Como poner puertas al campo
El 9 de noviembre de 1989 caía el muro que había dividido durante 28 años físicamente la ciudad de Berlín, y simbólicamente todo el mundo, surgieron muchas voces felicitándose por la desaparición del que había sido denominado como «muro de la vergüenza». Sin embargo, la de Alemania no ha sido la primera ni la última ocasión en la que en algún lugar de la Tierra alguien ha pretendido eludir la obligación de dar solución a un problema político escondiéndose tras un muro. No hay más que mirar en la actualidad a los territorios palestinos, donde una construcción que el Gobierno israelí denomina «medida defensiva», y que supera con mucho en longitud, altura y márgenes las dimensiones del derribado muro berlinés, avanza en Cisjordania constituyendo una gran cárcel para la población palestina que allí reside.
En nuestros días hay un fenómeno ante el que la mayoría de estados occidentales está respondiendo con un instrumento que resulta tan ineficaz como poner puertas al campo: los muros para poner freno a los movimientos migratorios de los países en vías de desarrollo hacia el Occidente rico. Incapaces de abordar en su dimensión económica, social y de justicia estos movimientos migratorios, los mandatarios occidentales se centran en la promulgación de legislación cada vez más restrictiva, como ha sido el caso de la recientemente aprobada en Suiza, o, como acaba de aprobar el Senado estadounidense, construyendo nuevos muros de la vergüenza. La decisión de construir 125 kilómetros de muro en la frontera que separa a los EEUU de México fue adoptada por la Cámara Baja el pasado día 14 y ratificada ayer por el Senado. A ella se suma la asignación de recursos para la contratación de quinientos agentes de la patrulla fronteriza, y el castigo de hasta veinte años de prisión para quienes ayuden a la construcción de túneles fronterizos. Toda una batería de medidas inspirada en la identificación de la inmigración de indocumentados con la delincuencia.
Aumentan los riesgos, como ocurriera el pasado año en los intentos de pasar la valla que rodea Melilla, como ocurre cada día en torno a las costas canarias, en la propia frontera entre México y EEUU... pero los ciudadanos de los países menos favorecidos siguen luchando por el derecho a buscar otros lugares en los que poder huir de la pobreza, el hambre o la precariedad. Un derecho que se ve amenazado, una vez más, por la nueva decisión anti-inmigración de la Administración Bush. -
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