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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-08-26
Ramón Andrés Contreras - Secretario municipal
Derecho a decidir

De los artículos de opinión publicados este verano hay uno que me llamó especialmente la atención. Fue publicado en GARA dentro del debate sobre “Ciudadanía vasca y derecho de decisión”, lo firmaba el Sr. Ioseba Eceolaza, y se titulaba «Pactar para decidir bien». El mismo encabezamiento resulta una auténtica vacuidad: si se pacta (¿Quién?, ¿Cómo?, ¡el autor habla de un pacto entre «los diversos nacionalismos tradicionalmente enfrentados entre sí, el vasco y el español»!), la participación ciudadana deja de constituir una auténtica decisión para pasar a convertirse en un mero refrendo de lo pactado, práctica utilizada por el poder para conseguir sus objetivos (Constitución, OTAN, estatutos de Autonomía...).

En el artículo el Sr. Eceolaza, electo por una formación política y por lo tanto portavoz de la misma, critica la concepción abertzale del derecho de autodeterminación tildándola de «ilimitada, absoluta, incondicional, unilateral, que conecta directamente con la tradición leninista...». Tal afirmación causa estupor cuando cualquier persona con un mínimo de información sabe que la concepción del derecho de autodeterminación que tiene la izquierda abertzale no difiere de la defensa de un derecho democrático tal y como se recoge en el artículo 1.1. del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, cuando expresa que «todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho esta- blecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural».

Formulación clara y sencilla de un derecho que es el que reivindica la izquierda abertzale para que se aplique en Euskal Herria. Negro sobre blanco. ¿Existe una concepción limitada, relativa, condicional, bilateral... de este derecho democrático? Igual que no se puede estar parcialmente embarazada, el derecho a la libre determinación del pueblo vasco se reconoce o no se reconoce.

Respecto a la tradición leninista, no deja de ser una boutade del articulista. El leninismo no inventó el derecho de autodeterminación de los pueblos, que es una reivindicación democrática, simplemente incorporó su defensa en los programas de los partidos comunistas y lo reconoció como tal derecho en la constitución de la Unión Soviética para sus repúblicas. Lo que sí resulta novedoso en Lenin es la diferenciación que hace entre nación oprimida y nación opresora. Y aquí es donde las tesis del Sr. Eceolaza patinan estrepitosamente; si la raíz del conflicto en Euskal Herria consiste en una división entre «sentimientos nacionales», en la existencia de «diversas percepciones», diferentes «sentimientos de pertenencia»... tal y como afirma el autor, las soluciones hay que buscarlas en terapias de grupo, jornadas de convivencia, descubrimiento del otro... y demás mecanismos que nos lleven a ese pacto entre las dos sensibilidades en las que se establezcan «conceptos, esferas comunes, formulas relativamente satisfactorias para todas las partes»... Y al final ponemos el broche dejando que la ciudadanía rubrique todo con un referéndum. Así se aplica un con- cepto del derecho a la autodeterminación en su «acepción menos rígida: no como un punto de partida sino como un punto de llegada a una sociedad nacionalmente más laica e incluyente...».

Pero si partimos del reconocimiento de que aquí ha existido históricamente y existe una opresión nacional del pueblo vasco por el nacionalismo español, plantearemos el ejercicio del derecho de autodeterminación como la expresión libre y voluntaria del pueblo vasco sobre su organización política, económica, social y cultural, incluyendo su constitución como nación independiente si así lo decide, como lo hace la izquierda abertzale, y ello sin ambigüedades de ningún tipo. Pues, en contra de lo que afirma falazmente el Sr. Eceolaza en su artículo, la izquierda abertzale deja claro que el sujeto de este derecho lo constituye toda la sociedad vasca, entendiendo como tal a todas quienes viven y trabajan en Euskal Herria, incluyendo a quienes no viviendo aquí se sienten parte de la misma. Más claro agua. A partir de aquí todo lo que se diga sobre fragmentar la territorialidad, diversas mesas... no es más que arrojar barro para enturbiar el enunciado del problema, pero que no se culpe a la izquierda abertzale por ello, sino a los que emborronan conscientemente el ejercicio de un derecho democrático.

Con todo lo que está cayendo; con muerte civil para miles y miles de votantes; con la conculcación cotidiana de los derechos de reunión, manifestación, expresión; con la situación que se está dando en las cárceles; con el estancamiento del proceso de resolución del conflicto y con la permanente negación de los derechos del pueblo vasco. El último ejemplo de todo ello, lo tenemos en la filtración que el diario oficioso del Gobierno del Estado español ha hecho recientemente de que «no acercará presos hasta que Batasuna acepte la Ley de Partidos». Noticia que, de existir un auténtico Estado de Derecho, supondría la apertura de diligencias por el Fiscal General en aplicación del art. 331 del Código Penal, por delito de extorsión y chantaje. En este contexto arrojar la carga de la culpa al «frentismo nacional de la izquierda abertzale», es un auténtico sarcasmo.

No es eso lo que esperamos la ciudadanía de los partidos políticos de izquierdas; lo que les exigimos fundamentalmente es que nos ayuden a organizarnos y movilizarnos contra el sistema y por la consecución de nuestros derechos. Ante esta situación lo que sobran son comunicados y declaraciones y lo que falta son iniciativas y movilización. No nos sirven organizaciones políticas que sólo maniobran para ver que resultados electorales pueden recoger. Hoy es preciso una actitud combativa y radical, ante la política prepotente y agresiva del Estado, los partidos de izquierdas tienen que promover la insumisión y la respuesta generalizada. Si hay que pactar con el contrario, hay que hacerlo para consolidar conquistas conseguidas con la movilización popular, estamos hablando del ejercicio de derechos democráticos elemen- tales, como el derecho a decidir, no hablamos de obligar a nadie a aceptar una forma de pensar determinada, ni de imponer unas leyes (eso lo hace el Estado).

Los planteamientos expresados en el artículo sólo conducen a la desmovilización y a la derrota. Y necesitan ser presentados como aportaciones novedosas cuando en realidad son tan viejas como la misma socialdemocracia. Además se acompañan con expresiones como «sociedad secularmente plural, nacionalmente más laica», cuyo significado no se alcanza a com- prender: ¿Se está hablando de una sociedad de seglares de diversas religiones? ¿De una sociedad nacionalmente no confesional?...

Probablemente al Sr. Eceolaza la canción que más le guste sea la de «amigos para siempre», a mí me sigue gustando Paco Ibáñez cantando eso de «a galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar». Igual es que como demasiada carne y ahora lo que se lleva es lo light y lo descafeinado. -


 
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