Este movimiento hay que enmarcarlo en el contexto de la utilización estratégica que la RDPC y sus dirigentes hacen de su capacidad nuclear, que no dudan en utilizar como un «arma diplomática» para frenar las maniobras estadounidenses y evitar que los políticos neoconservadores logren un cambio de régimen en el país. Este verano Washington ha ido aumentando las presiones y amenazas de sanciones contra Pyongyang, y el gobierno de Kim Jong-Il ha respondido utilizando esa poderosa arma que es hoy en día la energía nuclear dentro de la actual coyuntura internacional, y que tiene un peso capaz de desnivelar la balanza hacia uno u otro lado.

Este enfrentamiento dura décadas, y en los últimos tiempos, las maniobras estadounidenses han tenido su réplica desde Pyongyang, así la RDPC ha rechazado seguir con las conversaciones a seis bandas, luego vinieron las pruebas de misiles este verano y el incremento en la producción de uranio. Ahora ha sido el turno delensayo nuclear, y todavía le queda además la capacidad de exportar su conocimiento y su tecnología en la materia a otros países, algo que EEUU observa con pavor, y más si tenemos en cuenta los antecedentes paquistaníes.

Tras esta prueba, es evidente que el líder norcoreano, Kim Jong-Il, ha reforzado su posición en el país, y su imagen se está relacionando con la capacidad de Pyongyang de hacer frente a la potencia mundial y de llevar al país hacia el club de «los privilegiados» en el ámbito nuclear. Tras más de cincuenta años de amenazas militares y económicas, los dirigentes norcoreanos reivindican «el derecho legítimo de la RDPC para desarrollar el programa nuclear en línea con los intereses y la seguridad nacional del país».

Las imágenes distorsionadas del país obedecen además a un claro desconocimiento de aquella realidad o al interés manifiesto por manipular a la opinión pública. Sólo así se entienden algunos comentarios que ocultan deliberadamente los esfuerzos del país para hacer frente a las sanciones económicas y a las adversidades naturales (inundaciones de 1995-6 o la terrible sequía de 1997 y 2001). Las reformas agrícolas (al estilo de China o Vietnam) o la puesta en marcha de las «Zonas de Economía Especial» son ejemplos del esfuerzo norcoreano por evitar la corrupción y buscar una redistribución salarial más justa.

Washington, en cambio, es consciente de esos progresos, de ahí que busque permanente boicotearlos y acentuar el aislamiento de la RDPC en la escena internacional. Pyongyang sabe que debe reforzar su posición de cara a entablar en el futuro conversaciones bilaterales con EEUU, y de momento la experiencia de otras realidades (Irak o Irán) les muestra con claridad que la capacidad real de desarrollar y mantener el programa nuclear propio es de momento una estupenda salvaguarda para sus intereses.

Condenas y poses

Ahora es el momento de las condenas y de las poses para la galería, pero es evidente también que tras el telón los movimientos se siguen dando, y en ocasiones ambas posturas, aun con el mismo protagonista, no coinciden. La mal llamada comunidad internacional se ha sumado a las condenas norteamericanas, pero habrá que ver hasta dónde llega esa «unidad», ya que Rusia y China no están por la labor de hacer el coro a Washington. La escalada nuclear de la RDPC es beneficiosa para Moscú y Beijing, aunque públicamente no lo digan. Ambos países consideran positivo cualquier movimiento que ponga en crisis el dominio unilateral de EEUU, además, China sabe que esta nueva realidad puede desviar la atención de Washington hacia otro lado y permitirle que siga con su estrategia de cara a Taiwán.

Seul mantiene un difícil equilibrio, su alianza con EEUU hace aguas cada día que pasa y sus acercamientos hacia Corea del Norte se llevan trabajando hace tiempo. Pyongyang reconoce que su potencial nuclear no está dirigido contra sus hermanos del sur, sino que es un arma defensiva ante un eventual ataque norteamericano. El único aliado fiel que quedaría a los neoconservadores en la región es Japón, que con su nuevo dirigente no ha dudado en posicionarse contra Pyongyang. Tokio puede aprovechar la situación para dar el giro definitivo a su política pacifista de las ultimas décadas e iniciar un camino militarista, más acorde con las valores de los nuevos gobernantes. No obstante, esta maniobra puede tener respuesta dentro del mismo Japón.

La intervención militar está descartada y las sanciones que se intentan aplicar no tienen visos de cambiar el rumbo de la situación actual. Además, cualquier movimiento puede tener unos efectos colaterales muy peligrosos en la geopolítica de la región, con mayor inestabilidad y con una nueva crisis humanitaria, lo que no interesa ni a Seul ni a Beijing, otros dos de los actores principales de la obra. EEUU mira con preocupación hacia Afganistán e Irak, la situación iraní tampoco es de su agrado y ahora las tres palabras que quitan el sueño a Bush son «Corea del Norte».

La proximidad electoral en EEUU impide anticipar el movimiento de los neoconservadores, pero si la comunidad internacional quiere recuperar su centralidad debe potenciar inmediatamente las negociaciones bilaterales y poner fin a cualquier intento de ingerencia exterior en la RDPC. -