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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-10-01
Ana Intxusta Ibiricu - En representación de Plazandreok
A quienes abrieron el camino

El día 1 de octubre es una fecha de obligada celebración para la democracia en el Estado español: hace 75 años que la mujer vota en igualdad de condiciones que el hombre. Después de interminables, humillantes y risibles debates donde se debatió nuestra capacidad para votar, quedaba abierta, por fin, la lucha por la igualdad que recogió la Constitución republicana de 1931. En esta lucha, en la que hoy seguimos participando, queremos recordar a tantas mujeres que, con valentía y enorme tenacidad, consiguieron iniciar el reconocimiento de nuestros derechos: la norma básica que proporciona capacidad de intervención en la comunidad política. Y, entre ellas a Clara Campoamor, protagonista indiscutible en la historia del sufragismo en el estado, y a la fundadora de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, la donostiarra Benita Asas Manterola.

Históricamente es notable la falta de protagonismo femenino en todos los campos: la invisibilidad de la mujer es un buen recurso para negarle identidad; lo que no se nombra no existe, no está. Como no está Clara Campoamor en las enciclopedias. Sí, parece imposible, en aquellas Cortes Constituyentes fue la gran batalladora para la consecución del voto femenino. Protagonizó numerosísimos debates y ocupó los periódicos y las discusiones de los diputados en largas sesiones. Se puede decir, sin lugar a dudas que, en el Estado español, el sufragio universal es producto de la lucha, casi en solitario, de esta mujer y, sin embargo, no merece figurar en las enciclopedias. Ellas y otras muchas han sido injustamente olvidadas y no han tenido el reconocimiento público que se merecen.

Clara Campoamor (1888-1971) se enfrentó a su propio partido y también a otra mujer, Victoria Kent, quienes esgrimían razones de protec- ción a la república para no votar a favor del sufragio femenino. Esta última, en contra de sus convicciones, se sometió a la disciplina de su partido. Pero Campoamor no se dejó amilanar, no se acobardó y antepuso, a cualquier otra consideración el derecho humano de la mujer a elegir y ser elegida. Lo pagaría caro. Rechazada por todos, la izquierda le acusaba de favorecer a la derecha con su postura y para la derecha resultaba radical, amargada y poco femenina, no pudo volver a acreditarse como Diputada. Fue condenada al olvido por lo que ella llamaba «su pecado mortal» que no fue sino defender nuestro derecho a votar. En el exilio y olvidada por todos nunca pudo regresar a su país. Cuando lo intentó, en 1951 el Gobierno de Franco le exigió declarar ante un tribunal por haber pertene- cido a la logia femenina “Reivindicación”. Su empecinamiento por no declarar por estos hechos ­aducía que en su día habían sido legales­ impidieron su vuelta. Sólo lo hizo una vez fallecida y por su propia voluntad sus restos permanecen en el cementerio de Polloe en Donostia.

Estas personas han estado ligadas a Donostia y, sin embargo, el reconocimiento y el recuerdo han brillado por su ausencia. Hasta hace muy poco tiempo nadie sabía que Clara Campoamor está enterrada en Donostia (menos mal que el Ayuntamiento tuvo a bien dedicarle una plaza); es una de las poquitas mujeres que tiene ese honor en esta ciudad. Por eso queremos y pedimos que le llegue el turno a Benita Asas; además de los topónimos las calles, plazas y edificios deben reflejar las personas buenas e ilustres que han pasado por la historia y creemos que la necesaria paridad también se tiene que reflejar en el callejero.

En este 75 Aniversario, consolidado plenamente este derecho fundamental, seguimos esperando que la necesaria igualdad de las personas se produzca en todos los campos. Así esperamos y lucharemos por que la re- ciente ley contra la violencia machista acabe con tanto asesinato y maltrato. Porque creemos que este horror es, fundamentalmente, consecuencia, de la histórica desigualdad y marginación sufrida por la mitad de la humanidad.

Pero esperamos más y lucharemos por conseguir una buena ley que ampare a las personas dependientes garantizándoles el cuidado, como un derecho universal que, al mismo tiempo, nos ayude a liberarnos de la pesada carga que supone la obligación de cuidar a nuestras criaturas, a nuestros padres y enfermos y a llevar el trabajo de nuestra casa. Trabajos estos, no lo olvidemos, que realizamos las mujeres gratuitamente y que nunca han figurado en la contabilidad del Estado.

Como, también, esperamos que la Ley Vasca para la Igualdad de mujeres y hombres sea un instrumento eficaz que permita nuestra incorpora- ción a ámbitos de decisión políticos, económicos y sociales consiguiendo una verdadera demo- cracia paritaria, superando las discriminaciones.

Hoy queremos recordar a estas mujeres que nos abrieron el camino: a Clara, Benita, a Victoria, Margarita Nelken. Federica Montseny, Dolores Ibarruri, Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán, María Lejárraga, Zenobia Camprubí, María de Maeztu, Carmen Baroja... y a toda la avanzadilla del feminismo en el Estado español que en 1926 constituyó el “Lyceum Club”. Para todas ellas, gracias. -


 
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