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Gara > Idatzia > Kultura 2006-07-29
«Un coreógrafo de verdad se inspira en el bailarín que tiene delante»
Todos los años, el día de Año Nuevo, veía el concierto de Viena por televisión. Pero no miraba a los músicos, sino a los bailarines. Esta vez será ella la que se pondrá las puntas y bailará para millones de espectadores. Sólo soñaba con poder dedicarse a bailar, su pasión, y ha llegado a lo más alto.

Su apretada agenda produce vértigo, pero ella sonríe. Es la felicidad que da el poder dedicarse a lo que le gusta. Los días 18 y 19 de agosto estará en el Kursaal de Donostia con la compañía japonesa Tokyo Asami Ballet bailando ‘‘Pink Floyd Ballet’’, de Roland Petit, su maestro.

Responde a nuestras preguntas por teléfono, desde su casa de Munich, tras su habitual jornada dedicada a los ensayos.

­¿Cuánto hace que no baila en la Quincena de Donostia?

Creo que la última vez fue en agosto de 1995, con Roland Petit, y desde entonces no he venido a la Quincena. Siempre es especial bailar en casa. Yo estoy acostumbrada a bailar en el extranjero y a hacerlo para un público que no conozco. Cuando bailo aquí sé que hay gente de Zumaia viéndome y estoy bailando para gente que quiero.

­¿Qué opinión le merece un festival como éste?

Todo festival que se centre en la cultura y que ofrezca la oportunidad de conocer las distintas formas de arte que existen en distintos lugares es de lo más interesante. Además, es un festival de música, pero ofrece a la danza la oportunidad de manifestarse y, teniendo en cuenta los pocos espectáculos de danza que hay, es importante. Tiene un espíritu muy abierto, y eso se refleja en el hecho de que se incluya nuestro espectáculo, con música rock. Eso hace la Quincena más interesante a todo tipo de público, a personas que no se atreverían a ir como espectadores de otra manera y pone el arte al alcance de todos.

­¿El público de aquí valora la importancia de tener un evento que está entre los más destacados de Europa?

Se le debe dar la importancia que tiene. La Quincena de Donostia alimenta la necesidad de arte y cultura que existe, y prueba de ello es que los espectáculos están siempre llenos. Pienso que el público lo aprecia y se siente orgulloso de tener un festival en casa a la que viene gente de todo el mundo.

­La obra que interpretará en el Kursaal aúna música de Pink Floyd con el ballet clásico. Fue estrenada en 1973 en Marsella con el grupo en escena. ¿Esta es una segunda versión realizada por Roland Petit?

Como todo coreógrafo, a Roland le gusta jugar con sus creaciones, algo muy normal. Cada vez que va a una compañía a montar el ballet otra vez se le ocurren nuevas ideas. En ese sentido, no es un ballet que tenga una historia y unos personajes que tengan que respetarse, es una obra en la que él tiene carta abierta para cambiar las cosas. Le gusta modificar el orden del espectáculo y crear pasos nuevos. Esa es la suerte que tienes al trabajar con un genio de la coreografía que vive, las cosas no son estáticas, las obras van variando y es lo que hace que un ballet creado hace tantos años hoy en día parezca todavía actual.

­En 1994, cuando volvió a preparar el montaje en Londres, Roland Petit la llamó e incluso creó un nuevo paso especialmente para usted. ¿Se sintió halagada?

A mí me halaga muchísimo que Roland quiera trabajar conmigo. Cada vez que tiene un proyecto cuenta conmigo y es un placer y un honor poder hacerlo. El se siente inspirado por mi trabajo y yo me siento inspirada por su fuerza creativa, por su genialidad. El poder trabajar con él ha significado mucho hasta ahora y sigue siendo muy importante para mí.

­No ha sido un reencuentro porque nunca han perdido el contacto.

No, llevamos años trabajando juntos. Ahora mismo, en julio, hemos estado haciendo dos espectáculos en Italia ­uno en Ravelo y otra en Parma­, luego me he ido a bailar una coreografía suya a Japón, y en diciembre trabajaremos juntos otra vez... Siempre tenemos proyectos y cada vez que se termina un espectáculo lo único que dice es ‘¿cuándo nos vemos otra vez?’. Hemos tenido siempre muy buena conexión y quiere hacerme parte de sus proyectos, lo que para mí es muy importante.

­Siempre ha dicho que está abierta a nuevas fórmulas artísticas. ¿La unión de la música de un grupo como Pink Floyd con la danza clásica le atrajo desde el primer momento?

