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Gara > Idatzia > Kultura 2006-08-15
Iñaki URDANIBIA
Pierre Vidal-Naquet, el incombustible
En el presente articulo, Iñaki Urdanibia glosa la figura del historiador frances Pierre vidal-naquet, recientemente fallecido, a quien, en vida, ninguna causa justa le fue ajena.

Me entero con unos días de retraso ­el descoloque de estos tiempos de sudores y escasos reloj y calendario­ de que el gran historiador ­y otras cosas­ Pierre Vidal-Naquet ha franqueado las fronteras de este mundo el ultimo día de julioŠ Los dioses le tendrán en su Olimpo.

Nombrar a Pierre Vidal-Naquet es inevitablemente hablar de los griegos antiguos, de los argelinos, de los judíos y los palestinos, de los estudiantes en plena revuelta, de la irredenta lucha contra las violencias de los poderes (prisiones, torturas, colonialismosŠ), de la lucha sin cuartel contra los «asesinos de la memoria», de los innúmeros manifiestos, entre los que uno de los últimos fue el que firmó ­junto a Daniel Bensaïd y Gisèle Halimi, entre otros­ y en el que se proclamaba otra forma de ser judío que no conllevase ni agresividad e imposición con respecto a los vecinos (palestinofobia y arabofobia), ni disfraces teológicos que todo lo justifican. Hablar de Pierre Vidal-Naquet es hablar de todo esto y de muchas cosas más, pues el historiador fue un perejil de casi todas las salsas en pos de la justicia, cual Prometeo ­«primer mártir del calendario filosófico», según la caracterización de Marx­, irredento portador del fuego que intenta facilitar la liberación de los hombres pero siempre evitando que el fuego (la verdad, o lo que sea) le sea hurtado por «dioses, reyes o tribunos».

Contra el negacionismo

La huella dejada en este judío francés por la peste nacional-socialista resultó honda e imborrable. Se quedó huérfano a los trece años y, en general, desfamiliarizado, cuando todos sus allegados desaparecieron en esos campos de exterminio a los que fueron conducidos por la kolaboracionista policía de Vichy, fatídico «universo concentracionario» que algunos «negacionistas» se han empeñado en borrar de la historia. Marcado por semejante desgracia asesina, su combate en este orden de cosas, clarificador y desgarrado, siempre se ha desarrollado en primera línea en obras imprescindibles, como “Les Juifs, la mémoire et le present” o “Les assasins de la mémoire”, ésta de significativo título, en la que embiste contra tales «revisionistas» y, en especial, contra el cabecilla de tal tribu, Faurisson, ese «falsario» (faussaire) del que hablase Paul Veyne: «Lo peor es que Robert Faurisson ha dedicado efectivamente un número incalculable de jornadas de trabajo en los archivos franceses y alemanes, a la búsqueda, no como pretende él, de la verdad, sino de la falsedad, a la búsqueda de un medio para destruir un inmenso conjunto de pruebas indestructibles, indestructibles precisamente porque ellas constituyen un conjunto, y no como se intenta hacernos creer, un manojo de documentos sospechosos».

Su condición de judío y víctima llevó a Pierre Vidal-Naquet a mantener en alto la bandera de la defensa del derecho a Israel a existir, pero sufriendo ­paradigmático el caso de la Guerra de los Seis Días de 1967­ por la ideología y la práctica violenta y colonialista de tal estado, que se comportaba (y se comporta, claro) con la chulería guerrera de quien dice al mundo: para que veáis que somos capaces de ser unas indómitas bestias salvajes, unas sanguinarias fieras, y no unos dóciles corderitos que van al matadero sin chistar. Así lo denunció él mismo con vivacidad.

El Estado de Israel y la violencia

Del mismo modo que alzó la bandera recién mentada, promovió con todas sus fuerzas el derecho de los palestinos a vivir en paz en su tierra, exigiendo a los judíos de Israel que forjasen relaciones fraternales con sus vecinos, y que fomentasen estrechos lazos de amistad con los pueblos árabes; tendencia que debía ser la natural y no la habitual de invadir, aplastar y colonizar de la que venía haciendo gala el estado instalado a finales de los años cuarenta en aquel ajeno Oriente Medio.

