Raimundo Fitero
Calmantes
Los monólogos se están vendiendo barato, barato. Florentino en La Sexta, se reúne con gente famosa, les pone un guión, un profesor para que memoricen con cierta solvencia el texto y los sueltan delante de las cámaras. Es una especie de concurso, podríamos hasta considerarlo un reality de los que están de moda. Yo he visto de una tacada a Antonio Canales, a María del Monte y a Cristina Almeida y como el género está tan devaluado, lo más terrible es que no desentonaban. Es más, lo hacían con bastante más soltura que otros monologuistas oportunistas y ocasionales que se han presentado en diferentes clubes de la comedia o del desastre comediante.
Con lo interesante que es el género, en apenas diez años se han encargado de arruinarlo, exprimirlo, sacarle todos los brotes posibles de inteligencia y convertirlo en algo totalmente previsible que en muy pocas ocasiones tiene algo más que dos chistes de manual y unos giros de estilo y marca excesivamente reconocibles. Y en la Sexta tienen a todos los más activos especialistas, y han copado una franja horaria con este género en diferentes formatos, ya sea con supuestos profesionales del género, ya sea con estos programas en donde aparecen famosos de otros ámbitos reciclados para la ocasión.
Todos en un escenario muy parecido, que recuerda a un teatrito, por lo que se trata de un mundo creado especialmente en forma y fondo para este tipo de entretenimiento que nos deja colapsados los sentidos. Sobe todo el del humor. En general, pero en concreto el de los famosos, porque el señor Canales no tiene gracia ajustándose a un guión sobre los refranes. Porque la señora Almeida tiene más gracia como ex política, porque sale el señor Urdaci y ahí se acaba mi capacidad de intoxicarme voluntariamente, y cuando alguno tiene cualidades y formas, es que viene del mundo del espectáculo y entonces no tiene valor. Por lo tanto se trata de una especie de programas calmantes, que alivian algunos síntomas, pero no terminan con el problema. Y el problema, no es otro, que tratar al telespectador como un consumidor de chistes encadenados a un tema recurrente. Barato, barato. -
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