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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-10-10
Josu Iraeta - Ex diputado de Herri Batasuna
Ni prisas ni presiones

Un buen escritor francés que huyó de este mundo hace casi medio siglo, definió la política de manera casi dialéctica: «la política es la historia que se está haciendo, o que se está deshaciendo». Una historia en movimiento. Si estimamos correcta la definición, la política sería una actitud frente a esa historia en movimiento, lo que sin duda lleva implícito un riesgo considerable. Se da la circunstancia de que, de un tiempo a esta parte, la historia no sólo se mueve, sino que ha- ce más guiñadas que una trainera, y como éstas, salta, se estremece y varía su posición, tanto que resulta difícil darle alcance.

Opino que ha llegado el momento en que los vascos debemos preguntarnos con quién nos comprometemos, si con quien hace la historia o con quien la deshace. Porque de un modo u otro, antes o después, en política las siglas en moda pasan, pero los escombros quedan. Y quizá por eso el compromiso debe ir acompañado de no poco atrevimiento. Evidentemente, es más cómodo quedarse al margen y mirar, desde el apogeo o desde la inercia, cómo la historia se hace o deshace. Pero teniendo presente también que siempre ha sido considerablemente más expuesto y difícil «reeducar la inteligencia», como apuntó Marx.

Sin compromiso no hay nada. El compromiso sirve para aproximarse, para entenderse con el mundo, con la sociedad, con el prójimo... Claro que el compromiso tiene ­desde hace mucho tiempo ­ mala prensa, no está de moda. En ello colabora toda una elite intelectual: escritores, psicólogos y sociólogos, sin olvidar a los polivalentes comunicólogos. Todos han decidido marginar y desterrar el compromiso.

Pretenden que las nuevas generaciones sólo deben mirar hacia delante, este es el mensaje que también hace suyo el presidente de los españoles. Por el contrario, opino que es preferible imitar al búho y an- tes de avanzar mirar hacia atrás, es más seguro. No es el único mensaje equívoco del presidente Rodríguez Zapatero, haciendo así buena la afirmación de que en política casi nada es lo que parece. Porque en política, incluso cuando parece que se improvisa, nada es por casualidad.

Cuando Zapatero repite su mensaje una y otra vez: el proceso va como estaba previsto, vamos cubriendo etapas, pronto estaremos en disposición de informar sobre concreciones, para terminar exigiendo que no acepta ninguna violencia, está mintiendo y se equivoca. Sabe que lo que dice carece de credibilidad y lo cierto es que está llevando al pie de la letra lo confesado antes por su: «Hemos hecho el papel de la derecha moderna».

Porque lo cierto es que él y su gobierno están desarrollando una violenta represión de genética franquista, precisamente contra quienes han generado y mantienen el esperanzador presente político, la izquierda abertzale.

La razón política que empuja al Gobierno del PSOE a desarrollar esta brutal represión es tan clara como equivocada. Su gobierno no está en tregua. Un Estado que no es sino el botín conseguido con un golpe de Estado y cuarenta años de dictadura es lo que defiende el Gobierno de Zapatero. Se equivoca cuando cree que el proceso es irreversible y son él y su gobierno los únicos con legitimidad para practicar la violencia y así debilitar al único oponente con un proyecto propio.

Observando lo que dicen y hacen, me inclino por opinar que sería poco razonable por su parte pretender el control unilateral del proceso y sus tiempos. Eso supondría de hecho ser el único depositario de la capacidad para gestionar lo que queda de proceso, y eso es falso. Si esa fuera su pretensión, no sólo perderían la llave de la paz, también perderían la de la Moncloa.

Rodríguez Zapatero, con su discurso equívoco, pretende que se ignore que es la izquierda abertzale quien más interés y capital político está aportando en este duro y largo proceso. El es alguien que acaba de llegar, pero la izquierda abertzale lleva décadas de trabajo, lucha y sufrimiento. Y conoce en sus carnes la nulidad democrática de su Estado de Derecho. Permisivo defensor de un GAL repleto de asesinos, con una relación jerárquica de funcionarios públicos y dirigentes políticos, en la que «todavía» brilla por su ausencia el vértice de esa cade- na de mando. Por cierto, todos ellos miembros de su partido, señor presidente, el PSOE que, a pesar de su directa participación en la trama terro- rista del GAL, no ha sido ilegalizado, ni calificados de terroristas sus dirigentes, militantes y votantes. Todo ello, gracias a que su democrático Estado de Derecho consideró saldada la cuenta al haber sido «juzgados» por el pueblo español en unas elecciones. Esto es y no otra cosa, la democracia de su Estado de Derecho.

Es por todo eso que la izquierda abertzale no se va a equivocar. No serán las prisas las que marquen y primen su hoja de ruta, pero tampoco es admisible la exigencia de no ejercitar su derecho a la defensa, ante la brutal represión de la que es objeto. No es aceptable esgrimir la práctica del derecho democrático, con la inadmisible y repugnante práctica del «palo y la zanahoria».

Es en esta deleznable práctica política donde intervienen ­cada uno desde su dimensión­ otras fuerzas políticas. Quizá, porque su objetivo prioritario en este proceso no pasa por esforzarse en lograr un proyecto consensuado que nos lleve a la paz, sino por evitar la anemia electoral, fruto del nuevo panorama político vasco, que si para unos podría suponer una aproximación a la antes citada escombrera, a otros les sería imprescindible la adopción de drásticas medidas tendentes al ahorro.

Así pues, opino que no es momento de rapiñas y egoísmo, sino de generosidad. Cierto que deben ser respetados los intereses partidistas, pues son legítimos, pero no es admisible que su defensa se haga en detrimento de los de la sociedad.

Escuchando a Josu Jon Imaz en sus forzadas alocuciones, indignado por los brotes de «violencia callejera» que según él tanto entorpecen el proceso, me llegan recuerdos de mis años de formación, aquellas hipócritas y duras palabras de San Pablo cuando decía: «Desprecio el bien que quiero, haciendo el mal que no quiero». Todas estas trabas y escondidos intereses monopolistas, unidos a la tradición e inercia del PNV y sus actuales dirigentes, están consiguiendo frenar las fases de este proceso que comienza a dar sus primeros pasos. Han conseguido «oscurecer el ambiente», lo que les permite moverse con más discreción en sus maniobras, para las que sin duda necesitan tiempo.

Pero hay otra verdad que todos debemos tener presente, y es que incluso en la oscuridad más absoluta, seguiremos progresando en esta realidad que nosotros hemos sembrado y que tanto nos está costando.

Sepan unos y otros: la hierba crece de noche. -


 
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