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Gara > Idatzia > Iritzia > Jo puntua 2006-10-10
Belén Martínez - Analista social
Igualdad aparente

En una sociedad como la nuestra, donde la ideología y las políticas del amor se orientan casi exclusivamente a la formación y permanencia en una pareja estable, y en la que el modelo de familia patriarcal es favorecido, premiado y subvencionado por el Estado a través de sus políticas fiscales y «sociales», es importante tener conciencia de hasta qué punto es difícil una redefinición de las identidades de mujeres y hombres.

El fin de semana pasado, mientras viajaba en el topo, presencié una escena que me dejó boquiabierta. Una mujer se despide de una niña diciéndole: «Eres muy guapa. A ver si encuentras un príncipe para casarte». A continuación, se autocorrige: «Bueno, un príncipe o un hombre que sea bueno». Como si esa niña (cualquier niña) estuviese cultural y socialmente predestinada al matrimonio (heterosexual, por supuesto). ¡Qué difícil es escaparse a esa especie de determinismo afectivo y sexual! Por mucha ley de igualdad y medidas de protección integral contra la violencia de género que se promulguen, ¿cuándo la tradición pasará de una vez a ser una hipoteca ya vencida?

El bienestar de la familia y su estabilidad forman parte de la socialización del amor, como el drama de la pasión. La idea del amor romántico, con sus sobredosis de entrega y donación incondicional funcionan, con demasiada frecuencia, como una trampa relacional para las mujeres, eclipsándonos. Estos, entre otros, son valores consagrados por nuestra cultura (y algunas constituciones) y aún hoy tienen vigencia. Soy de las que piensan que una repartición más igualitaria del empleo y de las tareas de cuidado y atención, así como la redistribución del poder incidirán ­a largo plazo­ en el modelo afectivo dominante. Entretanto, las mujeres, mayoritariamente, continuamos satisfaciendo las necesidades de los seres queridos, aun a costa de perder oportunidades, expectativas y, en última instancia, años de vida. ¡Disyuntiva drástica! Pero estamos transgrediendo el modelo tradicional y manifestamos nuestros deseos y sentimientos de forma autónoma, individual o colectivamente. Mantenemos un diálogo creativo y solidario con nosotras mismas y otras mujeres y aprendemos que ser otra mujer, distinta del modelo hegemónico heredado, es posible. Las leyes por sí solas no bastan. Pueden ayudar, pero sólo nosotras, forjando nuestra propia identidad, nos convertimos en auténticos agentes de cambio. -


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