Una anécdota
El veteranísimo Manoel de Oliveira ha querido rendir un homenaje particular al genial Luis Buñuel ya una de sus obras más representativas (“Belle de jour”) con este trabajo bienintencionado pero decepcionante e incompleto. Da la sensación de que en la risita pícara que Michel Piccoli pasea a lo largo del metraje se esconde el fin último de la película: una broma que, en clave surrealista, podría resultar divertida pero que cinematográficamente apenas aporta nada al imaginario del genio de Calanda.
Esta anécdota titulada “Belle Toujours” plantea un curioso punto de partida que nace del encuentro accidental entre Severine (personaje que encarnó originalmente Catherine Deneuve) y Michel Piccoli. La falta en escena de la Deneuve es ya de por sí todo un lastre para el filme, ya que en momento alguno Bulle Ogler consigue hacernos olvidar la gelidez distante de la Severine original.
De hecho, tampoco Manoel de Oliveira ayuda a Ogler en su imposible cometido ya que, en todo momento, no sabe dónde ubicarla en escena y su rol se limitará a mero efecto testimonial dentro de una historia cuyas conclusiones dejan muy mucho que desear por su simplismo y acomodado aburguesamiento.
Miradas pretendidamente cargadas de contenido y diálogos en constante alusión a “Belle de jour” y que se traducen en los episódicos encuentros forzados entre Piccoli y un camarero anónimo que pretende ser la visión del mundo moderno en lo concerniente a la trastienda emocional y sexual del mundo actual, conforman este cóctel un tanto desfasado de lo que debe ser un filme en el cual se echa muy mucho de menos la amoralidad y la sonrisa cargada de intención que planteaba Buñuel en sus obras. Afortunadamente, el filme no se prolonga en exceso y dura lo que debe durar una simple anécdota. -
Koldo LANDALUZE