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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-08-14
Francesc Arnau i Arias - Abogado
La disolución de la Guardia Civil

El último fin de semana de mayo se conmemoró en Vic el decimoquinto aniversario del ataque de ETA con bomba contra el cuartel de la Guardia Civil. El cuartel desapareció totalmente y en su lugar hay sólo un solar vacío que desde hace ya unos cuántos años es utilizado como aparcamiento gratuito por el vecindario. Precisamente ahora hay polémica, porque el Pla d´Acció Urbanística Municipal de Vic ha catalogado el espacio como edificable y el Ayuntamiento ya ha previsto construir viviendas. Pero la Asociación de Víctimas del Terrorismo ha hecho saber que no desea que el antiguo cuartel se convierta en un bloque de pisos; en cambio sí que les gustaría ver algún equipamiento social. Hay víctimas que, por el hecho de serlo, se creen con derecho a decidirlo todo, tanto a nivel político como a cualquier otro nivel.

Las «casas cuartel». La prensa comarcal de Osona ­con el semanario “El 9 Nou” al frente­ ha dado una amplia cobertura a esta conmemoración. Y sus informaciones se han caracterizado por una sumisión total a lo que es y representa la Guardia Civil española. Y por un seguidismo servil de la intencionalidad política del acto público del 28 de junio en el solar vacío. Ni que decir tiene que las crónicas tratan, todavía, a los militantes de ETA únicamente como terroristas. Explican que Jon Erezuma Uriarte, Joan Carles Monteagudo Povo y Juan José Zubieta Zubeldia habrían introducido el coche-bomba en el cuartel, pese a la presencia de niños jugando en el patio... Ahora a los periodistas del sistema no les interesa recordar que en 1991 ya hacía años que ETA ­al declarar como objetivos mili- tares los cuarteles de la Guardia Civil­ había advertido de la imperiosa necesidad de hacer salir a las familias. Pero los respon- sables políticos de la existencia y funcionamiento de las «casas cuartel» ­herederos fieles del Duque de Ahumada­ han preferido siempre seguir utilizando a las esposas y los hijos de los guardias como verdaderos escudos humanos de esta policía militar. En definitiva, es una táctica muy antigua que, con el episodio del general Moscardó en el Alcázar de Toledo, sirvió incluso por adornar la mitología franquista en torno a la Guerra Civil de 1936-39.

La típica revancha militar. El Alcalde del Ayuntamiento de Vic, Jacint Codina, de CiU, no asistió a la celebración del aniversario. Para mí, éste es un gesto que le honra. Sobre todo teniendo en cuenta que en 1991 realizó unas declaraciones públicas diciendo textualmente que se alegraba de la muerte de Erezuma y Monteagudo. Lo dijo al acabar los funerales oficiales por las víctimas de la bomba, en una repleta Plaza Mayor de Vic, después de que los guardias civiles presentes hubieran subido exageradamente el volumen de sus transmisores, de forma que todo el mundo pudiera compartir su satisfacción por la revancha consumada... Entre las ansias militares aparece muy a menudo la revancha. Véase, si no, el último episodio que el Pentágono nos ha permitido conocer sobre Irak: el pasado mes de noviembre veinticuatro ciudadanos civiles fueron arrancados de sus casas en la localidad de Haditha (nordeste de Bagdad) y masacrados por los marines norteamericanos, como revancha por la muerte de un militar suyo por un coche bomba. Ahora las crónicas oficiales recuerdan que los militantes de ETA fueron localizados, veinticuatro horas después de la bomba, en Lliçà d’Amunt (Vallès Oriental) y gracias a las pistas facilitadas por un campesino, pero no dicen nada de aquella chica a quién la Guardia Civil estuvo torturando de manera salvaje toda aquella noche hasta que dio la dirección exacta y completa del chalé de la urbanización de Lliçà.

Disparar al hígado. Xavier Vinader, en una memorable crónica histórica, publicada años después en el semanario “El Temps”, reveló ciertos detalles que a él le habían llegado por boca del propio responsable militar del operativo de Lliçà, el cual, naturalmente, mantuvo el anonimato: que tenían órdenes de disparar a matar contra aquellos dos chicos, que una manera segura de matarlos era dispararles en el hígado... los fusilaron, condenados a muerte y sin juicio... Recuerdo perfectamente la cara que ponía el juez de instrucción de Granollers cuando, ante mí, los abogados y médicos vascos le planteaban la necesidad de investigar los hechos de Lliçà y los que sucedieron en el quirófano de la Policlínica del Vallès, por donde los guardias entraban y salían cómo querían, pese a las advertencias y requerimientos de los médicos de guardia, que habían intentado inútilmente salvar la vida de Erezuma; los hechos de la ambulancia, que lo trasladó todavía con vida hasta el Hospital Clínico de Barcelona, dónde ya ingresó cadáver y lleno de hematomas... Recuerdo cómo la prensa de Granollers explicaba las amenazas telefónicas de bomba que se recibieron en el Juzgado aque- llos días: que si seguían investigando los hechos de Lliçà d´Amunt, el edificio del Juzgado volaría como el cuartel de Vic y con los funcionarios dentro. Erróneamente, aquellos guardias civiles del pelotón de Lliçà habían pensado que con la muerte de Erezuma y Monteagudo se había acabado el problema para ellos.

50.000 niños mueren cada día. Y es que se empieza por no comprender una idea y se acaba por matar a su autor. En este sentido, no sé ni siquiera si podemos estar seguros de que la mayoría de guardias civiles comprenda no ya las ideas de sus adversarios, sino la suya propia, la que su institución defiende. Una institución militar que tiene un himno que dice: «...viva España, viva el Rey, viva el orden y la ley, viva la Guardia Civil...!». Y esto bajo un orden mundial que, según la ONU, permite cada día la muerte de 50.000 niños por falta de comida y medicinas...

El alto el fuego de ETA. Por eso, en unos momentos en que ETA ya ha declarado el alto el fuego permanente, es muy procedente destacar que ya hace muchos años que sus fundadores están diciendo y repitiendo que promoverán la disolución de la organización armada vasca de liberación nacional en el mismo preciso momento en que deje de ser necesaria. Ante mí también lo dijo el señor Julen Madariaga, en Donostia, en la conmemoración del aniversario de los primeros diez años de la existencia de las Gestoras pro-Amnistía. Y precisamente por eso mismo, ahora me parece muy necesario ir pensando en la disolución de la Guardia Civil.

La aflicción de la consellera Tura. Pero actos como el de Vic ­y tratamientos informativos como el de la prensa comarcal de Osona­ vienen a añadir oscuridad a la ya de por sí confusa y vergonzosa política parlamentaria catalana, que ha provocado de manera incomprensible la irrupción de una intempestiva y jovencísima pandilla de números de la Guardia Civil en prácticas, enviados desde Madrid, con la excusa de parar la inoportuna y sospechosa plaga de atracos a urbanizaciones residenciales. Y todo eso para mayor vergüenza, aflicción y descrédito de la consellera de Interior Tura, la cual ­ahora ya lo sabemos­ tiene amigos en el sector de la seguridad privada que se dedican a vender, entre otras cosas, aparatos de alarma para instalar en las urbanizaciones. -


 
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