El jueves la Policía federal alemana detuvo en una estación de Schleswig-Holstein (estado federal en el norte de Alemania) a un hombre de 19 años después de que abandonara un tren de cercanías dejando una bombona de gas en el vagón. Según la Bundespolizei, el detenido colocó la bombona en tren. La consecuencia fue que los agentes cerraron y evacuaron la estación. Después de analizar las grabaciones de las cámaras de seguridad, la Policía identificó a la persona que entró con la botella metálica en tren y lo arrestó. El hombre declaró que se había olvidado la bombona en el tren y que no tenía intención de causar un falso alarma. Hace una semana la Policía de Mannheim, estado federal de Hesse, cerró una plaza céntrica porque en una parada de autobús se encontraba una maleta con ruedas, un trolly, atada con una cadena en un poste. Mientras los desactivadores preparaban su explosión, el propietario del bulto llamó desde una cercana cafetería a la Policía al enterrarse de lo que estaba pasando. No le valió de nada porque los agentes hicieron volar por los aires a la maleta, llena de ropa y libros.
El nerviosismo de las fuerzas de seguridad alemanas se debe al hallazgo de dos maletas bomba que fueron encontradas en dos trenes de cercanías en Renania del Norte Westfalia entre julio y agosto. En ambos casos se trataba de trollys que contenían bombonas de gas y un mecanismo de activación que no estaba conectado. Durante varias semanas tanto el Gobierno alemán como la Policía evitaron de hablar de fallidos atentados con fondo político. En un principio se barajaba la hipótesis de que pudiera tratarse de actos de chantaje a la compañía ferroviaria nacional, el Deutsche Bahn. Entonces, de repente, la Oficina de la Policía Federal Criminal (BKA) habló de un acto «terrorista» y ofreció imágenes de dos sospechosos grabadas por cámaras de seguridad de la estación central de Colonia. Sólo once horas más tarde se produjo la primera detención en Kiel. Se trataba de un estudiante libanés que se movía en círculos llamados «islamistas». La pista libanesa surgió porque en las maletas se encontraban bolsas de plástico procedentes de aquel país de Oriente Medio. Algunos días más tarde el segundo sospechoso se entregó en Beirut a las autoridades.
No existen informaciones fidedignas acerca de los móviles de los dos. Algunas fuentes dicen que ambos actuaron así porque el hermano de uno de ellos murió por las bombas israelíes. Otras decían que la bronca por las caricaturas sobre Mahoma radicalizó a los dos libaneses. Tampoco faltó la vinculación con Al Qaeda, que planeó atentar contra los mundiales fútbol, empleando un supuesto grupo libanés.
El trato mediático y político de los sucesos no sólo ha llevado a los policías al borde de un ataque de nervios, sino hoy en día hay que tener cuidado con lo que se hace con una mochila y con lo que se dice. En una fiesta popular un joven alemán, en avanzado estado de embriaguez, se quejaba de que ya no había sitio en las primeras filas cerca el escenario donde tocaba una banda. Entonces tuvo la lúcida idea de subirse a una mesa para lanzar su mochila a las primas filas, gritando en alemán: «¡Viva Alá!» En cuestión de segundos tenía el sitio que quería, pero en cuestión de minutos éste se llenaba de policías que lo detuvieron.
Este incidente muestra qué ambiente reina ahora en Alemania. De ello no sólo se aprovechan los neonazis, cómo se verá en los comicios regionales de Mecklenburgo Antepomeranía, sino también los políticos conservadores, considerados como «demócratas».
Con motivo del aniversario del 11-S, los ministros de Interior regionales y nacional, liderados por la CDU de la canciller Merkel, han declarado que ellos consideran «el terrorismo islamista como el mayor desafío para la sociedad civilizada». El ministro de Interior, Wolfgang Schäuble, sentenció: «Los fallidos atentados con maletas bomba han demostrado que Alemania no es sólo retaguardia sino también el objetivo de terroristas islamistas.» Por lo tanto la CDU piensa proteger a la sociedad con nuevas medidas de seguridad. -