GaraAzkenak - Paperezkoa - English Edition  |  Le Journal
EUS | ES | FR | ENG
 » PAPEREZKOA
  -Aurkibidea
  - EuskalHerria
- Jendartea
- Ekonomia
- Iritzia
- Mundua
- Kultura
- Kirolak
 » AZKENORDUA
 » ENGLISH EDITION
 » DOSIERRAK
 » DOKUMENTUAK
 » IRUDITAN
 » HEMEROTEKA
 » Produktuak
Gara > Idatzia > Jendartea 2006-08-15
Martin GARITANO
El túnel, bajo el confesionario
·La vida sigue igual (LIV)

Alas cuatro en punto de la tarde, Huesitos, Xuxú y Gotzón tocaban el timbre de la casa parroquial. Tal y como les había indicado Simón, vestían prendas deportivas, al igual que el propio sacerdote, que se presentó en poco más de un minuto en el portal. La escena hubiera llamado la atención de cualquier vecino, más acostumbrado a ver a los tres hombres en los bares de Uriondo que preparados para hacer senderismo. Simón, además, portaba una mochila de tiempo inmemorial. Tal vez de sus tiempos de seminarista.

Montaron en el coche de Xuxú y en poco más de diez minutos lo estacionaban detrás de la ermita. A escasos doscientos metros de Landatxo. Merodearon un buen rato por las inmediaciones de Santa Ana y, tras comprobar que no había nadie, abrieron la puerta de la ermita y la cerraron por dentro.

-¿Por qué la cierras? Casi mejor déjala abierta no vaya a ser que...

-No, no. Es mejor que la cierre, no vaya a ser que algún paseante curioso empiece a husmear.

-Vale. Pero deja la llave puesta.

La ermita estaba, tal y como la había dejado Miguel, en perfecto estado. Nada recordaba las trágicas escenas que allí se habían vivido sólo unas fechas antes. En el momento de entrar, Simón no pudo evitar una mirada al punto donde apareció el cadáver de aquel chico francés. El recuerdo de su rostro desencajado y el gaznate abierto le venía a la memoria con frecuencia. Huesitos no podía disimular su impaciencia, mezcla de nerviosismo y de curiosidad:

-Bien. ¿Dónde te ha dicho Lurdes que empieza ese túnel?

-Ella no lo ha visto nunca, pero cree que está debajo del confesionario.

Simón abrió la mochila, y sacó una linterna, una palanca y un picachón.

-Y tú, ¿de dónde has sacado todo eso?

-De las obras de la parroquia. Las he tomado prestadas. Ya las devolveré.

Al golpear la tarima del confesionario Huesitos aseguró que sonaba a hueco. Xuxú, Simón y Gotzón no habían notado nada especial, pero hicieron caso a Luis Mari. Simón alumbró el pequeño cubículo con la linterna mientras sus dos compañeros buscaban algo parecido a un resorte que abriera una tapa. No encontraron nada.

Cuando Simón empezaba ya a desesperar y a dudar incluso de que la historia que le había contado Lurdes fuera cierta, Huesitos, sin avisar a sus amigos, levantó el picachón y lo clavó en la tarima del confesionario.

-Pero, ¿Qué haces? No seas animal.

Huesitos sonrió:

-Mira lo que he hecho: encontrar la entrada.

El picachón estaba clavado hasta donde permitía el mango. Dejado de la tarima había un hueco. Ayudándose con la palanqueta Xuxú desmontó la tarima y, a la luz de la linterna, apareció la entrada de un túnel, una especie de pozo, de poco más de un metro de anchura y tres de profundidad. Una escalerilla metálica, adosada a uno de los lados permitía el acceso a lo que hubiera allí abajo. Huesitos,sorprendido y al tiempo satisfecho, no evitó un comentario:

-¿Por aquí desembarcaban las armas? Pues tendrían que sacar los fusiles uno a uno...

-Tampoco eran días para ponerse a construir los túneles de Artxanda, Luis Mari. Harían lo que podían.

