Dejadnos decidir en paz nuestro futuro. Ese fue el mensaje que selló la manifestación celebrada ayer en la capital vizcaina. Un mensaje, en positivo, que mira hacia adelante, que evita apriorismos, condiciones previas y precios impagables. Un mensaje que no colisiona con derechos, siempre que los derechos y su marco legal se interpreten en clave de democracia.
El primer dato a destacar de la manifestación convocada por un grupo de ciudadanos en Bilbo es su dimensión. De acuerdo al recuento realizado por este diario, fueron unas 10.000 personas las que hicieron un hueco en la Aste Nagusia para reclamar que Euskal Herria pueda elegir en libertad, más allá de las imposiciones, y en un clima de paz que, hoy por hoy, sólo se sustenta en un alto el fuego unilateral de ETA, que se mantiene desde hace ya cinco meses, sin que desde los gobiernos español y francés se hagan mayores esfuerzos para secundar el paso dado por la organización armada vasca.
El hecho de que, como ocurriera en Donostia, la movilización popular en el día grande de Bilbo haya superado a la del año pasado es un dato a considerar, no sólo por los estamentos que cercenan derechos civiles y políticos básicos, sino también por cuantos se dicen partidarios de la implicación ciudadana en el proceso abierto pero se muestran tan poco decididos a darle cauces de expresión.
La vicepresidenta primera del Gobierno español, Teresa Fernández de la Vega, evitó ayer explicitar ningún compromiso con respecto al proceso de paz, remitiéndose a setiembre, cuando se espera que Alfredo Pérez Rubalcaba informe de un proceso de diálogo que, según lo expresado por ETA en su comunicado, atraviesa por una grave crisis. De la Vega perseveró en el lenguaje inmovilista empleado por José Luis Rodríguez Zapatero, en su respuesta al comunicado de ETA, al evocar «el final dialogado de la violencia sin precio político» y dentro de los «estrictos límites del estado de derecho».
Un mensaje de pretendida fortaleza, pero que sólo deja entrever los temores al cambio de escenario que, inevitablemente, acompaña a un proceso de solución democrática. Un mensaje que no conjuga nada bien con el pretendido esfuerzo de alcanzar la normalización política, al tratar de someter, de partida, al otro, en este caso al pueblo vasco, a un corsé del que ya se ha zafado una amplia mayoría de su ciudadanía, comprometida hoy con el principio de decisión como clave en la búsqueda de la paz. -