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Gara > Idatzia > Kultura 2006-10-10
El titanio y acero de Gehry vaticinan un buen futuro a Eltziego
La Ciudad del Vino que Frank Gehry comenzó a diseñar hace ocho años es arquitectura de renombre y vanguardia y, junto a los vinos de Marqués de Riscal, ha supuesto un gran paso en el enoturismo. Si bien sus puertas se abrieron el 1 de setiembre, hoy tendrá lugar el acto oficial de inauguración entre autoridades y más de 180 medios de comunicación.

Un paseo por la nubes” o “Entre copas” es, trasladado al lenguaje de Hollywood, el ejemplo cinematográfico que más se asemeja al edificio de titanio y acero de Frank Gehry. Rodeado por los viñedos de Eltziego, la Ciudad del Vino es un proyecto de vanguardia en el que, además del buen vino, convergen arquitectura, armonía y ocio-relax. Todo un proyecto de renombre que la marca Marqués de Riscal ha ideado para catapultar sus caldos en el mercado internacional. Y, sobre todo, lo más importante, y lo que concierne tanto a la empresa vitivinícola como a toda la Rioja Alavesa, un propósito de vanguardia que augura un cambio cuanto menos transgresor en el turismo enológico.

Un halo de elitismo cubre los 100.000 metros cuadrados sobre los que habita la Ciudad del Vino de Eltziego. Los viñedos, ahora en plena faena de recolecta, rodean el majestuoso edificio de tonos tierra y uva que Frank Gehry ha diseñado con interés y calma durante los últimos ocho años. El resultado es un «animal con los cabellos al viento y cabalgando por el campo», subrayó ayer el propio arquitecto canadiense durante la rueda de prensa.

Frank Gehry llegó treinta minutos más tarde de lo esperado a la sala de prensa en la que un total de 78 medios de comunicación aguardaban su intervención. «Perdonad. Ha sido mi culpa, quería ver el edificio después de ocho años de trabajo», se disculpó. Junto a él estaban los responsables de todos los espacios que confluyen bajo el titanio y acero dorado, rosado y plateado, y que hacen de la Ciudad del Vino un centro del buen vino, gastronomía, relax y belleza. Gehry estuvo acompañado por Alejandro Aznar, presidente de Marqués de Riscal; Steven J. Heyer, de Starwodd Hotels; Mathilde Thomas, de Caudalie Spa; y el asesor del restaurante Marqués de Riscal, Francis Paniego.

Cautivado por el Guggemheim bilbaino, Alejandro Aznar tuvo muy claro desde el principio que la reforma de las bodegas de Marqués de Riscal debían contar con el espectacular diseño de Frank Gehry. «La imagen, sin duda, refuerza la idea de una gran marca ­reconoció el presidente de Marqués de Riscal­. Había que dar un salto de los châteaux del siglo XIX a los del siglo XXI». El paso está más que dado.

Tal y como lo hiciera en su día Santiago Calatrava con las bodegas Ysios en Goardia, la arquitectura parece que tiende a ser condición sine qua non para convertirse en un buen gancho para el enoturismo.

Gehry tuvo que pensárselo cuando las bodegas de Eltziego le hicieron la propuesta: «Era un proyecto muy pequeño como para estar constantemente viajando de los Estados Unidos aquí», dijo. Sin embargo, la ya desvelada y conocida anécdota del vino hizo que el arquitecto disipase sus dudas. Gehry degustó una botella de Marqués de Riscal del año de su nacimiento (1929). «Después de unas cuantas copas, acepté ­bromeó-. Pero el proyecto inicial fue creciendo con el tiempo. Tenía que hacer algo que estuviera en sintonía con el entorno de Eltziego y, a su vez, fuera también excitante y festivo, como el propio vino».

El resultado es un edificio que alberga spa, restaurante y hotel bajo una arquitectura que desafía a la rigidez. Para que los allí presentes se hicieran una idea de las complicaciones, reflexiones o divagaciones que han surgido durante el proyecto y lo han demorado en el tiempo, Gehry comentó: «Sólo para pensar en el color del titanio le dedicamos dos años». A semejanza de los vinos (rosados, tintos o blancos), el canadiense se decantó por el color rosa (vino tinto), oro (malla que cubre la botella) y plata (cápsula de la botella). Los destellos del sol sobre el titanio crean un espectacular juego de luces, que aúna el cielo con el rojo de la vid madura.

Si por fuera el edificio deslumbra, por dentro no es para menos. Mathile Thomas mostró, en una visita guiada, las instalaciones de vinoterapia que su empresa, Caudalie, ha instalado en Eltziego. «Conocí a un investigador que me comentó que estábamos mal aprovechando las uvas porque, además de para hacer vino, contaban con una buenas propiedades para la salud y la belleza ­declaró la empresaria francesa­. Años después decidí emprender el proyecto de la vinoterapia».

