierno central para acabar con la corrupción son algunos de los síntomas más preocupantes que presenta hoy India.

Deseo de al qaeda

Además, hay que resaltar la «cultura de impunidad» que se percibe en el país, incapaz de poner fin a la violencia paraestatal en Jammu & Kashmir o de procesar a los autores de las matanzas comunales. En esta situación apuntar hacia la autoría del atentado quedaría en segundo plano. Los discursos recientes del líder de al Qaeda, Al-Zawahiri, señalando en diferentes ocasiones a India, pueden permitir anticipar el deseo de esa organización por abrir un frente desestabilizador en este país, sobre todo a raíz de los últimos acuerdos bilaterales con EEUU.

Las próximas semanas el discurso incendiario del hinduismo reaccionario intentará sacar rédito de la situación y convertir la respuesta serena de los «mumbaikars» (como se conoce a los habitantes de Mumbai) en una serie de protestas contra el Gobierno central. Y de todas formas a la vista del complejo puzzle que conforma hoy India no deberíamos descartar que en el futuro las grietas del mismo se puedan agrandar por cualquiera de los rincones del inmenso subcontinente asiático. -

(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)


 
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