La catalana Nuria Espert, como directora de escena, se ha encontrado con un caramelo almibarado para verísticamente fustigar los modos y maneras eclesiales con ardor escultura de “La Piettá” perenne, hábitos varios de antaño, columnas tan pétreas como el personaje de Scarpia, que el barítono experimentado Albert Dohmen describe en toda su taimada crudeza de poderío, contrastando con los incómodos socialmente, elpintor (Farina)y el huido político (Shvest), en pro de la libertad junto a la celosa y amorosa Tosca.
Puccini es el compositor que más valor ha concedido a la orquesta, que enriquece sus texturas de por sí exuberantes con una pródiga inspiración melódica, con un estilo de breves y acertadas descripciones musicales, en las cuales sobresale la caracterización de sus personajes.
Tosca, celosa, sucumbe y canta la situación del huido, aunque, liberadora, atraviese un cuchillo en el corazón mismo del inquisidor Scarpia y el amor a Cavadarossi le impulse al suicidio final.
Isabelle Kabatu se defiende con soltura e intenta contagiar a un Farina con altos y bajos francos. Albert Dohmen acompaña merecidamente en voz timbrada y bien fraseada a Kabatu, igual que el bajo ruso Shvets, que cuaja en el mínimo papel de Angelotti republicano. Arrabal, Díaz, Atxa, Latorre y Leyre Mesa, cumplen.
El Coro de Tiples del Ars Viva, junto al sacristán, crean un atisbo de gracia juvenil y el Coro de Opera de Bilbao envuelve con solemnidad los encuadres de fondo sacro con gran riqueza tímbrica.
El predominio escénico lucha por primar y cubre la obra de una pátina socarrona a la vez que sugestiva, la cual aprovecha Espert con audacia y arte .
La batuta de Yoram David matiza libremente a una EuskadikoOrkestra Sinfonikoa doblegada y requerida. -
OTXANDIO