El Gobierno de Lakua prepara ahora, en los primeros tiempos de un proceso que, como predice Zapatero será «largo, duro y difícil», un gran acto de homenaje a las víctimas de ETA. Las señas de identidad del acto en cuestión serán, a tenor de lo expuesto por Maixabel Lasa, la petición de perdón, el reconocimiento a las víctimas y su elevación a la categoría de no- tarios de la «moralidad» del proceso en sí.
Partamos del respeto que el dolor ajeno merece en toda persona de bien. Las gravísimas consecuencias que el conflicto que arrastramos ha acarreado para decenas de miles de personas son razón suficiente para alimentar una reflexión profunda en cada uno de los ciudadanos vascos y también en los españoles, no lo olviden sobre la dureza del combate y el valor extraordinario de resolver los problemas por vías pacíficas y democráticas. Y, sobre todo, sobre la imperiosa necesidad de establecer esas condiciones de paz y democracia que lo hagan posible. Lo demás son monsergas cargadas de moralina de tres al cuarto y vacías de contenido.
Y a partir de ese punto, permitan que exponga mi radical desacuerdo con la iniciativa del Gobierno de Ibarretxe. Radical, entiéndase, porque es en la raíz misma de la iniciativa donde encuentro la razón de la discrepancia.
¿En nombre de quién piden perdón Ibarretxe y su Gobierno a las víctimas? ¿En el suyo propio? ¿En el de ETA?
Pero hay más preguntas en la raíz de mi desencuentro: ¿Quién selecciona a las víctimas? ¿Quién determina las categorías? ¿Las hay de primera y de segunda? ¿Sólo quienes han sufrido la violencia de ETA son merecedoras del homenaje de Ibarretxe? ¿No pedirán perdón a las víctimas de la brutalidad del Estado? ¿Pedirán perdón en nombre de no se sabe quién a victimarios de reconocido curriculum y olvidarán a sus víctimas?
Y si lo anterior no fuera suficiente, sumemos los otros dos argumentos. Dicen que se trata de «reconocer» a las víctimas. ¿Reconocer su buen hacer? ¿Legitimar su actividad? ¿Colocarse en su bando? Porque, no lo olviden, en este conflicto ha habido y hay partes en combate. No juguemos a ilusos.
Y quieren también que sean las víctimas de ETA los «notarios de la morallidad» del proceso que nos conduzca a la normalización y la paz. No se me ocurre mayor disparate. ¿Quién quiere que el proceso sea más largo, más duro y más difícil? -