Alvaro Reizabal - Abogado
Reconversión
Hace unos días se hicieron públicos los resultados de una encuesta del CIS sobre la valoración que para la gente merecían diversas profesiones, con un resultado que, por lo que a uno le toca, eran altamente preocupantes. Y es que la de abogado merece para los encuestados una valoración sólo ligeramente superior a la de militar, que es la que ocupa el último peldaño del escalafón. A quienes, como un servidor, hemos conocido bastante a fondo la profesión militar, alcanzando el alto empleo de sargento de milicias, con uno de los últimos puestos de la promoción, habiendo servido a los intereses de la defensa nada menos que en la entonces hippie Ibiza, percibiendo por ello un complemento por islas, nos produce una enorme sensación de vértigo pensar que cuando los ciudadanos nos ven por la calle piensan de nosotros mas o menos lo mismo que si ven a un militar con traje de paseo. Mucho mejor paradas salen otras profesiones también clásicas como la de arquitecto o profesor, dándose también una fulgurante subida de los informáticos que están muy de moda. Pero sin duda los que se llevan la palma son los profesionales de la sanidad: los más valorados son los médicos, seguidos de las enfermeras. Dicen que todo se debe a las series televisivas sobre médicos y hospitales en que el personal sanitario es presentado como un gran benefactor desinteresado de la humanidad. Además es más que previsible que la tendencia se acentúe en el futuro, pues tan bueno es el cartel de los médicos que casi la mitad de los encuestados piensa recomendar a sus hijos que se hagan médicos. Así que al paso que vamos, y teniendo en cuenta las bajas tasas de natalidad de los últimos años, al final no habrá enfermos suficientes para tanto médico y lo que se pondrá de moda será ser enfermo. Igual hasta pagan por ejercer tan noble oficio. Hace muchos años aprendí en Venezuela que cuando me preguntaran la profesión debía contestar licenciado, pues decir abogado equivalía a «¡cuidado con las carteras!». Ahora, ante este panorama y teniendo en cuenta que uno vive en la cuadrilla rodeado de medicuchos, mediquitos, loqueros, pipeteros y médicos de familia, he llegado a la conclusión de ser el pringao de la tribu, casi un desprestigio, un picapleitos entre tanto galeno, así que no queda mas remedio que reconvertirse y abandonar la vida de leguleyo sustituyéndola por otra más sanitaria. Como tampoco es cuestión ahora de ponerse a estudiar seis años de carrera, más el MIR, más no sé qué curso en Houston, estoy pensando en una solución al problema que permita ejercer de sanitario, pero sin tantos años de estudio, algo más sencillo, y creo haber dado con la panacea: me he matriculado en un cursillo en la universidad de Betelu al final del cual te entregan tu flamante diploma de petrikilo. -
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