Los corsarios toman al abordaje «Itsas memoria»
·El Museo Naval dedica su revista al tema prácticamente con carácter monográfico
La actividad corsaria y pirática desarrollada por vascos o en aguas vascas desde la Antigüedad hasta prácticamente nuestros días es la protagonista del último número de «Itsas memoria», la revista de estudios marítimos que el Museo Naval de Donostia publica con carácter bianual. Especialistas de medio mundo aportan artículos que, en conjunto, suponen una especie de «estado de la cuestión» de las investigaciones sobre un tema tan atractivo como, en general, poco conocido.
DONOSTIA
«A medida que han ido avanzando los estudios históricos, hemos sido cada vez más conscientes de la magnitud que alcanzó la actividad corsaria en nuestras costas, hasta el punto de que ya no cabe dudar de que aquí hubo un foco corsario de importancia europea», declaró José María Unsain, coordinador de “Itsas memoria”.
A reflejar ese hecho viene el número 5 de la publicación, titulado “Guerra marítima, corso y piratería”, que fue presentado ayer por el propio Unsain, la directora del Museo Naval, Soko Romano, y el director general de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa, Imanol Agote.
La publicación, voluminosa 780 páginas, incluye un total de 41 artículos firmados por especialistas, tanto del país (Anton Erkoreka, Carlos Rilova, José Ramón Guevara, José Anto- nio Azpiazu) como de las universidades de Alcalá, Toulouse, Gales, Burdeos, Minnesota o Central de Venezuela.
29 de esos artículos están dedicados al estudio de la actividad corsaria y pirática. La mayoría se centran en la edad de oro de esa actividad, es decir, en los siglos XVI, XVII y XVIII, pero el periodo estudiado abarca desde las «invasiones bárbaras» con las incursiones en el Cantábrico de los piratas hérulos y otros pueblos «previkingos» hasta la II Guerra Mundial, pasando por las operaciones navales en el transcurso de las guerras carlistas.
Los artículos se hacen eco de la más reciente información disponible sobre el tema, así como de aspectos poco o mal conocidos, como la represión de la piratería en el siglo XV a cargo de las Hermandades Vascas, tras la firma de un tratado entre la provincia de Gipuzkoa y el reino de Inglaterra; o los acuerdos que en los siglos XVI y XVII permitieron que continuasen las relaciones comerciales entre puertos vascos de ambos lados de la muga a pesar de que los reinos de España y Francia estuviesen en guerra.
«La información es tanta y de tal calidad que, en adelante, esta publicación será una referencia obligada no sólo para los especialistas sino para cualquier persona interesada en el tema», aseguró Imanol Agote.
Unsain, por su parte, destacó que este volumen de “Itsas memoria” viene a cerrar un «ciclo de aproximación» a los pilares básicos de la historia marítima vasca. «En números anteriores abordamos la construcción naval, la pesca y el comercio marítimo, y ahora hacemos lo propio con la guerra, de modo que cerramos un ciclo, pero con eso no agotamos, ni mucho menos, el tema, porque las dimensiones de la historia marítima vasca son sorprendentes», dijo.
«Gipuzkoa protagonizó hasta dos tercios de la actividad corsaria de la Península»
Enrique OTERO LANA
| Historiador
Enrique Otero Lana es el autor de “Los corsarios españoles durante la decadencia de los Austrias” (1992), un libro que supuso un hito en los estudios sobre el tema y que hoy es referencia obligada para cualquiera interesado en abordarlo. Ayer estuvo en la presen- tación del nuevo número de “Itsas memoria”, en nombre de los especialistas que han participado en la publicación. «Cuando empecé a interesarme por el tema recordó, encontraba publicaciones sobre los corsarios vasco-franceses, pero no sobre los vasco-españoles. ‘Quizá no había tantos’, pensé, pero, en cuanto comencé a investigar en el Archivo de Simancas, me topé con gran cantidad de corsarios vascos, especialmente donostiarras y hondarribiarras». ¿Por qué hubo más corsarios en Gipuzkoa que en Bizkaia? No existe un porqué definitivo, pero el historiador estima que «parte» de la explicación está en el hecho de que Bilbo se había especializado en el comercio, sobre todo de lana, y eso absorbía la inmensa mayoría de los capitales. En Gipuzkoa, en cambio, el comercio «normal» tenía dificultades y, en ese contexto, el corso, aunque más arriesgado, era una salida. En todo caso, las investigaciones sobre el particular de Enrique Otero son concluyentes: en los siglos XVI y XVII, Gipuzkoa, particularmente Donostia, Pasaia y Hondarribia, representaba hasta dos terceras partes de la actividad corsaria de toda la Península. «Es más hizo notar, si consideramos el corso vasco en conjunto, sin distinción de fronteras, San Sebastián fue, durante la mayor parte del siglo XVII, el primer puerto corsario vasco, siendo su predominio absoluto». Incluso en la segunda mitad del XVII, cuando los corsarios de Baiona y Donibane Lohizune viven uno de sus momentos estelares, «se produce cierto equilibrio, pero todavía con ventaja para San Sebastián». Sólo en la última mitad del siglo XVIII disminuyen los armamentos donostiarras y, entonces sí, los lapurtarras pasan a ser los primeros puertos corsarios vascos. Así las cosas, ¿por qué razón los corsarios de Baiona o Donibane Lohizune forman parte del imaginario no sólo de los lapurtarras, sino de los vascos en general, y los guipuzcoanos y vizcainos, sin embargo, son unos desconocidos? Probablemente, porque, siguiendo la estela de la historiografía francesa, hay trabajos sobre los corsarios lapur- tarras ya desde el siglo XIX, que han dado origen incluso a cierta literatura. No existe nada parecido con respecto a guipuzcoanos o vizcainos. Y es que, a este lado del Pirineo, quienes se han ocupado de la historia naval han sido con frecuencia marinos de la Armada, que han tendido a minimizar la importancia del corso. Esa es, al menos, una de las razones que propone Enrique Otero. Pero en los últimos veinte años las cosas han cambiado y, en opinión del historiador, los estudios sobre el tema se encuentran en «muy buen momento». «Es verdad que no existe, o al menos yo no conozco, ninguna novela sobre los corsarios donostiarras, estaría bien, pero yo creo que hay que sacudirse de encima la idealización romántica de estos personajes y centrarse en estudios más realistas. No digo que filmes como ‘Piratas del Caribe’, que es muy divertida, no tengan interés cinematográfico, como lo tuvo en los años cincuenta ‘El temible burlón’, pero tienen poco que ver con la historia». Para concluir, Otero dejó claro que, si bien Donostia fue «una gran ciudad corsaria», el comercio «normal» siempre se mantuvo. «San Sebastián era demasiado importante como para que los corsarios le cambiasen la economía». - M.A.
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