Como artista es de lo más interesante. En un principio pensé: ¿cómo vamos a bailar con Pink Floyd? Luego escuchas la música y tiene un ritmo, una fuerza rítmica que la verdad es que te dan ganas de bailar. Lo que no te imaginas es bailar con puntas con una música así, pero ahí es donde está el talento de un coreógrafo. Es capaz de hacer danza clásica con música rock. La verdad es que el hecho de jugar con un estilo tan distinto convierte tu trabajo en algo muy interesante. La mezcla de la música, unido a un juego de luces muy trabajado con láser, tener una compañía entera vestida igual, todos con mallas blancas, crea un efecto muy fuerte. No hay decorado, es simplemente música y danza y no hay ningún elemento que distraiga al espectador. Finalmente, después de cinco minutos, uno no se de cuenta de que está escuchando música de Pink Floyd y que las chicas están bailando en puntas, simplemente crea un ambiente único. No sabes qué género es, simplemente es un espectáculo.  

­Muchas veces nos empeñamos en etiquetar la música o la danza y cuando se trata de arte no hay barreras.

Sí, y muchas veces las mezclas que parecen más extrañas son las que dan el resultado más impresionante.

­Si no hubiese estado Petit detrás del proyecto, ¿le hubiera interesado de igual manera?

Depende, primeramente como bailarina mi interés primordial es con quién trabajo. Por supuesto, siempre resulta interesante que te digan que vas a bailar con tal música, pero depende de quién haga la creación. Aunque la música sea maravillosa, si el coreógrafo no te convence, no te apetece hacerlo. Es este caso, era la unión de Pink Floyd, los genios que crearon un estilo tan particular en el rock, y Roland, con un estilo único.

­¿Normalmente tiene ocasión de conocer el proyecto con detalle antes de aceptar participar en él?

Cuando te invitan a hacer alguna coreografía ya creada te puedes informar por medio de alguna cinta de vídeo y es más fácil tomar una decisión. En los casos en los que se trata de una creación es más difícil y te basas en el trabajo que el coreógrafo ha llevado a cabo hasta entonces y decides si te interesa su estilo. De todas formas, es siempre una aventura, porque el resultado final depende tanto de un coreógrafo como de lo que tú le puedas aportar a él.

­¿Tiene la oportunidad de hacer aportaciones?

Los coreógrafos de verdad son los que son creadores y saben lo que quieren. Tienen mucha seguridad en su trabajo y, al mismo tiempo, te dan una libertad de expresarte a tu manera. Ellos te muestran el boceto de la idea que tienen y luego esperan que tú hagas tu aportación. Un coreógrafo se inspira en los bailarines que tiene delante. Eso es lo interesante, saber si el resultado hubiera sido diferente en caso de haber trabajado con otro bailarín.

­Después de tantos años la complicidad con Roland Petit será absoluta.

Es impresionante, comprendes exactamente lo que está buscando. Por supuesto, es un hombre de cierta edad y cuando crea el rol de una mujer no puedes hacer exactamente el movimiento que él está creando, pero te das cuenta del nivel de intensidad que quiere, si quiere sensualidad, naturalidad o sencillez. Tú tienes que ver el movimiento dentro de ti y hacerlo de la manera en que él lo crea en su cabeza. Eso es lo que le ayuda a él, ya que está viendo sus ideas en un cuerpo femenino. Es el proceso de la creación, lo que define el resultado final.

­A sus 83 años está todavía en activo. ¿Cómo lo logra?

Es increíble. Acaba de estar dos meses en China, luego en Italia, antes de ir a Rusia... Tiene una energía y un espíritu impresionantes. Pienso que mentalmente tiene unos 25 años, creo que no ha envejecido nunca. En cuanto hace algo piensa en lo siguiente y es lo que le mantiene con ganas de vivir y de trabajar. Además, Roland tiene la suerte de tener un físico de hierro.

­Con la edad los bailarines notarán el esfuerzo de tantos años.

Imagino que terminaremos todos artríticos perdidos, pero depende de la calidad de tu cuerpo. Yo tengo una elasticidad natural y me cuesta mucho menos llegar a hacer movimiento que a una persona muy dura que está forzando la posición y sufre más físicamente. Cuidar nuestro cuerpo es parte de nuestro trabajo y la única manera de tener el cuerpo en forma es trabajando. El problema es tener un mes de vacaciones y salir luego al escenario. Muchas veces estás cansado y te apetece tomarte unas vacaciones pero te das cuenta de que cuanto más trabajes y con consciencia, cuidándolo, el cuerpo va a estar mucho más en forma.

­No ha tenido muchas lesiones, ¿verdad?

No, he tenido suerte y tengo un cuerpo que está hecho para bailar, es como una goma, y da fácilmente cuando intento forzarlo a una posición.

­Sin olvidar la mente, porque la motivación juega un papel importante.

