Tacones afilados
‘‘El diablo viste de Prada’’ se ajusta a la perfección al tipo de película que uno desea ver para dar por finalizada la vorágine festivalera. Más allá de esta virtud, es una comedia muy equilibrada que en momento alguno se resiente en su trayecto.
Curtido en el medio televisivo, David Frankel dosifica y calcula muy bien las entradas en escena que protagoniza el personaje magistralmente encarnado por una Meryl Streep que en todo momento disfruta con un papel que le sienta como un guante de seda envenenado.
Buena parte del interés de este filme radica en saber cuál va a ser la siguiente puñalada dialéctica que la pérfida directora de la revista ‘‘Runway’’ lanzará contra sus sufridos empleados. Frente a ella se sitúa una Anne Hathaway, que lejos de pecar de inexperta en lides de semejante magnitud, saca a relucir el talento que ya demostró anteriormente y junto a Julie Andrews en ‘‘Princesa por sorpresa’’.
Sofisticada en su apariencia y tratamiento, la película de Frankel contiene sobradas dosis de mala leche en su acercamiento a la trastienda del mundo de la moda. La belleza interior no tiene cabida, aquí todo fun- ciona mediante artificios exteriores y es, en este mundo de glamour despiadado, donde impera la mefistofélica editora de una publicación que dicta sentencias y tendencias para deleite de un modelo social no apto para todos los bolsillos.
Lo mejor de esta adaptación de la novela de Lauren Weisberger radica en su intención final. Por mucho que queramos clavarle una estaca en su corazón gélido, la implacable protagonista siempre saldrá a flote. Quizás en manos mucho menos hábiles, la trama hubiera derivado hacia un final con moraleja y redención. No es este el caso y gracias a ello, disfrutamos de una obra completa y divertida. -
Koldo LANDALUZE