No les diría la verdad si asegurara que mi capacidad de sorpresa se ha agotado. Está al límite, bien es cierto, pero aún hoy, después de todo lo visto y oído, todavía quedan situaciones y proclamas que me sorprenden. No tanto por su contenido, bien conocido desde hace tiempo, como por el desparpajo de quien las protagoniza o pronuncia.
Leo en algún medio en este caso, contra lo que decía Mc Luhan, el medio no es el mensaje unas sonoras declaraciones de Jaime Mayor Oreja:«Puede ser democrático que el País Vasco llegue a ser independiente». No se froten los ojos ni hurguen en sus oídos. Lo ha dicho así, como suena.
Quiere decir Mayor Oreja que es del todo democrático que la mayoría de una sociedad, en este caso la vasca, decida por mayoría instalarse en uno u otro statu quo. En las condiciones óptimas de libertad de elección, en igualdad de oportunidades para todas las opciones y sin que medie presión o amenaza alguna, claro está. Incluso, reconoce Mayor Oreja, la independencia de Euskal Herria puede ser asumida como una opción democrática. Lo ha dicho, imagino, sin que le tiemble la voz. Y es que decir lo contrario, con toda su crudeza, resultaría impropio de quien se pretende campeón de la democracia.
Y, sin embargo, después de pronunciar tamaña obviedad, Mayor Oreja siente en su interior la llamada de Don Pelayo, escucha la voz atiplada del general Franco, ve el gesto adusto de Cánovas del Castillo, la ordinaria crudeza de Millán Astray, recuerda la imagen de Isabel y Fernando, se siente culpable, tal vez, y rompe en su proclama:«pero se vulneraría el principio constitucional de la soberanía nacional. Y ésta reside en el pueblo español en su conjunto».
Como ven, no había lugar para la sorpresa, aunque sí lo haya para rebatir el sofis-ma tras el que se esconde el espíritu simple del imperio español.
No hay soberanía residente en un estado que gobierna sobre sociedades que, en condiciones de libertad, decida gobernarse por sí misma.
No puede haber soberanía española que se sustente sobre la negación de las soberanías de los demás. Será la razón de la fuerza, como defendió Cánovas, la que se travista de Derecho, pero no será soberanía sino violencia. Jaime Mayor Oreja tampoco nos ha sorprendido en esta ocasión. Una pena. Tenía una buena ocasión para hacerlo. -