Maite Soroa
En plan derrotista
Los hay que entienden la actividad política o sea, la negociación, la transacción y el respeto en términos exclusivos de victoria aplastante o derrota humillante. Y así les pasa, que están ahora mismo en plan derrotista. Aleix Vidal Quadras, en “La Razón”, denunciaba ayer al Gobierno de ZP porque «en su entregada tarea de triturar la Constitución, liquidar la Nación y rendir el Estado al crimen organizado», muestra una extrema debilidad. Y es que cree el columnista que cree ZP que «es más cómoda la mentira que la verdad, es más fácil darle a ETA lo que quiere que combatirla, es más llevadero ceder ante los nacionalistas que embridarlos y es más gratificante sacar de la pista al otro gran partido nacional que junto con él enfrentarse a las cuestiones cruciales de nuestro tiempo. Hesíodo hace veintisiete siglos ya sabía que los dioses inmortales habían colocado el sudor delante de la excelencia, pero ahora preparamos a las generaciones futuras tirando los penaltis al principio. Vivimos en la era ZP, suplicando temblorosos la paz de los cobardes». Se lo toman a la tremenda, ¿verdad?Y en el mismo rotativo el especialista «antiterrorista», Jesús María Zuloaga (conocido como Zulo en la profesión), describía como «peligroso» el camino por el que discurre «el mal llamado proceso de paz» Lo que le pasa a Zulo es que observa que «el tiempo pasa y llegará el momento en el que la mesa habrá de reunirse porque, en caso contrario, las cosas se torcerían y ya se sabe cómo se las gastan los de la pistola. No va a pasar mucho tiempo sin que los enviados de Zapatero se reúnan con ellos y conozcan, de primera mano, (y no a través de los mensajes que transmite el centro suizo Henry Dunant) qué es lo que pretenden los terroristas». Y, al final, la advertencia: «Ya lo han dicho, por
activa y por pasiva, en entrevistas, publicaciones y comunicados, aunque
Zapatero afirme que no hay que tomarse muy en serio esas cosas. El peligro de
abrir un ‘proceso’ como el que nos ocupa es que, al final, la otra parte, que no
ha entregado las armas y sigue con el chantaje, que manda a sus matarifes a
hacer el chulo en la Audiencia Nacional delante de las víctimas, te pone sobre
la mesa sus exigencias. Ante ello sólo cabe la firmeza salvo que se aplique
aquella otra frase de Groucho: ‘éstos son mis principios; si no le gustan, tengo
otros’». Y, ¿por qué no negociar los objetivos de cada cual y respetar a la
mayoría? - msoroa@gara.net
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