Las pepitas de la vid son ideales para los tratamientos faciales, según desveló. «Todos los masajes, baños, envolturas o tratamientos faciales se hacen con la propia uva y con agua de manantial. Nunca con vino porque, en la medida en que lleva alcohol, no es bueno para la piel», puntualizó.

Al spa, al igual que al restaurante, pueden acceder tanto los hospedados en la Ciudad del Vino como los que no sean clientes del hotel.

Los tratamientos de relax y belleza que ofrece cuestan desde 51 euros a 200. De esta forma, un baño en barrica con vid roja o con orujo de uva de 15 minutos de duración tiene un coste de 21 euros; un masaje Caudalle para dos personas durante 50 minutos vale 170 euros; y un tratamiento facial Vinoperfect de 50 minutos, vale 90 euros.

Otro de los atractivos del lugar es el restaurante con precios que se acercan más a las de otras ofertas hosteleras. Francis Paniego, del restaurante Etxaurren de Ezcaray, lidera la cocina de esta bodega de Eltziego, que tiene capacidad para 45 comensales.

«El primer vino que compramos en el Etxaurren, hace 5 generaciones, cuando mi familia abrió el restaurante, era Marqués de Riscal. Esta fue una de las connotaciones que nos inclinó a aceptar la oferta», dijo Paniego. En una carta en la que se ofertan menús degustación por 50 o 80 euros, Paniego aúna tradición y modernidad.

Toda la ciudad vitivinícola gira en torno a los caldos de denominación de origen Marqués de Riscal. La empresa pionera en el sector se convirtió ya en 1858 en la primera bodega de Rioja que elaboraba sus vinos con métodos bordeleses. La Catedral, como llaman en Marqués de Riscal a su antigua bodega, conserva botellas desde su primera añada, en 1862, hasta hoy, año a año.

Hoy tendrá lugar la inauguración oficial con la presencia de Juan Carlos I, Juan José Ibarretxe y varios invitados y autoridades, que serán seguidos por más de 180 periodistas acreditados para la ocasión. Una promoción muy medida, que hace que el hotel, a pesar de tener precios de escándalo, esté completo desde el día 1 de setiembre, que es cuando abrió sus puertas para un congreso de Jaguar. Habrá quien por decir en sociedad que ha dormido en la Suite Gehry bien le merezca pagar los 1350 euros que se estiman por la noche. O no. -



Baile de cifras no para quien quiera sino para quien pueda
Tras ocho años de trabajo, al fin, Marqués de Riscal ha visto realizado su sueño. Spa con vinoterapia, hotel de lujo y restaurante convergen entre los viñedos de Rioja Alavesa.

La deseada Ciudad del Vino, de un total de 100.000 metros cuadrados, lleva la firma de uno de los arquitectos más prestigiosos del mundo. Buen vino sí pero, además, unido al nombre de Frank Gehry augura y da por sentado que Marqués de Riscal duplicará por todo el mundo su producción de caldos. Alejandro Aznar, presidente de Marqués de Riscal, explicó que, si bien el proyecto comenzó con vistas de ser terminado en cuestión de dos años, la idea fue desarrollándose hasta convertirse en un propósito de envergadura que se demoró en el tiempo. «A finales de los 90 nos pusimos a trabajar en dos líneas: una sería lograr una mayor y más alta tecnología para la producción de nuestros vinos y la otra, reforzar nuestra marca con un proyecto de imagen pionero ­apuntó Aznar­. Lo que era un plan de cuatro años se duplicó y ha quedado en ocho». El origen económico del proyecto (un total de 10 millones de euros) nada tiene que ver tampoco con el presupuesto actual que responde a la cantidad de 70 millones de euros.

Pero el tiempo y la inversión económica de la Ciudad del Vino no son los únicos parámetros que se han visto multiplicados durante el transcurso del proyecto. Acceder a una de las 43 habitaciones de lujo del hotel sobrepasa la posibilidad de los bolsillos más comunes y de la mayoría de los mortales. La empresa Starwood Hotels, líder mundial en la industria hotelera, pone a disposición de los huéspedes suites que cuestan entre los 300 y 1350 euros por noche.

Los medios de comunicación pudieron visitar in situ ayer una de las habitaciones más caras del hotel. Se trata de la suite Gehry. Por 1350 euros, alguien no acostumbrado a pernoctar en tan alta gama de hoteles puede imaginar que el habitáculo incluye grandes lujos como jacuzzi, pero nada más lejos de eso. A parte de televisor, reproductor de cd y dvd, acceso a internet y teléfonos de última tecnología, una cafetera-tetera y baños de mármol, tampoco cuenta con nada de extraordinario. Sin duda, una de los grandes espectáculos que hacen especial el edificio no es otro que el que pone de manera innata la naturaleza del entorno de Eltziego.


 
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