Desde luego, la motivación te ayuda mucho y se necesita ser fuerte mentalmente. Yal mismo tiempo, conocerte bien y saber descansar cuando lo necesitas. Hay veces que tras los ensayos me apetece irme de compras o al cine, pero voy a casa y descanso, porque ese poco tiempo de reposo mi cuerpo lo va a agradecer.

­¿La compañía no la presiona?

Somos seres humanos y eso la compañía lo entiende perfectamente. Las lesiones son parte de nuestro trabajo, yo a veces reemplazo a otras bailarinas y algún día me tendrán que reemplazar a mí. Por eso las compañías tienen setenta bailarines y no veinte. Yo además, soy bastante burra y hago casi el trabajo de dos bailarinas, una, el de mi compañía y otra, trabajando como freelance.

­¿Qué me puede decir del Ballet de Tokio?

Yo conozco al ballet desde hace tres años, cuando fui allí a bailar “Notre Dame de París”, que acabo de hacer otra vez. Ellos vinieron también en setiembre pasado a bailar “Pink Floyd Ballet” en los Elíseos de París y trabajar con ellos es un gusto. Es una compañía de lo más profesional y estoy muy contenta de que puedan venir a mi casa a bailar porque es muy importante actuar en Europa, ya que no es fácil viajar hasta aquí.

­¿Hasta qué edad se ve sobre el escenario?

Si es profesional y trabaja duro, una bailarina puede bailar hasta los 45 años. Hay personas que continúan mucho más, pero yo no estoy dispuesta a estar sobre un escenario hasta una edad en la que a la gente le parezca ridículo. Creo que el arte debe ser bello y tiene que estar bien hecho.

­¿Proyectos a corto plazo?

El mes de setiembre viene bastante ajetreado. Tengo galas por mi cuenta en Berlín, en París y en Finlandia y luego me reúno con la compañía en Venecia para hacer “Romeo y Julieta”. Continúo en octubre en México como freelance, me reúno en Taiwan con el Ballet de Munich; en noviembre, tengo espectáculos en Munich, en diciembre una semana con Roland Petit en Atenas, y a finales de año me voy a Viena porque me han invitado a bailar en el Concierto de Año Nuevo. Imagínate, he estado viéndolo por la tele desde cría ­era lo único que daban de danza­ y ahora bailaremos una creación del “Danubio Azul”. Eso sólo en los tres primeros meses.

­¿Qué tal en Munich? ¿Tiene intención de continuar ahí?

Llevo cuatro años aquí y estoy feliz. De momento me quedo aquí, aunque no hago planes a largo plazo.

­Y Cyril acompañándola.

Tengo muchísima suerte, cada viaje es como unas mini-vacaciones y nos reímos de cualquier situación y le das la vuelta a todo. Cada uno conoce lo que la otra persona está viviendo y sabe cómo motivarlo.

­¿Se imagina bailando sin él?

Cyril es el mejor partenaire que hubiera podido soñar. No es porque sea mi pareja, todos las bailarinas lo dicen. En la danza han existido muy pocas parejas de bailarines, estaban Vasiliev y Maximova, también Nureyev y Margot Fontayn y ahora nos consideran como la pareja de danza. Siempre nos invitan a los dos, quieren esa compenetración de dos personas que se mueven como una. -



«Ser ‘freelance’ es el inicio del final de la carrera de un profesional»
Lucía Lacarra tiene muy claro que no quiere trabajar únicamente como freelance y considera indispensable ser miembro de una compañía de danza.

­¿Se ha planteado alguna vez trabajar únicamente como freelance?

No, y voy a ser muy dura, por lo que esto no va a gustar a mucha gente, pero creo que ser freelance es el inicio del final de la carrera de un bailarín. Para poder bailar y tener una larga carrera debes estar en forma y no es suficiente con tener algunos espectáculos, tienes que trabajar todos los días. Debes seguir progresando, porque en el momento en que dejas de hacerlo empieza la cuesta abajo, y caes enseguida.

­¿Un bailarín no puede progresar por su cuenta?

Ser freelance tiene algo nocivo, que es el derecho a elegir lo que bailas, ya que siempre elegirás lo que te gusta o no te cuesta. Pero en una compañía tienes que hacer lo que te dicen y es lo que te lleva a ser capaz de hacer otras muchas cosas. Yo prefiero tener una compañía como base que me permita hacer todo lo que hago como freelance, que es casi más de lo que hace un bailarín que no tiene compañía.

­¿Es duro compaginar ambos aspectos?

Es cuestión de organizarse y tienes que estar dispuesto a trabajar el doble, pero si quieres tener una carrera larga, como es mi caso, debes esforzarte al máximo. Si perteneces a una compañía tienes tu camerino, tu sitio en la barra, el profesor y el maestro de baile a los que conoces, y la única manera de trabajar a gusto e ir progresando es tener un sitio donde estar confortable.


 
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