Raimundo Fitero
Marquista
Bertín Osborne tiene algo especial cuando se relaciona con los niños y niñas. Es algo innato, como su capacidad de transmitir buen rollo por la tele. Está de nuevo en ese programa difuso que se llama “Ankawa”, donde aparecen animales domésticos, animales no domésticos y animales de diferentes pieles, plumas y patas, y en todo momento parece como si Bertín estuviera en el patio de su casa de pueblo hablando con los amiguetes. Es un tratamiento absolutamente cercano, relajante, que hace que un buen número de telespectadores se queden prendados de este programa que no es nada más que un entretenimiento blanco, con animalicos y niños.
Cada entrega se hace con la colaboración de un cuarteto de famosos en constante disposición de colaborar, de hacer que los minutos televisivos transcurran sin apenas notarse la existencia de la nada. Porque, realmente nada sucede. O casi nada. Y de repente y como sucede de manera estructural aparecen niños con sus animales de compañía, que no siempre son los típicos perritos, gatos o pajaritos, sino que hay cada caso que tira de espaldas. En esta ocasión se trataba de una chica que llevaba en la mano una iguana, que contaba historias de las relaciones ente sus muchos animales y entre ellos un conejo muy feo, con las orejas muy cortas: “¿Cómo se llama?”, pregunta Bertín. Respuesta de la niña ”Como tú”. “Ah, se llama Bertín”, responde el presentador. No: “Como tú”. “Cómo como yo, ¿Norberto?”. “No, como tú, se llama Como tú”. Y a la tercera o cuarta se dio cuenta del nombre del conejo: Como tú. Y no es chiste.
Pero lo mejor estaba por llegar, un niño de dos años, que no sabe leer, que apenas habla, y que reconoce todos los productos anunciados por la tele. Piense en un producto que esté en una estantería de un supermercado, que tenga una marca difundida por televisión y el niño la acertaba, y la decía con su lengua de trapo. Divertidísima secuencia. Muy divertida por el salero del niño Carlitos. Pero una gran pregunta sobre el poder de la marcas, una muestra de la capacidad de los publicistas en crear marquistas, niños que se las saben todas. Que son su iniciación en el aprendizaje del lenguaje. ¡Ay! -
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