El cura cortó la discusión:

-Venga, dejaros de pijadas y vamos adentro. El mismo tomó la iniciativa, apuntó con el foco al interior del pozo y se lo pasó a Xuxú. Tú ilumina el interior y yo bajo primero, luego me sigues tú y a Huesitos le daremos luz desde abajo.

Simón descendió con cuidado los doce peldaños metálicos. Al llegar al fondo, esperó. Xuxú se colgó el foco del cuello con la ayuda de su propio cinturón y, al llegar junto a Simón, apuntó con la linterna hacía arriba para ayudar en su descenso a Gotzón y Huesitos. A Luis Mari le costó más que a los otros bajar. En la mano derecha llevaba la palanca de hierro.

Reunidos los tres en el fondo del pozo, Xuxú giró sobre sí mismo alumbrando las paredes en busca de una salida. A su espalda se abría un vano de dos metros de ancho y otro tanto de alto. Daba paso a una especie de sala de no menos de cincuenta metros cuadrados. A la luz de la linterna descubrieron una mesa sobre la que, entre otros objetos, había un candil de gas, de los empleados en las acampadas. Simón probó a encenderlo y, tras varios intentos fallidos, lo logró.

La sala, perfectamente iluminada con la lámpara de gas, ofrecía una imagen siniestra: en un rincón se apilaban cajas de madera, casi todas rotas, con inscripciones en un idioma extranjero. Por la forma y el tamaño de las mismas parecían ser las que contenían los fusiles checos que trajo Urreztieta.

-¿No os decía yo? Tuvieron que sacar los fusiles de uno en uno.

En el centro de la estancia, junto a la mesa, dos sillas de playa y, sobre la misma, además del candil, una balanza de precisión y una cubeta, de las empleadas en los laboratorios de fotografía.

Animados por el descubrimiento, Simón, Xuxú, Huesitos y Gotzón registraron todos los rincones de la estancia. Además de los objetos citados, encontraron un saco de dormir y una caja de cartón con algunos fiambres, dos botellas de agua y un paquete de cigarrillos.

-Parece que alguien vivía aquí.

-Sería el francés, el que degollaron...

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de los cuatro hombres. Enfrascados en el registro habían olvidado que alguien podía llegar hasta ellos a través del túnel que comunicaba con la costa. La entrada se abría en una de las paredes de la sala. Se trataba de un túnel de algo menos de dos metros de altura y metro y escaso medio de ancho. Del techo colgaban, espaciados por dos metros, candiles de carburo que, por su aspecto, no habían sido utilizados desde la guerra. Aquella galería comunicaba, pues, con las rocas donde apareció muerto Amhed. Las cosas empezaban a explicarse.

Simón iba a proponer recorrer el túnel hasta su salida al exterior pero Huesitos, adivinando tal vez el pensamiento del cura, se adelantó:

-Lo mejor será volver a Uriondo y regresar mañana, temprano, con Gotzón y con más material. Hay que iluminar bien la sala y el túnel. No me fío nada. ¡A ver si va a haber alguna trampa...!

Xuxú estuvo de acuerdo. Él, además, traería la escopeta. -

(CONTINUARA)


 
Inprimatu
...Albiste gehiago
Jendartea
El apoyo comunitario es vital en los países más empobrecidos
Jendartea
Jai herritarrak aldarrikatuz, abordatzera!
Euskal Herria
Lakua abre 4 expedientes al mes contra movilizaciones
Ekonomia
La demanda sigue alta pese al precio del crudo
Mundua
Israel bloquea por mar y aire Líbano y deja la puerta abierta a una futura nueva agresión
Mundua
Sri Lankako Armadak gutxienez 60 neska hil ditu
Kirolak
El equipo naranja confirma los rumores y prescinde de Gorospe
Euskal Herria
Barrena afirma que la prioridad es abrir ya un diálogo sin exclusiones
  CopyrightGara | Kontaktua | Norgara | Publizitatea |  rss