El despertar de este hombre, nacido en 1930, al uso de razón política tuvo lugar antes de que cumpliera la treintena, y el detonante definitivo fue la Guerra de Argelia. El mes de junio, en plena batalla de Argel, los paracaidistas detienen a un joven profesor de matemáticas, miembro del partido comunista, y le conducen al siniestro centro de El-Biar. Del joven nunca más se supo. Los raptores dijeron que se había escapado. La verdad se abrió paso y uno de quienes más la buscaron fue precisamente Vidal-Naquet, que el mismo año creó un Comité Maurice-Audin, cuyas labores de agitación fueron notorias y que acabó desenmascarando la realidad: el joven había sido torturado y después asesinado directamente por los paracaidistas. Vidal-Naquet narró toda la verdad en su “L’Affaire Audin”. En la misma época animó la revista “Vérité-Liberté” ­como años más tarde animaría también otra revista de inequívoco título y contenidos partisans­ publicación que denunciaba las tropelías del Estado francés y prestaba sus páginas a textos prohibidos e incómodos para el poder. Algunos de los franceses que apoyaron la lucha de liberación del pueblo argelino fueron detenidos y juzgados bajo la acusación de ser porteurs de valises. Mientras se celebraba el proceso a la red Jeanson, surgió el Manifiesto de los 121, defendiendo el derecho a la insumisión y solidarizándose con los juzgados, entre los firmantes estaba nuestro hombre. A causa de tal actividad ­y de su denuncia abierta de la tortura (luego hablaría largo y tendido de ello en su “La torture de la République”)­, nuestro hombre fue separado de la enseñanza universitaria, que desempeñaba siguiendo el rastro de otro resistente, y reputado mitólogo, Jean-Pierre Vernant (¿cómo no recordar la obra conjunta que marcó un antes y un después en los estudios de la Grecia clásica: “Mythe et tragédie en Grèce anciènne”?). Actividad docente que posteriormente continuaría, enseñando historia de Grecia Antigua, como director de estudios en l’École des Hautes Études en Sciences Sociales.

Mayo del 68

Ya anteriormente había mostrado acusadas simpatías por la revista “Socialisme ou Barbarie” de Castoriadis y Lefort, y hasta había facilitado la publicación de algunos libros de alguno de sus miembros (Daniel Mothé) en la editorial Minuit, como más tarde impulsaría a Cornelius Castoriadis a ocupar una plaza en la EHEES. Participó en los debates ­junto a François Châtelet y Vernant­ que tal revista promovió en un círculo «bajo el patronazgo de Saint Just», que es donde conoció personalmente al griego-francés y en donde comprobó el saber enciclopédico de tal sujeto («Comprendí rápidamente que tenía frente a mí no a aficionados sino a expertos, y que Castoriadis, en particular, tenía una gran familiaridad con todos los grandes textos, de los filósofos, de los historiadores, de los trágicos», así lo contaba en “Castoriadis et ‘Le Politique’”).

Tampoco le pilló fuera de juego el Mayo del 68, movimiento que apoyó, y que describió al calor de los acontecimientos (“Journal de la commune étudiante”). Tres años después participaría en el GIP (Grupo de Información de las Prisiones), del que fue presidente, organismo impulsado por Michel Foucault, Gilles Deleuze, Jean-Paul Sartre y otros, que pretendía ceder la palabra a los propios presos para que denunciasen sus impresentables condiciones de existencia.

Esta vida, su enorme y clarificadora obra en los terrenos académicos y más profanos, nos queda como caja de herramientas para hacer frente a este mundo de dios. Esa agitada vida, digo, se ha apagado, se ha silenciado esa fina voz que le caracterizaba, la voz de ese «historiador universal y gran amigo de Grecia», como se ha dicho en estos días de duelo. Se ha extinguido una llama de esas que convierten en día las más oscuras noches. Una voz que siempre se elevó, sin remilgos, airada e insumisa, contra las poderosas razones del EstadoŠ«el más frío de los monstruos fríos» del que hablase el otro. -


 
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