BOSQUE DE SOMBRAS
Coto cerrado
Resultaría muy simplista resumir “Bosque de sombras” como un cruce entre “Deliverance”, de John Boorman y “Perros de paja”, de Sam Peckinpah, enmarcado en los paisajes de la Euskadi profunda ya que, detrás de este atractivo envoltorio cinéfilo, se oculta un reto al que Koldo Serra ha sabido plantar cara y que tiene mucho que ver con una temática que recientemente le ha reportado tan buenos resultados al realizador Jorge Sánchez-Cabezudo en “La noche de los girasoles”. Cuando la naturaleza abre sus puertas resulta impredecible, tanto como las personalidades que irrumpen en un espacio cerrado que se rige por sus propios códigos. Desde los primeros compases del filme se intuye el ambiente enrarecido que respira el cuarteto de urbanitas extranjeros cuyo destino es un caserío olvidado en plena floresta. De la tensión ambiental a la física media sólo un paso y Serra lo da sin riesgo a perder el equilibrio dentro de una trama donde no hay cabida para buenos y malos, a pesar de que el retrato de los “lugareños” resulte, a ratos, extremadamente arquetípico subrayado innecesario de la txalaparta y de que el diseño de los personajes encarnados por Gary Oldman y Paddy Considine nos remitan descaradamente a los interpretados, respectivamente, por Burt Reynolds en “Deliverance” y Dustin Hoffman en “Perros de paja”. A pesar de ello, merecen una mención especial las interpretaciones brindadas por un reparto complejo, variado y muy equilibrado ya que, si en un bando figuran Oldman y Considine; en el otro tropezamos con un Kandido Uranga plenamente identificado con el paisaje agreste y un Lluís Homar que vuelve a demostrar su sobrada solvencia regalándonos un contundente y muy emotivo final de abrazo y adiós a las armas en el cual quedan plasmadas las intenciones finales del realizador bilbotarra. -
Koldo LANDALUZE
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