Crisis maternofilial

No es por ganas de discutir, pero quien diga que “Mon fils à moi” es una película sobre los malos tratos familiares creo que se equivoca. No tiene nada que ver con “Queridísima mamá” y el retrato tremendista del daño causado por la actriz Joan Crawford a su hija, ni con el sufrimiento adolescente tal como lo reflejaba Truffaut en “Los 400 golpes”. Se aproxima más a las relaciones incestuosas que Louis Malle plasmaba en “El soplo en el corazón”, aunque esta madre y este hijo no pasen de compartir un baile al agarrado, o de vencer el tabú de la desnudez con ella como dominadora de la situación. Lo digo porque la crisis maternofilial que plantea está tratada como una historia de pareja, con la tensión emocional derivada de un amor posesivo. La mujer quiere mucho más a su pequeño que a su propio marido, pero su pasión resulta enfermiza y se vuelve agresiva a medida que los celos crecen. Cuando el chico responde a las bofetadas maternas con una cuchillada, ella lo perdona desde su cama del hospital, como si en realidad hubiera sido una pelea o una discusión de enamorados.

Puede que la ambigüedad con que Martial Fougeron se adentra en el tan resbaladizo conflicto de la violencia doméstica descolocara a una parte del público que, mediada la proyección, comenzó a aplaudir efusivamente, como lo suelen hacer los habituales de la Semana de Terror ante una escena “gore”, en el único y preciso instante en que el marido (Olivier Gourmet) reacciona y propina a su esposa (Nathalie Baye) un sonoro guantazo. Ese mismo vitoreado señor cuando la policía llega a su casa no sólo no la denuncia, sino que niega en redondo que ella sea una maltratadora. -

Mikel INSAUSTI