Comienza el curso político y, teniendo en cuenta que estamos metidos en un proceso crucial para el futuro de nuestro país, los términos del debate público en Hegoalde son, cuando menos, chocantes. Supongo que, debido a la lógica falta de información y a las lecturas parciales y contradictorias que llegan, los ciudadanos nos hemos visto abocados a conjeturar sobre la posición de nuestros adversarios políticos en el proceso.
Por un lado, los militantes de la izquierda abertzale debaten sobre la honestidad de Zapatero y sobre si será él o será Guerra el que gane la batalla interna del PSOE. Discuten sobre si existen o no dos PNVs o sobre las posibilidades electorales de NaBai. Por otro lado, los periodistas de la órbita del PSE intentan hacer pedagogía social descifrando las tensiones internas dentro de la izquierda abertzale y no desperdician oportunidad para meterse con uno de esos PNVs, puesto que ellos saben a ciencia cierta que sí existen dos. Por su parte, los simpatizantes del PNV conjeturan con un pacto oculto entre socialistas e independentistas para «robarles» lo que es «suyo» como, por ejemplo, la Diputación de Gipuzkoa.
Los partidos políticos no aportan nada para que el debate sea más profundo. A excepción de Batasuna y PSE aunque desde puntos de vista opuestos, el resto están inmersos en precampaña. Empezando por la propaganda institucional de la susodicha Diputación, siguiendo con la alianza de civilizaciones de EB y Aralar, pasando por el debate interno de EA y terminando con la designación del candidato del PSN, todo indica que en nuestra clase política casi nadie es capaz de ver lo excepcional de la situación.
Mis conjeturas. Visto lo visto, es difícil abstraerse de esa corriente, y voy a atreverme a realizar mis propias conjeturas sobre la situación actual. Sintetizando, creo que Zapatero está haciendo su trabajo y que, evidentemente, su trabajo no es el nuestro. No pienso que sea un estadista brillante, pero tiene la virtud de hacer equipo y a través de su gente de confianza ha conseguido neutralizar a sus oponentes; hasta el punto de convertirse en un líder para sus bases sociales. ¿Es honesto? Creo que, sin caer en la candidez, hay que actuar como si lo fuera. En todo caso, su futuro y el de «su» proceso dependen de alargar los prolegómenos del mismo hasta asegurarse la siguiente victoria electoral. Todo ello implica no actuar demasiado honestamente, así que hay que estar preparados para ese doble juego.
En mi opinión, el PSE y el PSN tienen una influencia limitada en el diseño de Ferraz. Parece claro que algunos miembros del PSE tienen cierta influencia ideológica en Madrid. Quizás puedan aportar alguna dosis de «realidad vasca» que ayude a entender el conflicto en su verdadera dimensión política. En el PSE aborrecen tanto al PNV como temen a la izquierda abertzale. Pero pueden esperar a las próximas elecciones para decidir su política de alianzas. Otro tema distinto es el caso del PSN, donde la «revolución cultural» no parece florecer.
La izquierda abertzale tiene ante sí el problema de evaluar si estamos realmente ante una nueva fase política o se trata de una adaptación de la anterior. Esto le supone un sobreesfuerzo para desarrollar su proyecto, con la responsabilidad añadida de tener que inventar y liderar un bloque nacional. Creo que han planteado el tema de la mesa y de la legalización en sus justos términos. La izquierda abertzale se ha reinventado y se reinventará a sí misma cada vez que sea políticamente necesario para el desarrollo del país. Ni por necesidades administrativas ni por presiones externas, sino por puro convencimiento de que aquél que quiere generar un cambio de magnitudes revolucionarias, tanto en lo social como en lo nacional, no puede permanecer estático.
Parece evidente que el PNV está diseñando un escenario en el cual aparecer como la única alternativa de pacto para las otras partes. Pero su posición está debilitada por la falta de cohesión interna. El reparto de poder es ahora inverso al caso de Lizarra-Garazi: si bien su estructura podría pactar con Zapatero un nuevo estatuto constitucionalmente blindado, ese pacto provocaría un debate interno que acabaría o en cisma o en un nuevo golpe de estado interno. Es de suponer que tanto el PSOE como la izquierda abertzale saben que ningún pacto que excluya a la tercera parte tiene un apoyo suficiente dentro del jelkidismo. En ese contexto, las reuniones de Imaz en Moncloa no dejan de ser un placebo administrado por el jefe de Gobierno español.
PP y UPN están perdidos y únicamente un factor exógeno podría sacarlos de ese estado catártico. Al igual que ciertos sectores del PSOE liderados por “El País”, esperan a que Zapatero caiga en desgracia para poder generar alguna alternativa. Eso implica que no dependen de sus propias fuerzas, sino de las debilidades de otros o de la fatalidad. Políticamente ésa es la postura más débil que se puede tener.
Creo que en el campo de la socialdemocracia IU, Aralar y EA han contado las lentejas, que son pocas, y que la sombra de la marginalidad aterroriza a esa clase de partidos institucionales. La decisión de EA es, cuando menos, atrevida y merece un respeto hasta ver cómo se desarrolla. En el mismo caladero electoral, la anunciada alianza entre rosas y lilas es, cuando menos, llamativa. La supuesta concordancia ideológica de un 97% ayuda a la confusión. ¿No resulta chocante que la mayoría de la gente considere a Aralar un fenómeno navarro, mientras que para el propio Aralar Nafarroa supone tan sólo un 3% de su proyecto político?
Siguiendo con Nafarroa, creo que NaBai cuenta lentejas donde no las hay y que, en caso de conseguir su anhelado sueño de cogobernar, será con el apoyo de la izquierda abertzale o no será. Puestos a conjeturar, es posible que el «plan Zabaleta» necesite tres votos a favor y tres en contra.
Evidentemente, estas conjeturas tienen algún sentido utilizando como hipótesis de trabajo que el proceso no se rompe, algo que nadie es capaz de asegurar.
Algunos hechos. Aparte de conjeturas, los hechos siguen siendo obstinados y conviene, aunque sea una vez al año, recordar algunos de ellos: Euskal Herria es una nación. La fase armada de este conflicto no tiene otra salida que la negociación, no existe posibilidad de victoria militar por ninguna de las partes.
En consecuencia, este no es un proceso de rendición, ni de ETA ni del Estado. Insistir en ello es de incautos. La solución debe de abarcar todos los territorios donde ese conflicto se manifiesta. El conflicto es de naturaleza política y necesita de soluciones políticas. La mayoría de la sociedad vasca considera que la aceptación del derecho a decidir es la clave de esa solución política. La viabilidad democrática de todos los proyectos políticos es la única garantía de que el conflicto no se reproduzca. -